III. Aquel verano

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III.

El verano se acercaba a la Tierra de la Flama. La temperatura aumentaría paulatinamente hasta un punto asfixiante. Los habitantes del país insular preparaban sus provisiones de agua y de sus roperos sacaban sus atuendos más delgados de colores claros así como abanicos y sombrillas.

Tengen permanecía como invitado en la residencia Rengoku para el agasajo de las tías. El albino trabajaba de día en el puerto negociando su carga mercantil por oro u otros bienes y por las noches regresaba para cenar, ducharse y descansar; también para interceptar al malhumorado patriarca de la residencia a la menor oportunidad.

Kyojuro contó todas sus anécdotas a su hermano menor y a sus parientes (todos parecían asombrados con su entrenamiento y hazañas, excepto su padre). Cuando el primogénito de los Rengoku disfrutó de todo lo que había extrañado de su hogar y descansado unos cuantos días, se decidió a escribir a Hakuji.

La sexta noche después de haber regresado a casa, Kyojuro caminó directamente a su habitación luego de cenar y tomar un baño. Se acercó a su escritorio, encendió la lámpara de aceite y comenzó a acomodar ceremonialmente el papel, los pinceles y la tinta. Escribiría en lenguaje imperial, así que dejó a un lado los pinceles más gruesos ideales para la caligrafía de la Tierra de la Flama, quedándose únicamente con los de cerdas más delgadas.

Mientras se preparaba para escribir, una sonrisa adornó el rostro del joven rubio. Tenía 3 meses sin tener noticias de su entrañable amigo y deseaba retomar la comunicación con él cuanto antes.

"Querido Hakuji,

¡Cuánto tiempo ha pasado! La última vez que te escribí me encontraba en el querido navío "Extravagancia" de Tengen mientras cruzábamos el peligroso paso Cinque Terre. De no ser porque te escribí durante las horas más difíciles, quizás mis nervios se hubiesen destrozado. Aunque han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos, la comunicación contigo siempre me ha ayudado a encontrar la calma... "

 "

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Cuando Kyojuro tenía 16 años entrenaba en el dojo familiar bajo la instrucción de sus primos mayores pese a que el instructor ideal hubiese sido Shinjuro quien se decía en su juventud fue uno de los mejores guerreros de la Tierra de la Flama, además de ser el verdadero heredero de las técnicas Rengoku, pero desde la muerte de su Ruka su padre sólo vivía para beber alcohol, leer y llamarles la atención a él y a Senjuro.


Todos los días al finalizar sus estudios y sus prácticas, Kyojuro debía ayudar a sus tías en las tareas domésticas.


Una tarde de primavera le encomendaron surtir la lista del mercado. Kyojuro atendió de inmediato y trotó hasta el puerto. Conforme se acercó a su destino distinguió los barcos de velas negras de la Armada Imperial. Curioso, el primogénito se apresuró para investigar qué buscaban aquellos buques.

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