Capítulo VIII: Anfitrión e invitado

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Tras el chequeo del médico por la mañana, Kakyoin obtuvo su alta y gracias a esto, podía ir a casa.   Notó que al pie de su camilla tenía unos jeans nuevos, ropa interior aún en su empaque y una playera que no le pertenecía, probablemente del hombre que lo acompañó toda la noche.  No preguntó nada, tomó las prendas y se escabulló con rapidez a las regaderas sólo para ducharse pronto y no tener la sensación de suciedad en su piel.  Luego entró a su habitación, donde volvió a encontrar a la enfermera y al joven hombre que veló con él, firmando unos papeles.  Parecieron ignorarlo por instantes, hasta que la mujer salió de la habitación.

–Buenos días.  –Saludó el hombre moreno, sin expresión en su voz o en su rostro. –Ya tienes el alta, podemos irnos. 

–Muy bien.  –Dijo, tomando sus cosas y saliendo de la habitación del hospital.  Ambos caminaron hasta la entrada del mismo inmueble: el día era soleado, sin parecer abrumadoramente cálido, aunque Kakyoin prefería los nublados y lluviosos días anteriores.  El hombre de bata blanca comenzó a caminar con paso lento, para no agobiar a su pelirrojo acompañante, hasta que éste preguntó:

– ¿Y a dónde vamos?

– ¿A tu casa? –Preguntó el moreno, con un poco de molestia en la voz.  Kakyoin se estremeció gracias al tono que utilizó su compañero, pero disminuyó cuando él detuvo un taxi y lo abordó.  Luego se asomó —Sube.

Kakyoin obedeció, dio la dirección de su departamento al taxista y emprendieron el camino en silencio total.  El pelirrojo veía los árboles, casas y personas convertirse en borrones mientras el automóvil pasaba a su lado, intacto.  Tiempo después y a lo lejos vislumbró un edificio de condominios color ladrillo y dijo: —Es ahí delante, Señor.

El taxista paró la marcha ante el edificio; luego recibió la paga del hombre vestido de blanco, quien le impidió pagar al otro hombre.  Le sonrió con gentileza.

–No tenías por qué hacerlo... tampoco tenías que venir conmigo... eres muy amable. –El moreno no le respondió, sólo tomó el maletín y entró junto con él al inmueble.  –El departamento está en el primer piso, no es muy pesado subir hasta ahí.  –Ambos comenzaron a subir las escaleras despacio.  –No esperes la gran cosa, por favor.  –Dijo, cuando llegaron al primer piso.  Ambos hombres caminaron a lo largo del pasillo hasta llegar a una puerta que decía 106. Kakyoin buscó sus llaves en el maletín y las sacó para abrir la puerta, pero en cuanto lo hizo, el olor a pestilencia le dio la bienvenida.  El hombre de blanco palideció. –Juro que ese olor no era tan fuerte... ¿qué demonios pasó?

El pelirrojo entró y buscó por todos los rincones, hasta que dio finalmente con una gotera que cayó sobre el cesto de la lavandería.  –Ay no... que horror... –Murmuró. –Una gotera... –Su acompañante no dijo palabra alguna, sólo murmuró yare yare y salió del departamento.  Kakyoin lo siguió y lo encontró encendiendo un cigarrillo.

–Bueno... –Dijo algo nervioso.  –Gracias por estar conmigo toda la noche, fuiste muy cordial.  Ahora debo preparar mis clases para mañana y—-

El hombre de blanco exhaló humo de su cigarro. –Cálmate o tendrás otra crisis.  –Respondió serio.  Luego añadió: –¿Qué tan fuerte te sientes?

– ¿Cómo?

–Recoge los libros que necesites y tu ropa, te ayudaré a empacar.  Voy a llevarte a mi casa.

Los ojos del joven profesor se abrieron mucho y preguntó:

– ¿Qué? –El hombre de blanco sonrió levemente. –Pero... ¿por qué? Digo... apenas y nos conocemos...

El pelirrojo creyó ver algo de duda en sus ojos verdes, pero este tosió un poco y dijo:

–Vives solo y estás enfermo.

Sweet dreams (are made of this) -Jojo's bizarre adventure-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora