¿Sabes como se conocen las niñas? Jugando. Así nos conocimos nosotras, apenas unos años atrás, la diferencia es que nosotras ya éramos adultas en ese momento, dos adultas, totalmente desconocidas, en una plaza comercial, sin amigos en común, pero con historias listas para entrelazarse.
Pese a mi edad, solía pasar la mañana de cada sábado jugando con Daniela, mi amiga de la infancia, introvertida sin remedio, apenas tres años menor que yo; solíamos caminar por el barrio, con los teléfonos en la mano, entretenidas con un videojuego de realidad aumentada (Pokemon), cosa que en nuestra infancia no tuvimos. Nuestros otros amigos habían dejado de jugar tiempo atrás, mi pareja, un año mayor que Daniela, nos acompañaba al gunas veces, también jugando. Un día descubrimos una plaza comercial llena de puntos estratégicos para el juego y decidimos ir al sábado siguiente; en el camino, la madre de Daniela que nos llevaba en su auto, aprovechó el momento para hacernos una pregunta curiosa.
-Si dicen que hay más gente de su edad jugando esa cosa, ¿por qué siempre juegan solas?
-Yo no tengo amigos.- Le respondió Daniela, a secas.
-Los míos ya no juegan, tienen mucho trabajo, otros están casados y no los dejan jugar sus parejas.
-Mmm... es que Daniela solo sale cuando va a jugar contigo, ya perdí las esperanzas de que un día me traiga nietos.
-Que bueno que ya las perdiste. -Respondió Daniela con una sonrisa.
Tanto su madre como yo, sabíamos que Daniela se había autodefinido como lesbiana en su adolescencia, aunque la creíamos bisexual, así que el comentario resultaba divertido, sin embargo; las palabras de su madre le habían afectado más de lo aparente, lo cual comprobé minutos antes de comenzar el juego.
-¿Podemos comprar botanitas para comer mientras jugamos? - me preguntó Dan cuando cruzamos la entrada de la plaza.
-Va, hay que ir de una vez, no sea que entremos tarde a la incursión.
Dentro de la tienda, yo, como de costumbre, estaba indecisa, después de dar algunas vueltas tomé un paquete de gallletas y una bolsa de papas "fuego", mientras Daniela, sin pensarlo, escogió unos chetos de bolita y, mientras pagábamos, pude notar cuanto le afectaban las palabras de su madre:
-Yo sé que aquí hay muchas personas jugando, casi todos tienen nuestra edad, pero yo nunca he sabido como hablar con extraños, de por sí cuando era niña me dijeron que no hablara con extraños. - Me dijo Daniela, con voz tímida.
-Así suena gracioso - le dije sonriendo - ¿Cómo se supone que uno conozca nuevas personas o qué haga amigos si nunca habla con extraños?
-¡Exacto! ¿Cómo se supone que lo hago? ¿Cómo te haces amigo de alguien que no conoces?
-Para empezar, sabes que todos los que están parados frente al punto de la incursión, están jugando, ya encontraste algo en común, solo hay que romper el hielo.
-¿Y qué se supone que haga para romperlo? ¿Les pregunto si les salió un shiny o qué? - Dijo Dani con sarcasmo.
-¡Ja, ja, ja, ja! Sería una buena idea - sonreí hasta que noté la seriedad en el rostro de mi amiga - Mira, Dani, el otro día estaba leyendo un libro sobre hacer amigos, curiosamente me lo prestó un amigo, decía que las personas no pueden rechazar ciertas cosas, las cuales pueden producir lazos de amistad casi espontáneos, eso pasa ante dos situaciones: les pediste un favor o les diste comida. La verdad yo creo que si funciona, un amiga mía, mayor que yo, tenía una frase peculiar hace años, decía: "Amaré a quien me alimente" y bueno, tal vez ofrecerle comida a los jugadores sirva de algo.
-¿Me estás diciendo que le invite una pizza a todos los entrenadores o qué? Ni siquiera puedo pagar mis pokebolas, ¿con qué voy a pagar tanta pizza?
-Tampoco exageres, tienes chetos y no cualquier cheto, chetos de bolita, solo busca alguien más que esté solito y ya.
-Ok, lo voy a intentar...
-Mira, esa chica parece que está solita y hay un lugar justo junto a ella, siéntate ahí. -Le dije mirando a una chica de cabello lacio, que estaba sentada, aparentemente jugando, en una banca dando la espalda a un grupo de varones.
-Ok... -Dijo Dani con nerviosismo.
Nos sentamos en la banca, Dani junto a la desconocida y yo a un costado de Dani, abrimos nuestras bolsas de frituras mientras comenzaba el juego, en espera de la partida, Dani hizo su movimiento:
-¿Quieres chetos? - le preguntó con timidez a la chica de al lado.
-No, gracias. -Ella sonrió amablemente antes de responderle, dejando ver un hoyuelo en su mejilla izquierda.
Daniela me miró como un cachorro asustado mientras seguía comiendo sus chetos de bolita. Iniciamos la partida, ese era el momento del día más expresivo de Dani cada sábado, se enfadaba, se reía, a veces incluso maldecía y yo respondía a cada una de sus expresiones con una parecida, por fortuna no éramos las únicas, a nuestro alrededor había al menos otras diez personas haciendo lo mismo.
-Este... vamos a ir a dar la vuelta por allá, para buscar más pokemons en lo que empieza la otra incursión, ¿quieren ir con nosotros? -Dijo la aún desconocida, ahora de pie frente a nosotras, señalando a los chicos que antes le daban la espalda.
-¿Quieres ir? - le pregunté a Dani.
-Sí. - dijo Dani con su mirada de cachorrito.
Continuamos el juego en compañía de estos 4 desconocidos, abrimos el paquete de galletas y todos tomaron una galleta, recorrimos la plaza durante horas, entre risas mientras la chica desconocida había encontrado la forma de inmiscuirnos a todos en una plática, en un par de horas ya conocíamos sus nombres (Kenia, Pablo, Morris y Gerardo), entendíamos que Kenia y Pablo tenían una relación, aunque Morris, a quien también habían conocido jugando, parecía coquetearle a Kenia, Gerardo era el mejor amigo de Pablo, Kenia se dedicaba solo a trabajar y jugar, vivía cerca de la plaza, Pablo parecía venir de una familia acomodada (insistía en comprarle comida a Kenia) y ese día buscaban, sin frutos, a otro amigo suyo, que solía llevarlos en su auto, pero a razón de no encontrarlo y debido, quizás al horario, nos hicieron otra propuesta:
-Como que ya es hora de comer... ¿Y si vamos todos por una pizza? -Dijo Kenia con una sonrisa.
-¿Una? Tú y yo nos comemos una entre los dos, amor. - Le respondió Pablo.
-Está bien pues, dos. -Contestó Kenia.
-¿Cuánta pizza comen ustedes? - Dijo Morris dirigiéndose a Dani y a mí.
-No mucho, dos rebanadas. -dijo Dani.
-Yo a veces me como tres - contesté encogiendo mis hombros.
-Ya con eso son cinco. -Agregó Gerardo.
-Una vez Kenia y yo nos comimos dos pizzas entre los dos. -Pronunció Pablo con aires de grandeza.
-Entonces con dos no nos alcanza, yo también me como tres rebanadas. -Dijo Gerardo.
-mmm... ¿Y si empezamos a caminar? Ya en la pizzería vemos si hay alguna promoción y decidimos cuantas compramos. -Dijo Kenia mirándonos a todos.
Salimos de la plaza, buscando la pizzería, mientras continuábamos el juego, intercambiamos pokemon ante la charla de Pablo respecto a la impresionante cantidad de comida que cabía en el pequeño cuerpo de Kenia. Animados por las anécdotas de la pareja, accedimos a cooperar para comprar cuatro pizzas, sí, cuatro pizzas para seis personas.
-Necesitaré un atiácido llegando a mi casa -Dijo Dani, tomando un trago de agua.
-Yo creo que no volveré a comer pizza el resto del mes. -Se quejó Kenia, acariciándose el abdomen.
-¿Y si se lo llevan a su casa? - Pronunció Morris, poniendo a un lado una rebanada de pizza a medio comer, mientras señalaba la caja con el resto de la pizza.
-No entiendo por que, si yo como bastante, pero ya no me cabe más. -Se quejó Gerardo.
Salimos de la pizzería con las rebanadas sobrantes dentro de bolsas de plástico, cajas y un pequeño recipiente que Dani llevaba en su mochila. Así, con unos chetos de bolita y hartos de pizza, fue como nos conocimos.
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La Pócima de cupido: Unos Chetos De Bolita
RomantizmLGBTQ+ LGTBQ+ ¿Quién diría que unos chetos de bolita y un par de pokemones podrían hacer que alguien encontrara el amor?