Deja que caiga la noche (PARTE 4/4)

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Le gente dice sincera cada que se hace un casorio...

—¿Está bueno?

Que el novio siempre la quiera, sino que le hagan velorio.

—¿Quieres jugo?

Para esta novia no hay pena, pues va a tener buen marido...

—¿Pedro?

—¿Mmm? —Pedro levanta la mirada del libreto y ve a Irma con una jarra en la mano junto a él. Su esposa le sonríe sin maldad y levanta la jarra.

—Que si quieres jugo, mi amor.

Pedro se le queda observando, ahora que está cerquita. Su piel blanca, sus mejillas color melón, su maquillaje modesto, su cabello escondido debajo del pañuelo, sus ojos amables. En su cabeza se vuelve a repetir la misma estrofa, la que lleva leyendo ya media hora sin poder digerir.

Para esta novia no hay pena, pues ¿...va a tener buen marido?

Irma deja la jarra sobre la mesa y ahora le pone una mano sobre el hombro y con la otra le acaricia suavemente el rostro.

—¿Por qué no te vas a descansar? No tienes que comer si no quieres. Mira que no me enojo, eh...

Pedro se sienta recto y descarta el papel en la silla vacía que tiene al lado. Le pasa una mano por la cintura a Irma y la sienta en su regazo.

—Claro que sí quiero, ¿qué dice? Mire nomás la pinta de esto, —asiente hacia el plato— ¡los taquitos de mi chaparra no se rechazan!

Irma suelta una risa y se sujeta a su cuello.

—¿No? —sonríe ella.

—¡Pos claro que no!

Pedro agarra uno con su mano libre y le da un buen mordisco. Irma vuelve a soltar una risa encantadora, limpiándole salsa de la comisura de los labios con su pulgar y llevándoselo a la boca.

—¿Y...? —pregunta su esposa, esperando el veredicto.

Pedro se ríe y le responde con la boca llena.

—Están ricos. ¿Pero sabe qué está más rico?

Irma sacude la cabeza inocentemente y Pedro le planta un beso en la boca.

—Usted.

—¿Y Jorge? —le pregunta su güera, observándolo con curiosidad. A Pedro se le hela la sangre y se le nota en el rostro, pero Irma solamente levanta las cejas esperando una respuesta.

—¿C-cómo?

—Que y Jorge, —insiste ella, con esa sonrisa juguetona— que si Jorge está así de rico.

Su esposa se acomoda sobre sus piernas a horcajadas, moviéndose sobre su entrepierna y levantándose el vestido hasta los muslos y plantándole un beso húmedo a Pedro en el cuello.

—Si te gusta, ¿verdad? ¿Te gusta Jorge? ¿Te gusta más que yo?

Él la sujeta ahora por la cintura y cierra los ojos, sintiéndose aturdido cuando una de las manos de su esposa se desliza entre ambos y comienza a estimularlo.

—Respóndeme, Pedro, —le pide en un suspiro, sin cesar los movimientos de sus caderas, y Pedro abre la boca para responderle pero no sale de ella sonido alguno. Irma se despega de él para observarlo con los labios rojos de repartir besos sobre su piel— ¿te gusta Jorge, mi amor?

Se le llenan los ojos de lágrimas y no puede hacer más que sacudir la cabeza, confundido, excitado y acalorado porque Irma no deja de tocarlo pero tampoco deja de verlo con ese rostro angelical y comprensivo.

Luces, cámara, acción Donde viven las historias. Descúbrelo ahora