4. Irracional

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Desde uno de los balcones del hotel, apoyado descuidadamente sobre la barandilla de piedra, Niragi se dedicaba a observar la fiesta que transcurría en el exterior. Como había vuelto de su juego con alguna que otra salpicadura de sangre, había optado por subir a asearse primero, aunque también le gustaba la idea de otear desde las alturas para controlar lo que estaba ocurriendo abajo antes de decidir unirse. Y como ya estaba acostumbrado a que sucediera, su vista encontró al momento a Akira, quien bailaba en el centro de la pista como si no hubiese un mañana. Y tal vez no lo hubiera.

Esa chica le atraía; lo sabía desde el momento en el que la había visto acuclillarse frente a él y tenderle una tela con la que intentar cortar la hemorragia de su nariz. Y siempre que recordaba aquel momento, su mente volaba al pasado, a su pésima época en el instituto. La puntería de sus compañeros de clase era bastante buena, por eso había regresado a casa en innumerables ocasiones con la nariz sangrándole a causa de las pelotas de béisbol que lanzaban contra su cara, cuando le obligaban a colocarse frente a un muro para su entretenimiento. 

Inevitablemente, sus puños se cerraron con fuerza al rememorar aquellos tiempos.

Si odiaba a Akira era precisamente por eso, porque pensar en cómo se conocieron le recordaba a su oscuro pasado. Durante años se había esforzado por cambiar y convertirse en una persona a la que nadie pudiese volver a causar daño alguno; para no sentirse de nuevo aterrado e impotente. Y tras su primer juego, después de mucho tiempo sin recordar lo que era el miedo, lo había vuelto a experimentar. Su cuerpo y su mente se habían bloqueado ante una situación que le sobrepasaba y ella había tenido la decencia de ayudarle. O tal vez la osadía de tenderle una mano cuando él no se la había pedido. Puede que en el pasado, cuando era el centro de las burlas y de numerosos abusos, cruzarse con una persona amable fuera lo único que desease Niragi; pero las cosas habían cambiado y lo único que quería ahora era que todos le temieran, que le trataran con respeto y que nadie, jamás, volviera a considerarle débil.

Desde que Akira había llegado a La Playa, la mente de Niragi se debatía entre el latente odio que le profesaba y lo mucho que le llamaba la atención su presencia. Y consciente de que él tenía un efecto parecido en ella, Niragi pensó que tal vez podría estirar la cuerda hasta comprobar cuánto podía tensarla. Además, ahora que conocía la extraña obsesión de Akira con tentar a la muerte, empezaba a dudar de si no se trataría de otra marginada que el mundo había repudiado. El caso era que aun así, la cantidad de gente de la que podía rodearse, la facilidad que parecía tener para encajar entre el resto del mundo, le asqueaba. Una vez más, la detestaba y la deseaba a partes iguales. Y esa dualidad, con un poco de suerte, terminaría por volverle loco. Aún más loco.

En la que parecía ser la pista de baile por excelencia, Akira había perdido la noción del tiempo mientras sentía como la música dominaba todos sus sentidos. Nunca se había sentido tan feliz; tan liberada. Le dio un trago a su botella, cayendo en la cuenta de que comenzaba a acostumbrarse al fuerte sabor del whiskey, y entonces sus ojos creyeron divisar la camisa estampada que tan bien conocía. Salió de entre la multitud a tiempo para ver como Niragi se adentraba en la carpa a la que le había llevado la última vez, esa que decía que estaba reservada para la élite de La Playa. Aunque, dado que ahora ella también era un nuevo miembro de los paramilitares, suponía que tendría esos mismos derechos.

Akira se ahuecó el pelo y agradeció salir del mogollón para recibir un poco de aire fresco, pero no se demoró antes de seguir los pasos de Niragi. Llevaba demasiadas horas de fiesta, pero todo ese tiempo había estado esperando verle regresar de su juego. Y ahora que por fin lo había hecho, no pensaba dejarle escapar. El buen ánimo de Akira cambió en el momento en que vio a Niragi tirado en uno de los sofás con una morena bastante atractiva devorando su cuello.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora