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Ante todo he de decir tres cosas:

Soy el hombre que engañó al presidente, a su hija y también a 60 personas más.

Cuando todo esto termine se lo contaré a alguien.

Sigue leyendo.

Sobra decir que la anécdota bien puede ser cierta o no. Es una mera proposición, lo cual implica que es, como bien dije antes, verdadera o falsa, pero jamás ambas. La afirmación que le sucede no puede ser ninguna de las dos pues aún falta tiempo para que transcurra y la última tampoco ya que es simplemente una orden.

¿Por qué empiezo atiborrándolos con toda esta palabrería? Créanme que, si deciden seguir leyendo, me lo van a agradecer. De momento, graben en sus cabezas los siguientes términos: proposición, probabilidad y mentira. Ya expliqué en qué consiste la primera, ahora, para terminar con esta molesta introducción, voy a resumir las restantes.

La probabilidad es la posibilidad de que suceda un fenómeno o un hecho dadas determinadas circunstancias, se expresa en base a un valor entre 0 y 1, de manera que cuanto más cerca esté del 1 es mayor la certeza de que ocurra algo y cuanto más se aproxime a 0 ocurre todo lo contrario.

En cuanto a la mentira, es la afirmación que hace una persona aún siendo consciente de que no es cierto.

Estas tres palabras van a estar presentes en casi cada momento de la historia. Ahora, como una consideración especial por haber llegado hasta aquí, voy a darles la respuesta a la proposición del principio: es verdadera, pero esto nos lleva a enfrentar una verdad incómoda.

Soy un mentiroso.

A todo caso, no me molesta admitirlo: a mis 30 años soy un mentiroso compulsivo de naturaleza perversa. Llevo siéndolo cada día desde los últimos 14 años y, modestia a un lado, soy muy bueno en lo que hago. Debo serlo, es mi trabajo llenar de dulces engaños la cabeza de la gente para ganarme el pan.

Mi oficio es el más viejo del mundo y no, no soy un hombre de la noche, pero sí algo parecido. En ambas profesiones se vende el cuerpo, los labios, la voz, el alma, pero nadie puede ser prostituto durante toda su vida, en cambio, todos pueden ser actores hasta el día en que mueran. Sin embargo, genio o mediocre, famoso o desconocido, los actores siempre comparten un objetivo: llegar al corazón de una audiencia en particular.

Yo soy menos exigente. Mi sonrisas y lágrimas están a la disposición de cualquiera que escuche mis palabras, eso sí, la persona en cuestión debe estar dispuesta a aceptarlas con todo lo que conlleva. Sal no tuvo ningún inconveniente en hacerlo desde el primer momento en que nos vimos.

Esta mujer de rasgos aniñados y mejillas acaloradas, cuya cabeza reposaba actualmente sobre mi hombro, se había encariñado conmigo al instante de ejercer su función como representante, algo que por mucho que intentara ocultar siempre salía a flote.

El director de la compañía teatral le había hecho varias advertencias al respecto: yo debía seguir manteniendo la imagen de «novio de las masas», por lo cual sus constantes miradas penetrantes, arreglos de corbata y caricias inocentes estaban convirtiéndose poco a poco en un gran problema. No obstante, allí estaba ella, con los párpados cerrados, aún sabiendo que cualquiera podría entrar al estrecho balcón y vernos sentados en esa posición.

Pese a la buena iluminación su cabello se ve aún más oscuro y aplacado cuando está tan cerca del mío, demasiado cerca... unos pasos se aproximan.

-Sal, despierta. -Muevo su hombro, pero ella todavía es víctima de los estragos del viaje. Murmura algo indistinguible, abre los ojos, dejando ver dos iris grises y los vuelve a cerrar casi al instante.

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⏰ Última actualización: Apr 07, 2023 ⏰

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De Cuando Julio Verne Engañaba Girasoles Donde viven las historias. Descúbrelo ahora