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El cuchillo atravesó el cuello del blanco animal cubierto de nieve, su mano apretaba con tanta fuerza las patas del conejo que estaba seguro de que le había roto unos cuantos huesos. Tenía la nariz rosada del frío, las manos casi entumecidas pero debía terminar con esto, la sangre escurrió por la orilla de la mesa hasta resbalar por la orilla para finalmente comenzar un charco del líquido a su lado. Volvió a enterrar el filo del arma blanca en la cabeza del animal, colocó los dedos en el ojo izquierdo para luego ir jalando poco a poco.
Era satisfactorio como el ojo salía de su cuenca en un solo brinco, se apresuró a voltearlo para sacar el ojo restante, dejó el cuchillo a un lado dándose cuenta de que ya lo había decapitado, tomó el cuerpo con cuidado y lo lanzó por la puerta para que cayera en el jardín lleno de escarcha blanca.
  Tomó la cabeza del conejo entre sus manos para luego encajarla en el gancho que colgaba de una tira metálica en la pared, se encargó de que el gancho sobresaliera por la pequeña boca del animal y después se alejó.
Se quitó los guantes de carnaza para apresurarse a encender la calefacción, el fuego se tornó feroz en pocos minutos. Soltó un gruñido mientras se agachaba a tomar el frasco de brea, el papel y una pluma vieja, empezó a escribir mientras observaba la cabeza de conejo mutilada.
Casi rasgaba el papel con cada trazo que hacía, era brusco.
Las orillas de la hoja ya tenían sus marcas de huella dactilares cubiertas de sangre animal. Sonrió un poco mientras se metía a la boca uno de los ojos del conejo, lo lamió por unos segundos antes de darle una mordida dejando salir un sonido desagradable.
Tenía la textura de una extraña golosina de grenetina mal cuajada.
Aún escribía, ya estaba por terminar. Se limpió con el dorso de la mano los fluidos que el ojo soltaba sobre sus labios, siguió masticando pues le era delicioso. Después de un momento decidió firmar la hoja hasta el final. Se metió el último pedazo del pequeño ojo a la boca y comenzó a doblar el pedazo de papel para luego meterlo en un sobre, tomó la cera junto a su estuche de plumas, de tintas y hojas, luego la acercó al fuego para dejar un charco mal hecho de cera roja. Puso la carta aún lado y tomó el último ojo para comérselo de un solo bocado.

Ojos, sangre, fuego y cera. Amaba esa combinación.

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⏰ Última actualización: Feb 27, 2023 ⏰

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Padre... hay un conejo afuera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora