En un lugar donde se cruzan el pasado y el presente, sin lindes más que los que sueñan sus habitantes, reside un joven solitario y brioso con un corazón noble. Su nombre es Hal, y dejó su hogar en busca de una vida de servicio y heroísmo uniéndose a una liga de aventureros.
Sus talentos eran varios, su interés en cada una de las áreas de la lucha, la exploración y las artes místicas fue tan intenso como volátil. En la liga se seleccionaba al mejor de cada campo y se incentivaba el convertirse en un maestro. Hal intentó adaptarse a esta sensibilidad pero no pudo ser: a la que empezaba a dominar los rituales de magia elemental de tercer nivel, escuchaba la llamada de lo antiguo; y a la que casi completaba una expedición a las ruinas más gélidas de la cordillera del sur, sintió la necesidad de convertirse en combatiente de mandoble.
Probablemente sea una forma pueril de enfrentarse a las oportunidades que la vida le ha dado, pero lo eligió. Por algún motivo, su propósito en la vida no permanecía fijo, y algo dentro de él le hizo pensar que eso entreveía una voluntad voluble, inestable y sin la menor firmeza. No era consciente de la enorme voluntad que suponía el no permanecer en un mismo sitio. No era consciente de su gran valía. No es consciente del amor incondicional que le mueve a asumir riesgo tras riesgo, sin flaquear.Entre tanto salto de especialidad a especialidad, sus maestros no toleraron su indisciplina y colectivamente resolvieron en encerrarle por los cielos saben cuánto tiempo en los confines de la academia. Hal, en cambio, tenía otros planes: ni corto ni perezoso hizo uso de sus habilidades para huir de los terrenos de la liga de aventureros sin mirar atrás.
Fue el primero de varios duros golpes, que llevó a nuestro eterno aprendiz a vagar por la tierra sin propósito. Sus actos de nobleza perduraron, pero la vitalidad que los gobernaba desapareció. Enfrentó a miles y miles de amenazas: maleantes, bestias mágicas, regimientos militares del enemigo, aristócratas corruptos, incluso a los oficiales del gremio al cual perteneció en el pasado, intentando devolverlo por la fuerza a su confinamiento. Ninguno de esos obstáculos pudo con él, pero Hal está lejos de ser un individuo invulnerable e inmaculado. Su mayor enemigo es a la vez su único aliado: el vacío, la gran sombra infinita que forma parte de sí mismo, la manifestación de esa falta de propósito antes, durante y después de su entrenamiento.
Hal llevó una vida itinerante como muchos otros héroes y mercenarios hacen. Lejos de buscar gloria o venderse al mejor postor, nuestro atormentado héroe buscaba la gratitud de la familia campesina cuyos campos defendía, sin encontrar su propia gratitud. Brindaba y reía junto a los habituales de la taberna en la que dormía, ansiando un compañerismo que su propia alma sin rumbo jamás podría acoger. Se lanzaba sobre los hombros de cuanta dama prestada a su intimidad se le ofrecía, sin consumar jamás el acto ni tampoco prolongar el amorío: ya que él no se soportaba ni él mismo, ¿qué favor le haría a quien quisiera dar luz a sus hijos—aun si fueran ilegítimos?
En una de tantas visitas a los pueblos por los que deambula, Hal no consigue conciliar el sueño. En medio de la noche, recoge sus pertrechos y continúa su regular marcha. De pronto, una figura con su misma silueta le ataca en la soledad de la madrugada. Sus movimientos le resultan familiares, sus gestos y sus andares también. Su peculiar gesticulación del componente corporal de los hechizos es incluso idéntica. ¿Podría ser este su propósito? ¿Enfrentarse a la manifestación sombría de sí mismo, hasta que una de las dos partes caiga en combate singular? ¿Quizá halle en la derrota el propósito y la motivación que busca? ¿O quizá la victoria sobre este ser termine siendo el catalizador para enfrentar por fin sus propios temores?
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Tú eres tu propósito
Short StoryUna historia breve en la que se explayan mis cavilaciones sobre las ideas de otra historia breve.