🦋 Epílogo 🦋

1K 211 65
                                    

Paloma estaba sentada en un banco en medio de la Ruta de las Camelias, en Galicia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Paloma estaba sentada en un banco en medio de la Ruta de las Camelias, en Galicia. Observaba ese sitio que tanto le recordaba a su madre y jugueteaba con sus pies como cuando era una niña. De pronto, la vio. Estaba vestida de blanco y brillaba tanto que ella tuvo que cubrirse los ojos hasta que se acostumbraran, caminaba hacia ella y a medida que se acercaba su sonrisa se hacía inmensa.

—Mamá —saludó con emoción.

—Hola, cariño —dijo la mujer con ternura—. ¿Cómo has estado?

—Bien, mamá... He recibido tu carta —sonrió.

—Lo sé, Paloma —susurró Abril y se sentó a su lado—. Estás enamorada...

—Sí... —asintió ella y la miró con adoración—. Todavía siento temor... no quiero echarlo a perder...

Abril sonrió y a Paloma le pareció que sonaba como cascabeles al viento.

—Te vi, Paloma. Te vi mirar mi cuerpo sin vida y preguntarte si habrías podido hacer algo para evitarlo. Te vi el día del entierro de pie frente al árbol observando el dolor de tu padre y sintiéndote impotente por no poder ayudarlo. Te vi también cuando llorabas en la cama y pensabas que no eras suficiente... Lo sé, cariño, no ha sido fácil, pero eres fuerte. Mira la mujer en la que te has convertido —añadió viéndola con admiración—. Los niños pequeños tienden a culparse de las cosas que pasan a su alrededor entre sus padres, pero tú no tenías culpa de nada... La vida es así... era mi hora...

—Es inevitable preguntarme qué cosas pudieron ser distintas...

—Es cierto —afirmó Abril—, y también es inevitable tener miedo de lo nuevo, de los cambios. Yo sé que para protegerte has querido mantener el control... pero no se puede, hija, hay cosas que no podemos controlar. Intentarlo solo te hace más daño —añadió.

Paloma suspiró.

—Y es agotador —completó.

—Lo es... Entonces déjate ir, cariño... disfruta... vive...

—Lo haré, mamá...

Abril la miró y Paloma recostó su cabeza en su hombro.

—Te amo, cariño.

—Yo a ti, mamá.

Entonces sintió un calor en el pecho y todo se puso blanco, abrió los ojos y lo primero que vio fue a Ian acostado a su lado, leyendo una novela.

—¿Despertaste? —inquirió.

—Sí, ¿qué hora es?

—Son casi las once, pero es domingo, pensé que te gustaría dormir, supongo que tu vuelo tuvo que ser agotador —comentó y dejó la novela sobre la mesa de noche.

—Gracias...

—¿Sucede algo? —quiso saber y la miró con ternura.

—Un sueño, soñé con mi madre...

—¿Sí? ¿Fue bonito?

—Sí, hermoso... nunca he soñado con ella y tenía tantas ganas, había leído un libro que decía que a veces las personas que partieron venían a visitarnos en sueños... Me hacía ilusión.

Paloma se sentía emocionada y no pudo evitar que una lagrima se derramara por su mejilla. Ian lo notó y se la secó con cariño.

—Ven aquí —dijo y le hizo espacio entre sus brazos.

Paloma se acercó a él, se puso de espaldas a su pecho y colocó su cabeza sobre uno de sus brazos, él la abrazó y la pegó a su cuerpo.

—Cuéntame de tu madre —susurró.

—Era hermosa, y era la mujer con el corazón más bondadoso del mundo. Nos amaba, a todos... era luz y amor... Estoy orgullosa de ser su hija —susurró.

—Y estoy muy seguro de que ella está orgullosa de que lo seas —contestó besándole la cabeza.

Paloma se acurrucó más y él la abrazó con más fuerza.

—¿No tienes miedo?

—¿De qué? —preguntó él.

—De amar así... uno se siente desnudo... —dijo ella y luego suspiró.

—Sí, supongo, pero luego te tengo entre mis brazos y al oler tu aroma o sentir tu piel se me pasa...

Ella sonrió.

—No quiero hacerte daño, Paloma... —añadió.

—Lo sé, yo tampoco a ti...

—Pero tienes miedo...

—Supongo que es normal para alguien que siempre se ha protegido tanto como yo... pero se siente como si hubiese vivido encerrada toda la vida y al fin saliera al mundo. Me encanta estar aquí, en tus brazos, a tu lado... El miedo no me va a alejar, no esta vez...

Él la abrazó y volvió a besarla, esta vez en el cuello. Metió sus manos bajo su blusa y le acarició la piel.

—Me encanta escucharte decir eso... ¿Dónde están las mariposas? —inquirió en medio de las caricias.

—En todas partes —susurró ella casi en un suspiro.

—Nunca las dejaré morir, lo prometo...

Ella sonrió.

—Te amo, Ian.

—Y yo a ti, pajarito.

Los amé, simplemente eso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los amé, simplemente eso...

Gracias a todas las que me leyeron por aquí :)

Gracias a todas las que me leyeron por aquí :)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuando las mariposas migranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora