Cap 26

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—Nail —le llamaron con una voz de reprimenda— ¡Está bien llorar!

—Exclamó la psicóloga —dijo Nail de mal modo, su voz estaba alterada y molesta— No necesito una terapia. Lo necesito a él.

—Él no va a regresar —le espetó Sandra.

Ayer había sido el entierro y Nail no había llorado en ningún momento,nadie lo juzgo pues no había el porqué pero a Sandra y a mí nos había preocupado lo suficiente como para hablarlo antes de que yo terminará dormida.

—Entonces que se joda todo el mundo —exclamó.

—Nail —la chica le volvió a llamar.

—No voy a llorar, no lo haré —dijo él cada vez más molesto.

—Estás pasando por algo difícil, no te reprimas.

—Si, están pasando cosas —bufó de mala gana— ¿Quieres saber qué me pasa? ¿Dónde inicio? Pues adivina, adivinador. Bese a Naya, no. Ella me beso a mi llevándome a la luna y luego se arrepintió y ni siquiera pude superar lo primero porque a mi padre se le ocurre morirse. Veamos gran psicóloga, resuelveme la vida.

—Nail —repitió ella.

—Gracias por la ayuda —emitió en un tono molesto.

Escuché sus pasos alejarse pero no tuve tiempo de moverme, salió de la sala, me miró y caminó hacia la puerta. No dijo nada, solo salió.

—Nail —esta vez fui yo quien le llamó. Pero ya había cerrado la puerta.

—Necesita tomar aire —dijo Sandra con una mueca— Y tal vez se permite llorar.

—No debiste presionarlo de esa manera —le recrimine a la chica.

Ella no tenía la culpa realmente pero yo estaba muy preocupada por él.

—Yo lo miré —dijo Sandra— Se está reprimiendo horriblemente y no le hace bien.

—No le hace bien, pero... —no dije nada más, ella tampoco lo hizo.

No es que pudiera decir mucho. Camine a la cocina en busca de un vaso de agua y escuche sus pasos alejarse suponiendo que ella iba al cuarto me quedé ahí de pie esperando al chico. No iba a estar tranquila hasta que Nail volviera a entrar, pero tras pasar los minutos cambie de posición para irme a sentar a la sala mientras ponía cualquier insípido programa.

Y tras una media hora por fin escuche la puerta abrirse. Me puse de pie y caminé hasta el lugar. Pero ahí no estaba Nail, quien había entrado era mi tía quien acababa de llegar del trabajo.

—Hola, Naya —me saludó.

—Hola, Tía —dije con una leve sonrisa fingida no iba a estar tranquila hasta que no entrara Nail— ¿Cómo se miraba Nail?

Ella me miró ligeramente extrañada.

—¿Nail? —preguntó dubitativamente.

—Si —dije— SAlio hace unos minutos, no quiero agobiarlo pero me preocupa.

—Naya, no hay nadie afuera —su voz sonaba preocupada hacia mi— al menos no en la banqueta y no a simple vista.

—Tal vez fue a caminar, alrededor de las casas. Necesitaba despejarse.

—No vi a nadie afuera, ni escuché a nadie —volvió a hablar— Pero igual puedes preguntarle al guardia.

Asentí rápidamente tras sus palabras.

—Si, lo haré —dije dirigiéndome a la puerta.

—Naya —me giré a verla.

—¿Si?

La última y nos vamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora