Prólogo: El Principio del Fin

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Cielo y arena se funden entre colores infinitamente vivos en aquel plano astral que se encuentra ante mí, pero entre todo ese brillo y belleza sinigual se encuentra oculto el arrasamiento y la devastación

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Cielo y arena se funden entre colores infinitamente vivos en aquel plano astral que se encuentra ante mí, pero entre todo ese brillo y belleza sinigual se encuentra oculto el arrasamiento y la devastación. ¿Qué hubo antes de mí en este templo? El aire caluroso me impulsa a continuar caminando sin rumbo a pesar del cansancio y bochorno. Cual pavesa, viajo a través del viento, débil y exhausta entre la sequedad y vacío de este vasto limbo.

La luna alumbra en silencio mi torpe andar mientras trato de sobrevivir a la reconstrucción de la quimera de mi vida. Con mi último aliento susurro mi sueño y anhelo. ¿La manera en la que viví debe ser justificada? La esencia misma del paisaje parece querer darme una respuesta a esa pregunta no pronunciada, enviándome de vuelta a aquel muladar de recuerdos olvidados... El muladar de mis pecados.

Esa simple y áspera calma se ve interrumpida en un instante por miles de voces que se elevaban en un crescendo ensordecedor. Me hablan a la vez, tratando de decirme algo, pero no comprendo, apenas puedo distinguir su enojo, me desprecian, se burlan... «¿Qué promesa he olvidado? Por favor, sálvame de esta maldición que está atormentándome».

—¡BASTA!—Grito mientras trato de cubrir mis oídos, pero mi voz es inaudible. Los rostros familiares me miran con macabras sonrisas—. ¡No! ¡Aléjense!

La arena lo esculpe de la misma forma en la que lo recordaba, igual que en aquel entonces, "¡No, él no!" pienso con desesperación mientras trato de alejarme mientras que los pequeños diamantes salinos a mis pies hacen que mis pisadas no sean firmes, aún así corro sin rumbo fijo con miedo a mirar atrás. «¡Cobarde!» Una de las miles de voces se abre paso hasta mis oídos «Fuiste débil» Todo era tan oscuro, la Luna se ha refugiado en algún lugar remoto, abandonándome a mi suerte. Algo se acercaba rápidamente a mí entre la oscuridad, paralizada y sin escapatoria, siento las lágrimas surcar mis mejillas:

—Basta... Por favor...

Paso el dorso de mi mano, limpiándolas con movimientos violentos, prometí que no lloraría... No lloraré. Entonces, una tenue luz ilumina el cielo, el cual poco a poco se convierte en uno estrellado. Miles de estrellas a mi alrededor me alumbran, la paz me invade junto a esa calidez que atraviesa mi cuerpo. Mi respiración vuelve a ser acompasada hasta que miro mis manos. En ellas hay manchas de tinta negra, la cual trato de limpiar con una extraña angustia instalada en mi pecho... No logro quitarlas. La piel comienza a arder justo en donde está teñida, era como si estuviera siendo quemada viva de a poco. Tallo la ya enrojecida sona deseando sentir alivio. Sin embargo, me detengo al sentirme observada.

—¿Hay alguien ahí...?

No hay respuesta, instintivamente levanto la mirada al cielo, algo ha cambiado. Todas las estrellas sobre mí son ahora macabros ojos celestes que me observan atentamente con la pupila dilatada, me miran expectantes. Contengo la respiración sin saber qué hacer, al sostener las miradas divinas mi alma arde en llamas y miles de murmullos invaden mis oídos sin piedad. Era tan pequeña e insignificante ante todos ellos... Al ser juzgada en silencio, siento la necesidad de apartar la mirada y buscar con desespero algún lugar en el qué esconderme, huir de ellos.

La Villana Olvidada: Un Final para la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora