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Valentina despertó por el ruido de una cafetera y se levantó de la cama. Era la primera vez que se levantaba feliz, con ganas de seguir adelante.

Salió de la habitación y se dirigió hacia la cocina.

Javier estaba dándole la espalda, de pie, fumando y mirando unos papeles mientras esperaba a que el café estuviera listo. Estaba solo con sus boxers, y Valentina no pudo evitar sonreír. Lo abrazó por detrás, causando que este se girase con una sonrisa. Javier le dio un beso en la frente digno de un matrimonio feliz. Parecía que llevasen dándose los buenos días así años, y por eso era tan especial para ambos.

-Buenos días, veo que amaneciste temprano -dijo el con una sonrisa.
-Es que tienes una cafetera taaaan silenciosa -bromeó ella. Fumó y exhaló el humo hacia un lado para no tirarselo a Valentina, después le dio un beso y sirvió dos tazas de café.- Qué vas a hacer hoy?

Javier tomó un sorbo de su café.

-Trabajar, como siempre -respondió. Valentina se entristeció un poco, y el lo notó. Le acarició la mejilla con cariño.- Te prometo que volveremos a vernos en cuanto acabe, y puedes quedarte a dormir si te apetece.
-Tantos días fuera... Pablo va a sospechar -dijo ella.
-Por eso le vas a decir lo siguiente -anunció para dar paso a su plan.- Vas a decirle que últimamente la policía lo localiza muy fácil porque crees que hay un sapo entre sus hombres y que tú te sientes más segura durmiendo en casa de una amiga.
-Me preguntara que en que casa -dijo ella.
-Dile que prefieres asegurarte de que nadie sepa dónde estás -respondió como si fuera obvio.

Valentina tomó un sorbo de su café mientras pensaba en lo mal que podía salir todo esto.

Javi posó su mano en la mejilla de Valentina, acariciándola con cariño.

-Haremos que salga bien, te lo prometo -le aseguró. Y de alguna manera, consiguió acallar algunas de las preocupaciones de la joven. 

Conectaban tan fácil y tan bien, que ambos esperaban a que llegase el momento en que toda esta fantasía acabase. Ambos sabian que el amor era algo tan frágil y tan efímero, que por eso tenian miedo de etiquetarlo como tal.


Ella asintió con cierta inseguridad. Javier miró su reloj y suspiró.

-He de marcharme ya, quieres que te deje en el hospital? -le preguntó dejando su taza en el lavavajillas. 

-Si no te importa -respondió ella encogiéndose de hombros.- Podrás dejarme ropa?

-Si claro, coge lo que quieras del armario -le dijo cogiéndole la taza vacía de las manos y poniéndola en el lavavajillas.

Valentina se fue a la habitación y se quedó unos instantes parada en el marco de la puerta, reviviendo la noche anterior. Fue tan intimo y tan sincero... fue perfecto.

Abrió el armario y cogió unos tejanos, que le quedaban enormes, pero de alguna manera consiguió apañarselas con un cinturón. Cogió una camiseta de manga corta y le hizo un nudo. Se miró al espejo y sonrió. Se veia como la adolescente que vivia en España: natural, desenfadada, despreocupada... real. 

Los vestidos, los tacones, el maquillaje excesivo... eso no era lo suyo, no era ella. 

Se puso los tacones, pues no le quedaba otra, y salió de la habitación.

Javier, al verla, sonrió. Él no era así de risueño ni simpático. Era sarcástico, misterioso y más bien borde. Pero de alguna manera, sin saber como, Valentina lo convertia en este hombre cariñoso que se pasa el dia sonriendo.

-Bueno, vamos, que ya voy a llegar tarde -dijo abriendo la puerta. Valentina apretó el paso y lo siguió hasta el coche. 

Se sentó en el asiento de copiloto y Javier en el de conductor. Valentina encendió la radio y empezó a toquetearla en busca de una buena emisora.

Normalmente Javier le apartaria la mano o le cortaria el rollo, pero en vez de eso, se rió y se olvidó de su mania de ir en silencio. Valentina encontró una emisora que le gustó y justo empezó a sonar una de sus canciones preferidas de Luis Miguel: Por Debajo De La Mesa.

La cantó a pleno pulmón, mientras Javier le iba dedicando alguna mirada mientras sonreía. 

Y toda esa felicidad y fantasía se desplomó cuando aparcó delante del hospital. 

Ambos se quedaron en silencio, mirando la entrada, sentados.

-Va a ir bien -dijo el poniendo una mano sobre su muslo. Ella asintió.- Vendré a buscarte a tu casa, ten preparadas las maletas.

Ella lo miró.

-Maletas? -le preguntó confusa.

-Te queda muy bien mi ropa, pero si vas a quedarte tendrás que tener ropa tuya -le aclaró. Le cogió la mano con firmeza y seguridad y se la besó.- Lleva a tus padres a su casa, y ves a la tuya, nos ocuparemos más tarde de buscarles otra casa.

Valentina se desabrochó y abrió la puerta del coche para irse, pero Javier la cogió del brazo y la pegó a el. Puso una mano en su nuca y la besó apasionadamente. Valentina se sonrojó y salió del coche como una adolescente después de su primer beso.

Pero de nuevo, toda buena vibra, el hospital se encargó de eliminarla. Se acercó al mostrador.

Tras un rato, firmaron el alta de sus padres, y los llevó al coche que habia estado aparcado toda la noche en la calle. Estaba a punto de mentirles a sus padres, pero era por un buen motivo.


-Siento mucho lo que tuvistéis que vivir ayer, pero era necesario que lo conocierais -dijo ella.

-Como te atreves a decir eso? No puedo ni mirarte a la cara del asco -soltó su padre. Valentina respiró hondo.

-No estoy realmente saliendo con el -dijo. Y eso en parte era verdad. Se quedaron callados, procesando.- Necesito que me escuchéis y entendáis lo que os voy a explicar.

-Más te vale que te expliques -exigió su padre.

-Estoy saliendo con un agente de la DEA y estoy ayudándolo a cazarlo desde dentro -mintió. Pero mintió a medias.

-Aquel que paró el coche? -preguntó su madre. Ella asintió. 

Siguieron hablando mientras ella conducía hacia casa de sus padres, pues tenian mucho de que hablar.



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𝑨𝑻𝑹𝑨𝑷𝑨𝑫𝑨 𝑷𝑶𝑹 𝑳𝑨 𝑳𝑬𝒀 - 𝐉𝐀𝐕𝐈𝐄𝐑 𝐏𝐄Ñ𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora