—Varias veces te advertí que no debías averiguar mi pasado, que probablemente lo que allí encontrarías no sería de tu agrado. No quisiste hacerme caso. Y ahora estoy aquí frente a ti para hacerte saber que aquello por lo que alguna vez tuviste dolores de cabeza, fui yo.
El Emir comenzó a hiperventilar de manera inconsciente, no podía creer que su bella dama era parte de un grupo de personas capaces de derribar tantos negocios, proyectos bien formulados, escondidos y camuflados. Habían desaparecido bodegas, plantas de fabricación de opios, trata de blancas y demás cuestiones. El mismo Vlastov lo había convocado a una reunión para deshacerse de ellos, hace pocas semanas atrás, el cual se negó a ser participe porque no le parecía nada interesante, ahora conocedor de que su dama estaría presente le daba un sentimiento de bastante desasosiego. Una alegría mezcla con pesar. Ella, su amada, era su mismo enemigo.
—Eres cerberos. —dijo, no como pregunta, pero si como una afirmación. Le temblaba todo el cuerpo por el impacto de la nueva información. Al mejor cazador se le fue esa presa de las manos por completo.
Poco a poco varias cosas comenzaron a tener orden y sentido, como cuando la acosaba en los primeros días, sus desapariciones tan notorias, sus apariciones donde se la veía cansada y agotada, le habían dicho los sirvientes que le gustaba hacer deporte extremo y le gustaba adentrarse monte adentro con sus hermanos...
Y allí volcó sus ojos a su acompañante que lo miraba con la misma expresión felina, pero ahí había algo de desconfianza, como si sospechara que el Emir podría atentar contra ellos en cualquier momento.
¿Sería capaz de hacerlo?
Tenía a la razón de sus dolores de bolsillo ante sus ojos, al menos estaba seguro que a dos de ellos.
Pero a pesar de eso, se dio cuenta que no tenía interés alguno en reaccionar en contra. Le parecía interesante como las cosas habían cambiado de rumbo, como descubrió que su delicada flor, era una peligrosa y hermosa flor del desierto. Nacida en situaciones tan adversas, pero a pesar de ello floreció de manera tan hermosa como encantadora. Una verdadera joya.
Y saber que ella era parte de cerberos no le molestó. Por el contrario, y para sorpresa suya, lo tuvo encantado, definitivamente esa mujer se volvía cada día más interesante.
—Veo que usted tiene secretos bastante bien guardados bella dama —dijo al fin con una sonrisa nerviosa —. Jamás en la vida se me hubiera pasado por la cabeza que la razón de mis suspiros al poner la cabeza en la almohada al caer la noche, sea la causante de mis dolores de cabeza al despertar.
—No siempre tenemos lo que queremos majestad —dijo Melina volviendo a su antigua actitud altiva. Cosa que agrado al Emir. Prefería verla altiva, orgullosa, y no volver a tener que ver esos bellos ojos cargados de lágrimas y hondo pesar.
Y con sorpresa se descubrió a sí mismo más encantado que antes, si es que eso era posible. Se descubrió destrozando naciones enteras por solo mantener ese semblante en la dama dueña de sus suspiros.
Se estaba enamorando, y estaba cayendo en picada en lo que siempre le hizo mofa. Un corazón blando.
Y no le importó. Volvió su vista hacia ella, la sorpresa de su mirada había desaparecido por completo seguida por una total admiración hacia esa bella dama, hacia esa guerrera de delicados rasgos, hacia ese eslabón perdido, hacia esa bella bestia disfrazada de mujer. Que, con sus rasgos delicados, y sonrisa traviesa logro encantarle, cayendo en sus fauces sin darse cuenta, y se perdió en la cueva del dragón dormido, temiendo despertarlo para no levantar su ira, o ansioso por hacerlo para conocerla en su más bello esplendor.
¿Qué podía hacer ahora?
Estaba en una encrucijada.
