Con el paso de los días, y quizás un par de meses, Carlota despertó, supo que no soñaba y que cada instante que vivía era real. Pasaron los días y entendió que Lorenzo no volvería, realmente no regresaría porque nunca se había ido, ella podía sentir el calor su cuerpo a un poco menos de diez metros y vislumbrar su sombra desde aquella vieja ventana, pero, aun así, él ya no estaba. Lorenzo estaba ausente, se había marchado, se había ido sin decir adiós, sin besarle la mejilla o la frente, partió así no más, consumido por el dolor y dejando en Carlota un sin sabor de amargura.
Con cada día que pasaba ella se sentía fría, sola, se sentía vacía y aunque su alma estaba serena, Carlota moría poco a poco... No sentía el calor de la luz del sol, quizás no quería sentirá, solo quería a Lorenzo, lo deseaba más que a su propia vida. Siempre despertaba con la esperanza, pero se daba cuenta que todo era un sueño y estaba de vuelta a la realidad. En su correo no habían cartas y su teléfono no sonaba, así pasaba los días entre amarguras, suspiros y quejas... Y la noche, se convirtió en su peor enemiga, suspiraba igual que en el día, tomaba el encendedor para prender un cigarro, una copa de vino tinto y corría la cortina de su vieja ventana, se sentaba allí por horas, con la única finalidad de contemplar la perfecta silueta de Lorenzo, (aquella que con los años dejó de ser perfecta), hasta que él apagaba la luz y ella, se acostaba en su enorme cama, a llorar en soledad.
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RELATOS
Short StoryEstos relatos buscan mostrar la cara real de los ciudadanos que han habitado un territorio lleno de historias: Medellín y Antioquia.