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La ventana estaba cerrada cuando se fue al instituto en la mañana. Y lo seguía estando cuando Aizawa, entrada la tarde, entró a su cuarto para tomar prestado el cargador de su portátil. Eso dejaba un pequeño rango de escasas horas en las que una ráfaga de viento habría abierto de par en par la ventana por la cual se habría fugado el animal. Había sido muy descuidado. Sí sabía del mal tiempo y de su ventana rota, ¿por qué no había dejado la puerta de su cuarto cerrada?

Lo notó en cuanto cruzó la puerta. Una sensación extraña tirando de él hacia el piso de arriba, de donde solía bajar su mascota para saludarle siempre que volvía de clase. Después, al ver su cuenco de comida lleno, esa molesta sensación trepó de su estómago a su pecho, abrazándolo tan fuerte que el aire dejó de llegarle a los pulmones. Aizawa tuvo que sentarle en la cama porque ni siquiera podía articular dos palabras salidas. Después, cuando había confirmado que no se encontraba en ningún rincón de la casa, fue el primero en salir disparado. Llamar a las chicas fue algo que se le ocurrió después, cuando los pies le dolían y la garganta le ardía del frío de la noche. Recurrir a Kaminari fue lo último, ya entrada la madrugada: cuando por fin se dio cuenta de que su gato no iba a aparecer pronto y pensó, por muy estúpido y egoísta que sonase, que él sería el único capaz de encontrarlo.

Shinso llevaba ya un par de horas buscándolo cuando recurrió a él con aquella voz entrecortada, y había peinado gran parte de la manzana. Al principio, Kaminari no tenía ni idea de por dónde empezar, pero debía tener cuidado de no encontrarse con ninguno de los amigos de Shinso, así que tomó la ruta más alejada y pasó gran parte de la madrugada andando solo por las calles.

Las animadoras estaban con Shinso, al igual que Midoriya, Todoroki y Tenya. Se habían dividido en parejas para buscarlo, pero Kaminari, que era algo así como un pequeño infiltrado, tuvo que hacer su labor a solas. A fin de cuentas, ¿cómo le explicarían al resto su ayuda? Decir que Kaminari poseía un espíritu altamente altruista no iba a convencer a nadie.

Al final, el tiempo se consumió tan rápido que, para cuando se dio cuenta, tuvo que volver a casa porque tenía que prepararse para ir al instituto. Pero sus escasas horas de sueño no habían sido lo peor, ni tampoco los primeros copos de nieve que le habían empezado a humedecer el cabello esa mañana. Lo peor, sin lugar a dudas, era que aún no había podido hablar con Shinso. Le había buscado por todos lados sin éxito y también le había escrito un par de mensajes que ni siquiera habían sido leídos.

Era absurdo lo sobreprotector que podía volverse en ese tipo de situaciones, pero si Shinso se encontraba mal él realmente necesitaba tenerlo cerca. A Kaminari le costaba admitir que pudiera comportarse así, pero era algo que le superaba. Si Shinso estaba mal, entonces él necesitaba estar a su lado. Pero eso solo era un reflejo de algo un poco más profundo, ¿no? También lo sabía. Él, después de todo, había pasado por muchos momentos así a solas, aislado por voluntad propia. ¿Tenía miedo de que Shinso se aislase porque era algo que él hubiera hecho? Puede ser. Pero también temía no estar con él en esos momentos.

¿Qué tan hipócrita podía estar comportándose en esos momentos? Solo era cuestión de tiempo que todo se le viniera encima y...

—¿Kaminari? —una voz le saca de sus pensamientos, obligándole a levantar la cabeza. —La clase terminó hace unos minutos.

Efectivamente, el aula se encuentra completamente vacía y Kayama Nemuri le está mirando con preocupación sentada en la mesa del pupitre que se encuentra justo delante del suyo. Como si fuera a servir de algo, Kamianari frota sus ojos para intentar borrar su cansancio del último mes entero, diciendo lo primero que viene a su cabeza para salir de esa situación tan incómoda.

love & game | shinkamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora