la cenicienta

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LA CENICIENTA

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"¡Si ya nos la sabemos de memoria!",diréis. Y, sin embargo, de esta historiatenéis una versión falsificada,rosada, tonta, cursi, azucarada,que alguien con la mollera un poco ranciaconsideró mejor para la infancia...

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 El lío se organiza en el momentoen que las Hermanastras de este cuentose marchan a Palacio y la pequeñase queda en la bodega a partir leña.Allí, entre los ratones llora y grita,golpea la pared, se desgañita:"¡Quiero salir de aquí! ¡Malditas brujas!¡¡Os arrancaré el moño por granujas!!".Y así hasta que por fin asoma el Hadapor el encierro en el que está su ahijada."¿Qué puedo hacer por ti, Ceny querida?¿Por qué gritas así? ¿Tan mala vidate dan esas lechuzas?". "¡Frita estoyporque ellas van al baile y yo no voy!".La chica patalea furibunda:"¡Pues yo también iré a esa fiesta inmunda!¡Quiero un traje de noche, un paje, un coche,zapatos de charol, sortija, broche,pendientes de coral, pantys de seday aromas de París para que puedaenamorar al Príncipe en seguidacon mi belleza fina y distinguida!".Y dicho y hecho, al punto Cenicienta,en menos tiempo del que aquí se cuenta,se personó en Palacio, en plena disco,dejando a sus rivales hechas cisco. 

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Con Ceny bailó el Príncipe rocks milestomándola en sus brazos varonilesy ella se le abrazó con tal vigorque allí perdió su Alteza su valor,y mientras la miró no fue posibleque le dijera cosa inteligible. 

Al dar las doce Ceny pensó: "Nena,como no corras la hemos hecho buena",y el Príncipe gritó: "¡No me abandones!",mientras se le agarraba a los riñones,y ella tirando y él hecho un pelmazohasta que el traje se hizo mil pedazos.La pobre se escapó medio en camisa,pero perdió un zapato con la prisa.el Príncipe, embobado, lo tomóy ante la Corte entera declaró:"¡La dueña del pie que entre en el zapatoserá mi dulce esposa, o yo me mato!".Después, como era un poco despistado,dejó en una bandeja el chanclo amado.Una Hermanastra dijo: "¡Ésta es la mía!",y, en vista de que nadie la veía,pescó el zapato, lo tiró al retretey lo escamoteó en un periquete.En su lugar, disimuladamente,dejó su zapatilla maloliente.

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En cuanto salió el Sol, salió su Altezapor la ciudad con toda ligerezaen busca de la dueña de la prenda.De casa en casa fue, de tienda en tienda,e hicieron cola muchas damiselassin resultado. Aquella vil chinela,incómoda, pestífera y chotuna,no le sentaba bien a dama alguna.Así hasta que fue el turno de la casade Cenicienta... "¡Pasa, Alteza, pasa!",dijeron las perversas Hermanastrasy, tras guiñar un ojo a la Madrastra,se puso la de más cara de cerdosu propia zapatilla en el pie izquierdo.El Príncipe dio un grito, horrorizado,pero ella gritó más: "¡Ha entrado! ¡Ha entrado!¡Seré tu dulce esposa!". "¡Un cuerno frito!"."¡Has dado tu palabra. Principito,precioso mío!". "¿Sí? -rugió su Alteza.--¡Ordeno que le corten la cabeza!".Se la cortaron de un único tajoy el Príncipe se dijo: "Buen trabajo.Así no está tan fea". De inmediatogritó la otra Hermanastra: "¡Mi zapato!¡Dejad que me lo pruebe!". "¡Prueba esto!",bramó su Alteza Real con muy mal gestoy, echando mano de su real espada,la descocorotó de una estocada;cayó la cabezota en la moqueta,dio un par de botes y se quedóquieta... 

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En la cocina Cenicienta estabaquitándoles las vainas a unas habascuando escuchó los botes, -pam, pam, pamdelcoco de su hermana en el zaguán,así que se asomó desde la puertay preguntó: "¿Tan pronto y ya despierta?".El Príncipe dio un salto: "¡Otro melón!",y a Ceny le dio un vuelco el corazón."¡Caray! -pensó-. ¡Qué bárbara es su alteza!con ese yo me juego la cabeza...¡Pero si está completamente loco!".Y cuando gritó el Príncipe: "¡Ese coco!¡Cortádselo ahora mismo!", en la cocinabrilló la vara del Hada Madrina."¡Pídeme lo que quieras, Cenicienta,que tus deseos corren de mi cuenta!"."¡Hada Madrina, -suplicó la ahijada-,no quiero ya ni príncipes ni nadaque pueda parecérseles! Ya he sidoPrincesa por un día. Ahora te pidoquizá algo más difícil e infrecuente:un compañero honrado y buena gente.¿Podrás encontrar uno para mí,Madrina amada? Yo lo quiero así...".

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Y en menos tiempo del que aquí se cuentase descubrió de pronto Cenicientaa salvo de su Príncipe y casadacon un señor que hacía mermelada.Y, como fueron ambos muy felices,nos dieron con el tarro en las narices.

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