Delante suyo estaba la mujer más hermosa y peligrosa que la vida le dio gusto de conocer. Pero era un dragón dormido. Tan hermosa como letal. Darle la mano, era un riesgo a morir quemado, devorado, destruido por completo.
Darle la espalda y delatar todo lo que sabía de ella, era ganar gloria en el bajo mundo, negocios libres, no más trabas.
Dinero fácil.
A él nunca le gusto lo fácil, ni lo simple. A él le gustaban los retos.
Y esa belleza era el mejor espécimen que tuvo la dicha de conocer y no permitiría que esa oportunidad se le fuera de las manos.
—Tienes mi ayuda en lo que necesites bella dama. Tienes en mí, si así lo requieres un aliado —dijo con una seguridad que no creyó jamás entregar a nadie.
La sonrisa de Melina brillaba como el sol. Aun había rastros de lágrimas por sus ojos, pero el alivio al saberse con un aliado le devolvió la calma que creía que iba perdiendo poco a poco.
—¿A cambio de que puedo preguntar?
—A cambio de toda la verdad que me acabas de contar —Y acercándose a ella tomó su mano invitándola a ponerse de pie alejándola de Zafrán quien no pudo esconder su descontento y desconfianza —. Te abriste a mí como una flor de loto, jamás espere que lo hicieras, me abriste tu dolor, tu verdad. Y eso es algo que valoro por sobre todas las cosas. A cambio de lo que hiciste tendrás en mi todo lo que vayas a necesitar. Apoyo, cobijo, protección... —besando su mano continuó —. Compañía en tus noches frías si así lo requieres —dijo con una picara sonrisa que logro sacar una pequeña risa a Melina.
—Gracias majestad, pero no creo que sea necesario tanto sacrificio de su parte —sonrió divertida mientras que Zafrán estaba que se moría de celos muy bien disimulados.
—La oferta siempre estará en pie bella dama. Cuentas conmigo para lo que desees, siempre me tendrás a tu servicio — dijo con una venia —. Mi humilde morada estará con las puertas abiertas siempre para ti.
Melina siempre impulsiva no pudo evitar abrazarlo con fuerza agradecida por las palabras del Emir. Y por primera vez él pudo rodear a su bella amada en un abrazo apretado y protector. Ella era tan pequeña comparada con él. Estaba más que seguro que difícilmente habría otra oportunidad como aquella así que disfruto del corto tiempo que la tuvo en sus brazos para perderse en la forma de su cuerpo junto al suyo envuelto en ese aroma tan dulce de mujer.
El resto de la tarde el Emir se dedicó a informarles lo poco que sabía de Dragón. Entre charlas y risas la tarde se fue acabando junto con todas las delicias que fueron servidas.
Fue una charla cordial, una de amigos, y aunque al Emir le costara asimilarlo llegó a conocer la otra cara de esa jovencita que poco a poco le iba quitando el sueño, una sombra del pasado quizá. Y se preguntó no por primera vez ese día. ¿Como fue aquella joven antes que la tragedia llegara a su vida? ¿Su sonrisa brillaba mas que ahora? ¿Sus ojos chispeaban con el mismo brillo?
Añoró aquella joven que nunca conoció. Pero también aceptó el hecho de que si las cosas no hubieran sucedido como lo hicieron, su persona jamás habría tenido la dicha de conocer semejante joya. Los mejores cristales se forman en las situaciones mas adversas. Y un vivo ejemplo de ello fue su dama. Agradeció a los cielos su tiempo con ella, y se prometió aprovecharla al máximo. Al final de cuentas. La cueva del dragón no era intimidante si dejabas descansar a la bestia.
Continuara...
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El despertar del Dragón
Teen FictionSegunda parte del libro "Enamorándose del demonio" Muchas verdades no han sido dichas, muchas historias no escuchadas. Ha llegado el tiempo de conocer la verdad, de saber quienes son en realidad, y de aceptarse o negarse. De odiarse... o amarse. K...