08. Dientes de Calabaza

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Querida August

Ese augurio se convirtió en mi verdad. La frondosa calabaza se alzaba a la vista mimetizándose con ese tono naranja en el atardecer. Cada día le recobró la sonrisa a mi abuelo hasta que su paz no volvió más. Esa tarde comenzamos a tallar las auyamas para decorar la granja, el festival estaba a la vuelta de la esquina y regaba a Corintia todas las mañanas como un rocío oportuno. Era mi paz en medio de la incertidumbre, incluso mi remedio ante la ansiedad. Todos los días me esforzaba por mantenerla formidable. Sabía que mantenía la delgada fina entre la vida y la locura.

Veía caer las semillas al suelo igual de abundantes que nuestra próspera cosecha. Esa superficie elíptica me recordaba a los girasoles... a ti y a ese tumulto de cosas que eran rutinarias y ahora se volvieron cenizas. Aquella verdura perdió sus dientes al igual que el vaticinio que eso implica en los sueños... La muerte. Ese diminuto grano ovalado como un ciclo sin fin o el vientre de una vida por retoñar. El miedo nublaba mi alma, tu extraña partida y el abuelo ahogado sobre las manchas color escarlata que aparecieron esa mañana de otoño. Eran los requisitos necesarios para admitir su enfermedad.

A la espera de que mis dientes no se tornen amarillo y terminen de caer como el augurio de la muerte, Ethan A.

Las Memorias de EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora