Capitulo 1

290 21 8
                                    

Respiró hondo, ese aroma era uno de los más deliciosos en toda la variedad de exquisitos olores que inundaban el hermoso palacio en el que servía.

Aquel perfume parecía ser algún tipo de elixir, tanto que otros nobles lo habían imitado al ver el efecto que provocaba en las señoritas, aunque poco pensaban en que aquel hechizo solo surtía efecto si se combinaba con una buena apariencia.

Instintivamente miró el origen de su deleite, su cabello revoloteaban en una danza con el ligero viento que se colaba entre las ventanas, sin duda era un hombre sumamente atractivo; atractivo que se elevaba por la elegancia y apariencia fuerte y varonil que lo caracterizaba.

Era hipnotizante.

Además, tenía una gran riqueza que lo respaldaba, pertenecía a la segunda familia más rica de todo el imperio, solo después de la familia imperial.
Tenía casi todo lo que cualquier persona deseaba, riqueza, belleza y educación. Y aún así, no parecía estar satisfecho.

Él era tan frío, reservado y calculador, todo lo contrario a su querida ama, quién era dulce, comprensiva y muy amable, la mejor ama que cualquier doncella quisiera servir; si no fuera por el parecido físico, nadie pensaría que ambos son familia.

Retrocedió sus memorias dos años y medio, recordando el día que había llegado a aquel hermoso palacio que se asemejaba al paraíso. Sin saberlo, había tenido la oportunidad cuando caminaba por la gran plaza. Ella era una simple plebeya de clase trabajadora, casi esclava, más cercana a la pobreza y al frío que a una cama cálida con comida diaria, era algo en lo que solo podía soñar, hasta ese momento.

Aquel día caminaba entre suspiros de frustración y cansancio por la plaza, no había logrado obtener suficiente dinero. Su atención se vió levemente interrumpida por un gran bullicio que se cernía entre los pobladores, hombres con asombrosas armaduras corrían alarmados pero con discreción entre la multitud, como si buscaran algo mientras las personas se cuestionaban que había sucedido, pero poca atención prestó, ya tenía suficientes problemas en los cuales pensar como para agregar algo que no le concernía.

Siguiendo su camino hacia su pequeña casa de madera podrida en uno de los barrios más lúgubres de la ciudad, algo llamó su atención más de la cuenta, cuatro personas, tres de ellos hombres, vestidos un poco mejor que ella, que si no fuera por la cuarta persona que iba con ellos, sería normal verlos por ahí, pero aquella persona resaltaba como diamante entre piedras sucias, se trataba de una mujer, una chica con una capa que cubría parte de su rostro, solo sus ojos brillaban por lo peculiares que eran. El vestido que llevaba que se cernía a su delicado cuerpo femenino, era hermoso aún cuando no tenía grandes adornos, pero la calidad de la tela era indiscutible, había trabajado como costurera y sabía que esas telas solo podrías ser compradas por los más ricos.

Aquello no era común para las personas que vivían ahí como ella, con ropas arapientas y rotas. Se acercó sigilosamente hacia ellos, la chica trataba de mantenerse serena para no llamar aún más la atención de los transeúntes, aún cuando estaba siendo amenazada por una daga en el costado de su cintura que se escondía entre la capa, y que solo pudo ver por el brillo que emitió cuando la capa se elevó al compás del viento. Sin duda era una situación complicada.

Sabía que no debía meterse, que podría arriesgar su propia vida, pero ver esos hermosos ojos perla consumidos por el miedo le ablandó el corazón y comenzó a seguirlos rápidamente. Ciertamente no sabía quién podría ser esa mujer, estaba casi segura que era una noble, pero esas personas suelen mantener su identidad privada a los plebeyos para evitar ese tipo de situaciones. Eran fáciles de reconocer con solo ver sus ropas, pero solían llevar consigo guardias cuando salían de sus palacios o mansiones al mundo real, así que aún después de todo lo sucedido, seguía sin entender como es que habían logrado atraparla.

Mi Hermosa DoncellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora