La mejor parte de mi día era entre las tres y las cinco de la tarde. Ese momento perfecto, íntimo, en el que el tiempo se congelaba y podía alejarme de la vista de todo el mundo, abstraerme en mi misma. Estar simplemente en silencio.
Ese momento en el que podía sumergirme en una de mis historias favoritas, acompañada únicamente de un café humeante y mi inseparable tableta de chocolate. Era simplemente perfecto.
- ¡Aly, hermosa! ¿Te traigo lo de siempre? - exclamó Mich nada más verme entrar. Asentí con una sonrisa y me dirigí a mi rincón cerca de la ventana con la maceta de malvones. Cerré los ojos y escuché atentamente, ese era el sonido de la paz. Una sonrisa se extendió por mi cara y abrí los ojos para comenzar mi lectura de El Ruiseñor y la Rosa.
Pero mi paz duró lo que un suspiro, en ese instante una voz demasiado alta y demasiado desafinada, como si su dueño estuviese hablando a través de un silbato desentonado, llenó todo el lugar de tal modo que tuve que desatender mi lectura.
- ¡Es increíble que no tengan latte bajo en calorías! ¿Como esperan que tome esos batidos de grasas y cafeína? ¡Se irá a mi cadera!- levanté mi vista y pude observar a una pareja parada frente a la barra. Ella observaba la lista de bebidas de la pizarra tras la barra con una mezcla de horror y desaprobación; él simplemente observaba su teléfono, ignorándola. - ¡Miles, quiero ir a otro sitio! ¿Cuál es tu empeño con este café de segunda?- el chillido de la rubia subió dos octavas y me obligó a cerrar mi libro.
-Es un buen café, además ayer almorzamos en KFC y no te quejaste de las calorías - comentó él, levantando la vista de su teléfono, con un tono relajado y desinteresado pero aún con un tinte irónico.
- ¡Eres un cerdo!- esta situación comenzaba a lastimarme los oídos - Cualquiera que tome estás cosas terminará siendo una vaca- sentenció cruzando sus delgados y perfectamente bronceados brazos.
-Disculpe, señorita- Michelle se acercó al fin a poner orden en su bar, observé rápidamente a mi alrededor y no era la única cliente que se encontraba molesta con la situación.- Si no se encuentra a gusto, deberé pedirle que se retire, está incomodando a otros clientes...
- ¡Si tanto les molesta que se busquen una vida! ¿Qué manera de tratar a los clientes es ésta?- evidentemente no estaba acostumbrada a que la interrumpan en sus rabietas.
-Rebecca, no hagas un escándalo - intervino Miles, creo que ese era su nombre, vagamente en la discusión, aún sin despegar su mirada de su teléfono.
- ¡Yo no estoy haciendo ningún escándalo!- bajo las capas de maquillaje podían verse sus mejillas rojas de ira. - ¿En serio vas a tolerar que me traten así?
-Señorita, debo insistir... - el tono de Mich indicaba que estaba perdiendo la paciencia- ¡Oh, Aly! ¿Ya te vas?- añadió sorprendida reparando en que me había levantado y acercado a dónde ellos se encontraban, la tal Rebecca volteo a verme con una mezcla de irritación e indiferencia, su compañero también levantó la vista del móvil y me repaso con sus ojos azules de arriba abajo. Odio que la gente haga eso- Aquí tienes tus cosas linda, cuidado con el café, está caliente- añadió estirando una bolsa de papel para llevar hacía mí. Esbocé una sonrisa agradecida y me volteé para irme.
-¿Ves Rebecca? No vas a terminar siendo una vaca.
"Pru: ¿Noche de películas y helado?" fue el mensaje que llegó a mi grupo de Whatsapp mientras me encontraba en una aburridísima clase de apreciación musical. Me encogí un poco en mi asiento para contestar.
"Definitivamente, ¿Vemos Siniestro?"
"Dex: ¡De ninguna manera! Para ser una chica tan dulce y divertida tu gusto en películas apesta, Aly"
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El Sonido del Amor
RomanceHace un par de años que Alondra Rost odia su nombre, exactamente 5. ¿Qué podría tener ella en común con el bello animal que cantaba en su ventana todas las mañanas? Nada, excepto tal vez cuando se encuentra cerca de algún instrumento musical del qu...