Capítulo 2

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IZAN

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IZAN

—Háganle los análisis para saber si está embarazada. Ya mismo —exijo, más calmado que como llegué.

Miro a la mujer que probablemente está embarazada de mí, recostada en la camilla donde la acabo de poner después de su desmayo, y solo pienso en muchas cosas que me dan miedo.

En primer lugar, que de verdad no esté embarazada.

Sé que es muy egoísta de mi parte, pero ella es mi última esperanza de convertirme en padre. Y todo por culpa de esta estúpida clínica.

—A ver, primero esperemos que Violetta despierte, oiga —habla la pelirroja y se pone a un lado de la tal Violetta, mirando al doctor—. Porque, para empezar, esto que está pasando es una injusticia tanto para mi amiga como para el señor Meléndez y merecen una buena explicación.

Está incluso más molesta que yo. Apruebo lo que dice y vuelvo a pedir explicaciones, pese a ya saberlas.

—De verdad lo lamentamos mucho...

—Sus disculpas me vienen valiendo un sorbete, cabrón. —Me cruzo de brazos—. No sólo perdieron todas mis muestras, sino que inseminaron a la mujer equivocada con la única que quedaba.

La pelirroja se cubre la boca, sorprendida.

—Pero qué locura —dice. Trata de despertar a su amiga, meneándola.

La enfermera que causó todo esto no deja de llorar, desconsolada. Según me dijeron, esta babosa no solo confundió los apellidos, sino también tiró un lote de muestras entre las que iban las mías cuando había tomado una mía para llevarla al doctor, salvando esa única por tenerla en la mano.

Violetta comienza a removerse. Yo experimento miedo otra vez.

—Marina, no me vas a creer, pero... ¡Ay, no, creí que era un sueño! —Me mira a mí, sus ojos tienen incluso más miedo del que seguro tienen los míos. Luego mira al doctor—. ¡Los voy a demandar, desgraciados!

Intenta levantarse pero no la dejo y solo procuro que se calme.

—Primero vamos a ver si estás embarazada, Violetta. —Mi tono de voz es ya más neutro. Ella me mira, calmando su alterada respiración.

—Luego los demandan para que los cierren —habla la amiga de nuevo.

Violetta mira a todos lados y luego empieza a negar con la cabeza.

—No, no, no tengo tiempo para esto, ya tengo suficientes problemas, yo no estoy embarazada, ¡mucho menos de alguien que no conozco!

Se levanta pese a que trato de calmarla y dejarla donde está. Me empuja y yo, para no alterarla más, me hago a un lado.

—Violetta... —la llamo de todos modos.

—No, señor Meléndez. —Se aleja unos metros de mí—. Marina, vámonos, por favor, quiero irme a casa y fingir que no está pasando esto, no puedo estar embarazada.

Desliz en camino© [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora