Loyalty.

Capítulo 2.- ¿Nuevas esperanzas?

Durante su primer día, Evangeline había pensado demasiadas veces en la anterior secretaria de los Shelby. Y lo único que quería era estrangularla. El desastre de papeles que había encontrado la había exasperado. Unido a documentos que nadie debía ver que estaban a plena luz. Ella no los leía completos, porque no quería saber de qué trataban. Pero por experiencia de su anterior trabajo, sabía que aquello no podía verlo nadie más que la familia Shelby.

Ellos no habían interactuado mucho con la secretaria, estando la mayor parte del tiempo en el despacho del señor Shelby. La pelinegra tampoco había querido intervenir mucho cuando alguno de ellos estaba dentro. Así que cuando acabó su jornada, simplemente apagó la pequeña lámpara del escritorio, se despidió de Thomas Shelby, asegurándose de que seguía contratada y salió por la puerta, dirección a su casa.

Ahora, en un nuevo día, Evangeline Abbot iba de camino al trabajo con el frío calando en sus huesos. Había pasado una mala noche en aquella habitación húmeda y sin aislamiento ninguno. Se había planteado incluso dormir a los pies de la cama de sus padres con tal de absorber algo del calor que despedía la chimenea de la habitación.

El insomnio que la había asaltado se había acentuado cuando se puso a pensar en su nuevo jefe. Debía de admitir que era lógico que tuviera a tantas mujeres detrás de él. Había escuchado aquellos rumores mientras hacía pequeños trabajos para ganar el dinero necesario para mantener a su familia. Al igual que había oído como su mujer había fallecido hacía ya unos meses. Por lo que entendía que no quisiera ni levantarse de la cama.

Cuando ya estaba llegando a su oficina, lo que vio hizo que frenara su paso. Era imposible que él estuviera allí. Que ya hubiera descubierto donde trabajaba. Logan Bristol. El policía que la acosaba y del que intentaba huir estaba allí, apoyado en su coche, mirando hacia su dirección con una sonrisa triunfante en su rostro.

El mundo de Evangeline se vino abajo y tuvo que obligarse a caminar, para no llegar tarde e intentar esquivar a aquel individuo que se levantaba del capó e iba a su encuentro. Dejó el cigarrillo que estaba fumando, interponiéndose en su camino.

-Buenos días, Evangeline.

-Señor Bristol. ¿En qué puedo ayudarle?- la mujer se paró a una distancia prudencial de él, dejando un espacio lo suficientemente grande como para que alguien se interpusiera entre ellos si fuera necesario. Aunque bien sabía ella que nadie pasaría por allí y mucho menos se pondría delante de un policía... Si no quería acabar en la cárcel.

-Te he dicho que puedes llamarme Logan.- el hombre sonrió y movió su pelo rubio con la mano.- ¿Qué haces trabajando para los Shelby, Evangeline?

-Lo que ha dicho usted, trabajar. Si me disculpa llego tarde.- intentó pasar a su lado, ignorándolo, hasta que la agarró del brazo y la obligó a girar para mirarlo.

-Deberías aceptar mi propuesta. Y todo esto podría acabar.

La mujer cogió aire y levantó la cabeza, acercándose a él. El rubio amplió su sonrisa, pensando que aquel sería su día y que por fin ella habría cedido. Pero lejos de todo aquello, ella se colocó a su altura y habló en voz alta.

-Escúcheme bien. No. No seré su esposa. No seré nada suyo. Ni ahora, ni nunca.

El enfado cubrió el rostro del hombre, que sintió como su orgullo masculino era pisoteado por una simple secretaría, como él mismo la había llamado en una ocasión. La mujer retiró su brazo y se encaminó hacia la oficina del señor Shelby.

-¡Lo serás!

Fue lo último que escuchó al cerrar la puerta. Cuando esta ya la separaba de aquel individuo, se permitió soltar todo el aire que había estado conteniendo y de temblar durante unos segundos, hasta que sus nervios se templaron y controló su respiración. Si Evangeline Abbot hubiera levantado un poco su cabeza, habría visto que a través de la ventana, Thomas Shelby observaba aquella escena con curiosidad. Y recelo hacia ella ahora que un policía había acudido allí en su busca.