01: TORMENTA

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▃ ✦CAPÍTULO O1✦ ▃
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❝Your little brother never tells you but he loves you soYou said your mother only smiled on her TV show ❞

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❝Your little brother never tells you but he loves you so
You said your mother only smiled on her TV show ❞

Así es cómo comienza.

Aegon se despierta sobresaltado por el estruendo de un trueno y la luz blanca de un relámpago que ilumina los rincones de su habitación. Parpadeando, el príncipe de seis años de Poniente mira al techo con desagrado por la cacofonía eléctrica y se da la vuelta en busca de una posición cómoda para volver a dormir.

Sólo para retroceder con un grito ante los redondos ojos lavanda que invaden su visión. Las sábanas se enredan en el cuerpo del niño y, con un aullido poco agraciado, Aegon cae al suelo. Golpeándose la cabeza contra los tablones de madera, el Príncipe se frota el cráneo dolorido y mira torvamente al intruso.

—Helaena —gruñe Aegon, torciendo la boca. Pronto vuelve a meterse en la cama y tira de las sábanas verdes lima hasta quedar enterrado bajo ellas. Hace un puchero. —¡¿Qué haces en mi habitación?! —La princesa más joven podría haber sido su hermana por lo mucho que se le parece en cuanto a rasgos se refiere, pero en lo que a Aegon respecta, estaría mejor sin otro hermano, da igual si es como Aemond o no. Estaría mejor sin la perfección molesta de su hermano menor, sin sus lágrimas por no poseer un dragón, y ahora sin ser despertado en medio de la noche sin ninguna razón por su sobrina.

Inclinando la cabeza, Helaena estudia a su tío con los ojos violetas que son tan comunes entre los que poseen sangre valyria. Las curvas redondeadas de la cara de la princesa de cuatro años aún conservan grasa de bebé, aunque la pequeña soñadora ya ha comenzado a hablar alto valyrio con cierta facilidad en sus clases compartidas, pero nadie podría negar qué hay cierta inocencia en la forma en que Helaena abraza contra su pecho un gastado muñeco de peluche de dragón.

—Está tronando. —Helaena señala con naturalidad, despegando las sábanas de la cama de Aegon mientras ignora el graznido indignado de su tío mayor. — Padre ha dicho que ya no puedo dormir con él ni con madre. — Inmovilizando al príncipe con una mirada llena de tristeza, la niña se contonea en la mullida suavidad del colchón de Aegon y cierra los ojos con un suspiro cansado.

Aegon mira fijamente a su sobrina, sopesando el riesgo de echarla sin más de su cama. Helaena ya ha renunciado a llorarle a Aemond; el hermano pequeño de Aegon por alguna extraña razón tiene un punto débil por la pequeña princesa. Solo con Helaena es así. Pero si la mocosa le decía algo a su padre, tendría que soportar los tristes suspiros y las miradas de decepción de Viserys ante sus peleas.

El ceño de Helaena está fruncido por la angustia, a pesar de los decididos esfuerzos de su sobrina pequeña por mostrarse dura e imperturbable. El lejano retumbar de los truenos que se oyen de vez en cuando hace temblar los labios de su sobrina, y Aegon se encuentra a sí mismo ablandándose a regañadientes.

Por mucho que su madre le advierta acerca de que debe cuidar de su futura esposa de cabellos plateados, el joven príncipe se olvida a menudo de ello. Aegon no puede evitar estar resentido con Helaena la mayor parte del tiempo. Ella ya habla mejor el alto valyrio que él, nunca decepciona a nadie y todos por alguna razón la miman por sus rarezas. Viserys ama a Rhaenyra más que a su hijo, y por lo tanto, Helaena siempre tiene privilegios que él no.

Tu sobrina aún es joven Aegon. Dale a Helaena algo de tiempo para crecer.

