Prólogo.

15 3 0
                                    

KILLARY.

Un paso, dos, tres. ¿Un cuerno? No, dos. La luz alumbraba como si la luna estuviera llena, a pesar de la misma no estar presente a la vista. Las sombras de los árboles solo me causaban escalofríos al hacer que me sintiera en la misma ruina, incertidumbre y penumbra. Notaba cómo al intentar mover lo más mínimo de mi cuerpo, el mismo se tensaba a causa del esfuerzo y era inevitable que mi pecho no se hinchase de frustración.

No veía nada más que un muy pequeño llano, unos pies grandes descalzos dando pasos y dos cuernos grotescos asomándose. Estaba tumbada en el suelo, inmóvil, sintiéndome inútil y hasta patética por estar estática palpando cada centímetro de humedad, tierra y hojas secas que habían en el suelo. No sabía qué mierda pasaría a continuación, aunque tenía una ligera sensación de que en el fondo sí tenía respuesta. Tenía mi mirada en aquellas piernas desnudas pero abundantes en vello, por lo que deduje que era un hombre adulto. El mismo hombre de siempre. Y esta vez no puedo moverme.

De inmediato, aparecieron unas piernas muchísimo más pequeñas, finas, e incluso aniñadas podría decirse; caminando a un paso tranquilo y miedoso, pero con un toque valiente al estar enfrentándose a algo que emanaba crueldad en sus mismas pieles.

Con costo, pude conseguir mover mis brazos, sintiendo cómo una oleada de nervios recorría mi cuerpo sin olvidar ni un solo rincón, pero hice entonces a un lado unas hojas que dificultaron mi visión. Vi de lleno a una niña pequeña, vistiendo un vestido blanco con efecto verdugado de cintura para abajo, bordado con detalles en un azul que no pude vislumbrar bien a causa de la escasa luz, con su pelo negro liso cayéndole hasta el pecho mientras su mirada se mantenía fija en el hombre con cabeza de ciervo que tenía frente a ella. La pobre tan solo se aferró a su peluche en busca de consuelo.

El hombre inspiraba maldad, rencor y una lujuria engatusada con malicia que resultaba malditamente estremecedor. Su mirada era sinónimo de muerte y aliento por un siguiente asalto. Como si este no fuera el primero.

Que de hecho no lo era.

Sentí cómo mi respiración, ya pesada, se dificultaba aún más, por lo que tragué grueso tratando de moverme, más era como si alguien estuviera ejerciendo fuerza y presión sobre mí, a pesar de tener la total ausencia de ese alguien. Mis cejas se hundieron en cierta desesperación y continué tratando de mover mi cuerpo con intención de avanzar.

No podía dejarla sola. Era incapaz de ello. Y necesitaba intervenir.

Joder, por mi maldita vida. Me quejé y gimotee en queja, pero antes de comenzar a hacer más ruido, me vi en la obligación de parar.

El hombre ciervo dio un paso largo y conciso, acortando de forma considerable la distancia entre ambos, acechando hacia la niña, dando la impresión de querer devorarla con sus sucias manos y su asquerosa boca. Ella casi vaciló, pero dio un paso algo más miedoso que el de él, a lo que desvió la mirada hacia mí como si literalmente acabase de notar mi presencia en aquella tensión de ambos.

—Huye por una vez. Ahora me toca a mí —Habló en un tono dulce y compasivo, tratando de darme una sonrisa tranquilizadora a pesar de no creérselo ni ella, antes de que el hombre se abalanzarse sobre ella.

Solo pude dejar salir un grito desesperado, desgarrador y doloroso al estar inmóvil, viendo cómo agarraba su pequeño cuerpo con sus manos hasta inmovilizarla al maldito completo. Tanto que desde la distancia pude ver cómo dejaba sus manos marcadas en aquella delicada piel, mordiendo parte por parte, haciendo que la sangre de su cuello, sus hombros y varias zonas más, brotase poco a poco hasta manchar aquel vestido blanco pomposo que llevaba puesto. Las heridas fueron haciéndose cada vez más visibles conforme aumentaba el tiempo, ya que el hombre no tenía intención de parar hasta terminar lo que vino a hacer.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 23, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Maldito OrgulloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora