Prólogo

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— ¿Papá está bien? —preguntó una pequeña Mérida, muy preocupada viendo cómo varios doctores entraban a la habitación que el rey Fergus compartía con su esposa.

Era su cumpleaños número 5, le habían regalado su primer arco —la familia real era una familia arquera— pero el festejo fue interrumpido por el temible oso Mor'du. La reina Elinor huyó con su hija mientras que el rey y sus soldados se quedaron a pelear contra el animal.

Solo lograron ahuyentarlo y el rey regresó al castillo luego de que la criatura le arrancara su pie izquierdo, por lo que requería atención médica inmediata.

— Sí, sí, se pondrá bien.— Elinor trató de calmar a su hija, la cargó y luego de unos segundos encontró una excusa para desviar el tema—Dime ¿Qué fue lo que viste en el bosque?

— ¡Una luz mágica! Era como el fuego pero azul y pequeña. —respondió entusiasmada la niña.

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Los años habían pasado y Mérida desarrolló una pasión por cazar con arco y flechas, se había convertido en una arquera casi perfecta y salía a trotar por los andes todos los días junto a su caballo Angus.

Pero también comenzó a hacerse más rebelde y su personalidad chocaba con la de su madre, quien trataba de convertirla en una princesa "perfecta" y "responsable" —como la heredera al trono y futura líder que era—, las peleas entre madre e hija no se hicieron esperar y se hicieron constantes.

Clases de historia, protocolos, administración de reinos, discursos que probablemente nunca daría en su vida, clases de música, ética y moral... ¡Elinor era insoportable! ¿Acaso nunca la dejaría en paz por solo cinco minutos? Mérida sí quería ser reina, pero lo sería a su manera, no a la manera de su madre.

Ella tenía tres hermanos llamados Harris, Hubert y Hamish. Trillizos que, como su hermana mayor, salieron a imagen y semejanza de su padre; niños pelirrojos de pelo rizado. Eran niños pequeños muy traviesos e inteligentes que siempre se salían con la suya, pero se les perdonaba por ser... "Pequeños". Aunque Elinor no lo veía tan así:

— Eres una mala influencia para tus hermanos, si te comportaras ellos se comportarían también. ¡Agh! Culpa tuya y de tu padre por consentirlos todo el tiempo.

Así era la vida de Mérida, regaños constantes y presión por parte de su madre. Pero no siempre fue así, hace años ellas eran muy unidas... Fue el destino quién las separó.

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Un día cualquiera mientras regresaba de una tarde cabalgando como de costumbre, llegó para almorzar, encontrándose a su papá contándole a sus hermanos la historia del cómo perdió su pie, una historia que a ellos no les entusiasmaba mucho pues ya la habían escuchado antes, varias veces.

Elinor estaba muy ocupada, ni siquiera estaba prestando atención a lo que decía su esposo, pues se encontraba leyendo cartas importantes. Entonces llegó el ama de llaves, quien le entregó nuevas cartas por revisar y su contenido la dejó muy feliz; Era momento de que Mérida consiguiera un esposo, alguien que la ayudara a liderar el país cuando fuese reina, así que le enviaron una invitación a tres reinos diferentes con hijos de la misma edad de la princesa para que compitieran por su mano... Y todos aceptaron.

— ¿Qué sucede ahora, madre?

— Tu papá tiene que hablar contigo sobre algo.

— ¿Que yo qué? —preguntó el rey

— Fergus...

— Ya ya, está bien. Mérida, ehhh, los lor—su esposa lo interrumpió.

— ¡Los Lords presentarán a sus hijos para pretenderte!

— ¡¿QUÉ?!

— ¡Sí! ¿No estás feliz? Tres chicos guapos, de tu edad, compitiendo en los juegos por tu mano ¿No es romántico?

— ¡NO!

— No entiendo por qué reaccionas así, es importante que te cases, tienes descendencia para continuar el linaje y alguien que te ayude a reinar y-

— ¡Pero no quiero! ¡No ahora!

— ¡Te estuviste preparando para esto toda tu vida!

— ¡Y qué! ¡No quiero y ya! No vas a obligarme.

—Enojada, la princesa se levantó de la mesa sin probar bocado y se fue a su habitación—

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Estaba muy molesta ¿Por qué tenía que casarse? No, realmente no le molestaba ¿Pero por qué ahora? Aún era joven y no quería compartir sus aventuras con alguien más, ni siquiera conocía a esos muchachos o había entablado amistad con ellos, si fuesen amigos suyos quizás lo dejaba pasar, pero eran desconocidos.

¿Por qué su madre quería controlar su vida? Apenas tenía 16 años, parecía que deseaba convertirla en una vieja amargada igual que ella.

Tomó su espada y comenzó a golpear uno de los pilares de madera que sostenía su cama, era una manera de liberar la ira, pero el estrés volvió cuando Elinor entró al cuarto para intentar "razonar" con su hija.

Mérida ya sabía lo que iba a ocurrir, cuando tenían este tipo de discusiones la reina siempre le contaba la leyenda de un antiguo reino que cayó hace muchísimos años. "No, no otra vez" pensaba la pelirroja.

— Hace años existió un antiguo reino... —empezó.

— Un reino anticuado. —siguió la princesa, con desgana.

— Su nombre fue olvidado hace mucho.— sacó un tablero de ajedrez y lo puso sobre una mesa, utilizó cuatro fichas para sostener la tabla desde abajo, como si fuesen los pilares de aquel juego.— Lo gobernaba un rey justo, gentil, de mano suave y que era muy amado por todos.

— Y envejeció, sí ¿Y qué?

— Cuando se hizo viejo decidió dividir el reino en cuatro regiones diferentes que serían gobernadas por sus cuatro hijos. Sin embargo, el hijo mayor quería ser el único gobernante así que siguió su propio camino ¡Y el reino cayó! —esas fichas que servían de pilares eran negras, menos una, una era blanca, la retiró y la tabla de ajedrez cayó al suelo.

— Preciosa historia, mamá.

— Más que una historia es una leyenda, ciertas o no, contienen lecciones para nuestro día a día, Mérida. Acepta tu destino, que la boda no es el fin del mundo.

—Se fue sin darle tiempo de hablar a su primogénita, quien cerró la puerta de un golpe cuando se fue—

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La relación madre e hija era... caótica. Ambas era casi como rivales o némesis, ninguna estaba de acuerdo con lo que opinaba la otra y querían imponer su punto de vista, casi todos los días discutían y jamás estaban de acuerdo.

Elinor quería criar a la hija perfecta, su propia versión de Mérida, su Mérida, y la princesa solo quería ser ella misma sin que la estuvieran molestando. Esto era un dolor de cabeza para Fergus y los pequeños príncipes ¡Cállense de una vez y dejen de joder, por dios! ¡Hablen con calma por una sola vez en sus vidas, que no es tan difícil! Bah, de qué serviría, de todos modos no era problema suyo.

Así como la hermana mayor se relajaba saliendo a cabalgar, Elinor tenía su propia forma de desestresarse: bordar, amaba bordar, había bordado muchas cosas en su vida y era su pasatiempo favorito. Ahora estaba trabajando en el que sería el bordado más importante para ella; estaba bordando a su familia. Un dibujo de la familia real tomados de las manos felizmente y ella tomaba la mano de Mérida.

¿Acaso fingía que todo estaba bien?

¿Acaso había alguna forma de cambiar a su hija?

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Pastel de Mamá //Brave Roleswap AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora