Libertad

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Suspiré el humo que me recorría los pulmones mientras jugueteaba con el cigarrillo a medio terminar entre mis dedos y observaba el paisaje que se cernía sobre mí con melancolía y hastío entremezclados. Y entonces la recordé.

Tumbada sobre nuestra cama con una sonrisa bailando sobre sus labios de fresa que tanto me recordaba al papel sobre el que pasaba horas escribiendo a su lado sin pronunciar palabra pero sintiéndola con tal fuerza que su calidez me rodeaba hasta reconfortar cada rincón de mi ser. Con aquellos ojos curiosos y traviesos que me seguían adonde quiera que fuera, aquella mirada rebelde llena de honestidad e ingenuidad todo al mismo tiempo con una leve picardía. Sus pequeñas manos de pianista ataviada de anillos grandes y pequeños con sus uñas mordisqueadas siempre de un color turquesa que llamaba la atención. Su piel pálida salpicada de pecas y su pelo rizado, denso siempre recogido en un desordenado moño con algún que otro mechón sobre su diminuta y redonda cara que, aunque tuviera imperfecciones todas ellas se alienaban para mostrar una belleza única y a mis ojos perfecta.

Cerré mis ojos mientras atraía el cigarrillo a mis labios al creer oír el eco de su risa nuevamente que me destrozaba aun más al percatarme que era una desagradable jugarreta producida por mi imaginación que todavía me torturaba al desvelarme por las noches y no sentir su calor a mi lado ni reconocer sus leves murmullos entre sueño y sueño. Ni sentir su cuerpo apretándose contra el mío cuando alguna pesadilla la torturaba. 

Exhalé el humo y apuré el cigarrillo no sin antes permitirme degustar del paisaje que se postraba delante de mí. Me hallaba en el borde de un gran acantilado con un gran e impotente mar que se movía acompasado con tranquilidad y parsimonia. Las nubes encapotaban el cielo pero este no se encontraba en un usual color grisáceo, los rayos de sol asomaban entre nube y nube y era una extraña sensación ya que el cielo se asemejaba a un gran e infinito caleidoscopio lleno de miles de colores y formas geométricas enrevesadas. Sentimientos bastante particulares emergían desde las profundidades de mi mente con este gran escenario en el que me hallaba. Las preocupaciones existencialistas parecían menguar y descansar en algún rincón de mi cabeza, el dolor constante de la pérdida desaparecía poco a poco y el frío de mi interior iba disipándose lentamente mientras cerraba los ojos nuevamente mientras mis pis giraban sobre si mismos y daban un paso hacía atrás cayendo al vacío y dejándome engullir por este.

Es difícil describir la sensación que revolotea a mi alrededor en estos momentos. Había oído rumores de que cuando una persona se tiraba desde algún lugar suficientemente alto para causarse la muerte a la milésima de segundo de haberse tirado ya se arrepentían.

Aquella afirmación era completamente errónea. Sentía como mis pulmones se llenaban de un aire puro que nunca había sido capaz de saborear en todos los años de mi vida. Me sentía volando y no había ningún vestigio de vértigo en aquella sensación. Era como si estuviera flotando rodeado de una calidez y tranquilidad constante. 

Entonces su mirada me golpeo junto con su sonrisa en mi mente mientras su cuerpo etéreo  estiraba sus brazos hacía mí cayendo en picado al mío. Volví a oler su dulce fragancia y sentir la calidez propia de su cuerpo, única como toda ella. No pude evitar sonreír lleno de paz y calma permitiéndome el lujo de estirar los bazos cual ave haría. Y justo entonces, un segundo antes de que mi cuerpo golpeara contra el agua como si este fuera una roca t sentir el agua congelándome los huesos, solo justo en ese entones encontré la única palabra que puede describir este sentimiento, sentimiento que todo humano en su vida busca con desesperación hasta la muerte. Libertad. Y es que es eso, por fin me sentía libre, sin ataduras ni dudas merodeando por mi cabeza. Por que era simple y llanamente libre.


Fin


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