+ Pero si no tengo nada que contarte, Elena.
El: ¿De verdad?
Por primera vez empieza a creer en lo que le digo.
El: Mira que yo no me equivoco en estas cosas.
+ No tengo nada con Malú.
Prometo con un dolor fuerte en el pecho. Esa es ahora mi realidad.
Narra Malú
Los días han seguido pasando y aunque tras aquella charla con mi madre he decidido ir a por él, algo me ha frenado en buscarle. No sé si es vergüenza por habérselo puesto tan difícil, si le tengo miedo a su rechazo o qué, pero lo cierto es que aún no le he confesado que no puedo vivir sin él.
Hemos retomado la gira y debo confesar que anoche esperé hasta el último momento verle allí, albergando la esperanza de cumplir su promesa de luchar por mí, haciéndome las cosas mucho más fáciles. Si volviese a buscarme, no dudaría en lanzarme a sus brazos, pero no. Ayer no apareció. Sus flores dejaron de llegar diariamente aquel día que me contó que se iba a Miami, y mi corazón no deja de latir con fuerza cuando escucho su nombre.
M: Hasta mañana, jefa.
Manu deja la maleta que traigo en el recibidor y se despide tan atento como siempre. Mis niñas me reciben llenándome de cariño al que les correspondo con mimos y besos.
- ¿Qué voy a hacer, Dakoti?
Mi vagabunda me sigue hasta la habitación donde abro la maleta para colocar todo en su sitio.
- ¿Tu también le echas de menos?
Un ladrido parece querer darme su respuesta.
- Tienes razón.
Decido interpretar su mensaje como me apetece.
- Voy a ir a por él ya mismo.
Anuncio sin siquiera pasar por la ducha. Le echo de menos, y no pienso perder ni un segundo más. Necesito recuperarle, o voy a volverme loca.
Con prisa me monto en el coche y conduzco en dirección a su piso. Los nervios me consumen, y cada segundo que pasa me siento más gilipollas por no haberle buscado antes, o simplemente haberle perdonando cuando fue él quien vino a por mí.
"Te quiero" me imagino confesándole cuando me abra la puerta, y enseguida estampando mis labios contra los suyos y fundiéndonos en un beso de esos de película, que te dejan sin respiración.
Aparco, y sin tener la paciencia suficiente para esperar a que llegue el ascensor me echo a correr escaleras arriba, alcanzando su planta sin apenas aliento, lo que no me impide tocar el timbre con vehemencia.
- Vamos.
A veces se tarda unos segundos en abrir, pero hoy se me vuelven eternos.
- Ábreme.
Suplico insistiendo.
- ¡Mateo!
La desesperación me lleva a llamarle tras la puerta.
- Joder.
Maldigo con un nuevo toque, y dejándome caer al suelo para esperarle. Si no está, en algún momento tendrá que llegar.
Tras largos minutos de espera un nudo se forma en mi garganta, agobiándome de más. ¿Y si ya se ha ido?
- ¡No!
Ahogo un grito. No puede haberse marchado tan rápido. ¡Por favor, no!
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Todos los secretos (Segunda parte)
RomansaUna historia en la que TODOS tienen algo que ocultar