Observé el paisaje que se explayaba a mi alrededor, y no me permití perderme ni un solo detalle. Una imagen, que mostraba el deterioro y los vestigios de un pasado muy lejano, el de la sociedad humana. Y debo admitir que este era el mejor de los paisajes. La naturaleza volvía a resurgir y no sufriría más de los estragos de los antiguos habitantes del planeta. También debo reconocer que en un principio no fueron así, pero llevo demasiado tiempo observándolos, he visto como su empatía por el mundo en el que vivían, se iba descomponiendo junto con este mismo. Ya me es difícil recordar, todo se entremezcla.
Pero una cosa sé, el tiempo de vida para el planeta se está acabando, y junto a él, el mío.
Suspiré e intente grabar el paisaje en mi mente. Por que hoy sería el último día que los mantendría abiertos. Me tumbé sobre la hierba que parecía recibirme con alegría, y escruté el cielo que se cernía sobre mí con los colores típicos de cualquier atardecer. Y sonreí. Notaba como el mundo a mi alrededor exhalaba aliviada, habíamos vivido mucho y superado grandes barreras y era hora de cerrar los ojos y descansar, eso mismo, cerrar los ojos para no abrirlos nunca más. Era el principio de un esperado final.
Acaricie los brotes de nuevas plantas con cariño y cerré los ojos sin dejar desvanecer la sonrisa que vestía mis labios.
Y ahí me quedé, sobre la hierba con los ojos cerrados esperando el fin. Siendo capaz de descansar por primera vez. Porque ya no era guardián, por que ya no tenía que vigilar a nadie. Por que los seres que una vez estuve observando, habían desaparecido. Mi tarea ya había llegado a su fin, junto con la de este mundo. Y por eso, fui capaz de cerrar los ojos.