"𝖫𝗎𝗃𝗎𝗋𝗂𝖺"

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Te juro que he intentado follarme tus recuerdos en otras camas.

Nunca he podido.

Reaparecía en su mente el recuerdo de aquella suave piel en contacto con la suya, aun si ahora había otro cuerpo debajo del suyo, sumergido en el placer de sus caricias e ignorando sus traicioneros pensamientos. Sus exitantes gemidos opacados por los jadeos engorrosos de una mujer. Trataba en vano de cubrir la necesidad latente de tener entre sus brazos a aquél cuerpo que le robaba todos sus suspiros, de saciar con sus besos la ausencia de otros labios y con su voz olvidar su melodiosa risa.

De olvidar aquél opresor deseo de amarlo. Porque todo él estaba bien, todo él era todo lo que deseaba y buscaba desesperado cada vez que la realidad de que no era suyo golpeaba su mente.

Fue algo de una noche, caricias y dulces palabras vacías después de mucho desearse, pero fue una descarada trampa. Porque de saber que después de tener sus labios, no podría desear nada más, tal vez no lo habría hecho. Tal vez no lo hubiera tentado. Sentirse atado a un cuerpo ajeno y a su voz de forma tan desesperante como esta, era algo que odiaba. Pero le gustaba.

Querían sentirse libres y sin responsabilidades, pero cada vez que querían alejarse y resguardarse entre las piernas de alguien más, volvían a caer entre las sábanas del otro. Ninguno quería ceder, ni que el otro se enterara de su debilidad. Pero cuando veían la mirada sedienta del contrario, besarlo era una acción inminente.

Suspiró una última vez antes de terminar, su acompañante arqueando la espalda mientras se dejaba recostar en medio de un gemido de placer. Él acarició su abdomen, estaba lejos de sentirse satisfecho, pero cuando ella pasó sus delgados dedos sobre su pecho, rozando sus pezones, el inminente recuerdo de aquél hombre besándolo en ese mismo sitio, mientras lo acariciaba, chocó contra su mente. Cerró sus ojos para alejar esa imagen, pero sólo logró sonrojarse ante su vívida imagen.

«Kudō», oyó su voz seductora, tan relajada, como si no se lo estuviera cogiendo en su oficina.

Chasqueó la lengua con molestia y miró a la chica una última vez, quien se hallaba ofuscada por la excitación, que no se percataba de su estado. Se levantó de la cama y ella lo siguió con la mirada.

—¿A dónde vas? —murmuró con voz juguetona, frotando sus piernas.

—Recordé que tengo algo que hacer —mintió descaradamente. Había cancelado sus citas y reorganizado su agenda para estar con la mujer que ahora se estaba vistiendo a sus espaldas, acercándose furiosa. Tomó su camisa del suelo y la abotonó, luego se puso su ropa interior y los pantalones, luciendo verdaderamente apresurado.

—¡Prometiste que seríamos sólo tú y yo, Kudō! —espetó, tomándolo del hombro para que la mirase. Asió firme el agarre de las sábanas sobre sus hombros para cubrir su desnudez y esperó a que el contrario le contestara—. ¿Tenías que ver a otra mujer y lo olvidaste? No quieras tratarme de idiota...

—No digas tonterías —Kudō negó, alejándose hacia la cama para ponerse los zapatos—. Acordamos que lo intentaríamos; yo lo estoy tomando en serio —presionó sus labios y paró sus movimientos, reconsiderando su decisión. No eran pareja ni nada, la mayor parte del tiempo, ella fue la única que se le insinuó y él quiso intentarlo, pero no estaba funcionando. Cada vez que gemía y pedía por él, recordaba que él mismo lo hizo también; sin embargo, rogándole a otro nombre—, pero...

—¿Pero? —Exigió impaciente y, cuando Kudō no respondió, sólo suspiró y desvió la mirada a la gran ventana que daba vista al mar, sintiéndose decepcionada—. No tenía muchas esperanzas en esto, pero realmente esperaba que no fuese sólo tener sexo, ¿sabes?

𝖶𝗈𝗆𝖺𝗇𝗂𝗓𝖾𝗋: 𝐅𝐚𝐥𝐥𝐢𝐧𝐠 𝐈𝐧 𝐋𝐨𝐯𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora