23 de abril, Barcelona
El día de Sant Jordi era muy importante aquí, en Barcelona. Beatriz llevaba unos cuatro años y se había acostumbrado a esta tradición del 23 de abril que convertía a la región en una gran librería. Según la tradición, los hombres tenían que regalarles a las mujeres una rosa, y las mujeres tenían que ofrecerles a los hombres un libro. Con el paso del tiempo y la evolución de los pensamientos, no importaba más si era el hombre o la mujer quien ofrecía el libro o la rosa, lo importante era ofrecerlo.
Beatriz estaba de paseo por las calles animadas de la hermosa ciudad de Barcelona. En ese día tan festivo y especial, las sonrisas sobre las caras iluminaban más que el sol. Podía ver los cientos de puestos de libros a lo largo de las calles. Había comprado algunos, pero no planeaba dárselos a ningún hombre, o ninguna chica. Le encantaba la lectura, y también las rosas, pero no le gustaba comprarse rosas para sí misma.
Al pasar frente a una tienda de ropa, la chica se detuvo frente a un vestido verde oscuro que le llamó mucho la atención. Era perfectamente su estilo, y necesitaba algún nuevo vestido para ir al casamiento de su mejor amiga Celeste. El feliz evento tenía lugar dentro de unos días y aún no había encontrado el vestido perfecto, no antes de pasar frente a este hermoso vestido verde y barato. Entró en la tienda en la que una vendedora la saludó con la misma sonrisa que todos los otros.
- Buenos días. - contestó Beatriz. - ¿El vestido en la ventana todavía está disponible?
- Claro, está aquí.
La vendedora le mostró el famoso modelo y Beatriz eligió su talla. Después de probarse el vestido, le gustó aún más y entonces, lo compró. Salió de la tienda, también con una gran sonrisa en la cara. Ese día estaba siendo demasiado hermoso. Lo único que le molestaba era pensar en todas las críticas de la gente al ver que se iba a presentar a la boda de su amiga sin una novia o un novio para acompañarla. Todos eran muy tradicionales en su familia y esperaban mucho verla acompañada, pero ella todavía no había conocido a la persona perfecta. No fue por falta de búsqueda. Ella también estaba harta de su soledad.
Entrar en una relación no cambiaría su forma de amarse, ella ya había aprendido a amarse sola. Tampoco era para hacer feliz a su familia. Ella solamente quería vivir el sentimiento del amor, el verdadero. Sentía que le faltaba completar eso en su vida para poder avanzar hacia otros proyectos, para conocer otro aspecto de eso que se llamaba vivir, disfrutar.
- ¿Señorita?
Beatriz dejó de caminar para ver quién le estaba hablando. Era un chico de su edad más o menos, con unos hermosos ojos mieles y el cabello castaño. Le estaba extendiendo una rosa.
- ¿Quieres una rosa?
- Lo siento, no tengo moneda...
- Es gratuita.
La sonrisa del chico era diferente a las otras. Era una sonrisa más profunda, una sonrisa que era lo opuesto a lo que era efímero. Una sonrisa permanente, tatuada en un rostro joven y juguetón, casi inocente pero seguro de sí mismo.
- ¿En serio?
- No, mentira. Son cien euros.
Beatriz soltó una risa, tomando la rosa con un poco de desconfianza igual.
- No te preocupes, no te voy a pedir un libro en cambio. Que no soy mucho de leer. - dijo señalando la bolsa transparente en la que Beatriz llevaba los tres libros que había comprado.
- ¿Quieres uno? Te puedo regalar uno.
- Lo decía en serio, es totalmente gratuita y no me gusta leer.
La chica notó que su interlocutor llevaba varias rosas también en una bolsita que venía de la floristería al final de la calle.
- ¿Compraste todas esas rosas para regalarlas gratuitamente?
- Si, lo hice. Es Sant Jordi ¿verdad? Me gusta hacerlo.
- Sos el ángel de esas calles. - le dijo con estrellas en los ojos. - Regalas sonrisas así, porque te gusta.
El chico no sabía cómo contestarle. En general, las personas tomaban las rosas y se iban después de agradecer rápidamente. Ella le había dicho ángel, como si comprar unas rosas hacía de él una persona divina, o especial.
- Me gusta... No sé, es fácil nada más.
Absolutamente encantada, Beatriz no podía parar de ver al chico frente a ella. Parecía tan simple pero tan sincero.
- Realmente me gustaría regalarte un libro. - dijo mirando dentro de su bolsa. - Ten.
Le extendió uno de sus libros recién comprados. Lo tomó y lo miró como si no hubiese visto ni un libro en su vida.
- Es un romance.
- No sé si lo voy a leer.
- Pues al menos tendrás algún libro para fingir que lees frente a los otros o cuando quieras escapar de una situación incómoda.
- Ahh ¡eso es lo que haces con tu libros!
- ¿Creías que los leía? Leer ha pasado de moda.
Ambos rieron con mucha alegría, disfrutando de ese pedazo de vida que les regalaba el tiempo.
- ¿Cómo te llamas? - preguntó finalmente el chico.
- Beatriz. ¿Y tú?
- Pues Beatriz, fue un placer conocerte. Yo me llamo Manuel.
- Un placer Manuel.
- Y buenos días, porque me tengo que ir ahora. - dijo mirando su reloj.
- Adiós...
Beatriz estaba un poco decepcionada al ver que el chico se estaba alejando. Había tanta gente siempre en las calles de Barcelona que no estaba segura de volver a cruzarse con él. No quería que eso fuese solamente un encuentro entre dos personas que no se conocían. Quería conocer más de él. Quería saber qué tipo de persona era, su género de música favorito o si prefería dormir con o sin luz. Se negaba a dejarlo ir así.
- ¡Manuel!
Lo alcanzó caminando rápidamente. Él no estaba muy lejos.
- ¿Si?
- Te molestaría... ¿Te molestaría darme tu número? Para así hablarnos y...
- Te lo iba a pedir. - dijo extendiendo su móvil, ya preparado en "crear un nuevo contacto", con el nombre de "Beatriz📙" puesto.
Muy entusiasmada, tomó el celular y puso su número. Luego se despidieron definitivamente, yéndose cada uno al lado opuesto del otro. Bastante rápidamente, ella recibió un mensaje:
Desconocido
📙🌹Y sin esperar, le cambió el nombre.
"Chico 🥀"
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El Chico de las Rosas
FanfictionA Beatriz le encantaban las rosas, y a Manuel le encantaba regalarlas.