—Si, de acuerdo—murmura Aegon, inseguro de si estaba respondiendo a Helaena o al recuerdo de su media hermana. Tirando de la seda verde por encima de los dos, rodea a su sobrina con los brazos y tira de ella con poca fuerza. El trueno vuelve a chillar, mucho más cerca que el último estallido, pero la tensión silenciosa ha desaparecido del rostro de Helaena, y el ceño fruncido que había marcado su frente se ha esfumado.

El tenue olor a jazmín le hace cosquillas en la nariz, y Aegon empieza a relajarse de nuevo en el sueño. Helaena nunca se ha molestado en ir a su habitación antes cuando se esconde de los truenos o de los monstruos bajo la cama, prefiere la compañía de su madre, al menos hasta que su padre se lo prohibió, por alguna razón.

Aegon no puede decir por qué Laenor haría algo así. Con Helaena tan tranquila, no le importa soportarla. Y cuando ella se acurruca más cerca de su pecho, es incluso... agradable, tenerla cerca. Si ella pudiera actuar así todo el tiempo, Aegon se alegraría de tener una sobrina.

Pequeños lloriqueos lo vuelven a despegar en la noche y la mano del príncipe golpea el hombro de su pequeña acompañante en un intento por forzarla a guardar silencio. Casi se arrepiente de sus pensamientos anteriores, tan alegre que estaba al notar que Helaena era silenciosa, pero su molestia se desvanece cuando ve las gruesas lágrimas que escurren por las mejillas de Helaena; mancillan la porcelana que tiene por piel.

Aunque no sufra daño, el corazón de su sobrina puede fallarle ante tantos y tantos horrores; y en lo sucesivo puede sufrir, tanto al despertar, por sus nervios, como al dormir, por sus sueños.

— ¿Qué viste? — lo pregunta así porque Aegon también ha visto horrores; flores azules marchitas sobre la cabeza de Helaena, ratones comiendo sangre y queso. Son cosas perturbadoras que no tienen lugar dentro de la cabeza de un niño, pero Aegon no es ciego.

Nunca lo será

— La sangre es más espesa que el agua — susurra Helaena, pero Aegon no entiende. Es tarde, está cansado y no puede entender el contexto escondido detrás de las palabras. — Es lo que nos define, nos une... nos maldice — finalmente, su sobrina toma su mano entre las suyas y cierra los ojos, como si aquellas palabras nunca hubieran salido de su boca.

Aegon sigue su ejemplo y olvida.

La oscuridad pasa. La tormenta se aleja antes del sol de la mañana, y Aegon encuentra los frecuentes murmullos de Helaena un poco menos raros que el día anterior. Por eso, cuando esa noche vuelve a su habitación, quejándose de monstruos bajo la cama, el joven príncipe comparte sus sábanas sin quejarse.

Tampoco se queja cuando Helaena se dirige a su habitación la noche siguiente, ni la siguiente. Si los murmullos de Helaena se convierten en risillas llenas de alegría en las semanas, meses y años posteriores, Rhaenyra se alegraría de ello. Y si la torpe pronunciación de Aegon en alto valyrio mejora bajo la abrasiva tutela de su sobrina de ojos llorosos, Alicent se alegra de tener un heredero un poco menos vergonzosamente débil.

 Y si la torpe pronunciación de Aegon en alto valyrio mejora bajo la abrasiva tutela de su sobrina de ojos llorosos, Alicent se alegra de tener un heredero un poco menos vergonzosamente débil

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¡Hola, desconocidos!

Bueno, antes que nada... ¡sorpresa! Mi ship culposo de la Casa del Dragón no es más ni menos que Helaena x Aegon. Sí, así es, me gusta el Helaegon. Fight me.

Por obvias razones hice algunos cambios, pero fuera de eso, Aegon sigue siendo mi borracho de confianza y Helaena mi soñadora. Sus dinámicas siempre me han resultado interesantes, así que me voy a morir arriba de este barco si es necesario.

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ME & THE DEVIL ──  helaegon. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora