Winter kim tomó un sorbo de café y sonrió para sus adentros. Miró alrededor del café y se deleitó sabiendo que ninguno de los otros clientes podría saber sobre el secreto que actualmente guardaba en casa, en el armario debajo de las escaleras. Captó un atisbo de su expresión satisfecha en el gran espejo de la pared del café, luego miró su reloj. Eran las once en punto, ella realmente debería estar llegando a casa.
Acababa de salir de compras, después de todo, necesitaba asegurarse de que su invitado de la casa fuera alimentado y bebido durante los próximos dos días. La oportunidad de recibir a su jefe durante el fin de semana se había presentado durante la noche anterior y ella la había aprovechado con ambas manos. Ahora, mientras hacía el corto viaje desde el centro de la ciudad de regreso a su casa adosada victoriana de dos dormitorios, ensayó mentalmente sus planes para divertirse con su invitado.
Winter era una mujer muy atractiva con cabello rubio naturalmente ondulado. Era de estatura y constitución medianas, y tenía una figura bien proporcionada. Su tía abuela había muerto hacía un año y le había dejado una buena cantidad de dinero. El dinero había llegado directamente a ella porque su madre había muerto cinco años antes y su padre se había fugado con otra mujer cuando Winter tenía tres años.
Estaba decidida a no ser como su madre, que siempre luchaba para llegar a fin de mes. Había vivido al borde de la pobreza durante la mayor parte de su infancia y estaba condenadamente segura de que iba a conseguir lo que quería de la vida.
No era lo que llamarías una persona afable y amistosa. Le resultaba difícil confiar en la gente y mostraba poca empatía por su prójimo. Esto no se debía a que fuera misántropa o tuviera rencor contra la humanidad, era simplemente que sentía la mayoría de las emociones con menos intensidad que la mayoría de las demás personas. Ella era, sin embargo, una buena manipuladora de mentes y esto le serviría bien.
El dinero que le dejó su tía abuela había tenido un buen uso, lo había usado para comprar su casa y había invertido la mayor parte del resto en una cuenta de ahorros a largo plazo. Su única extravagancia era la ropa, y tenía el cuerpo y la apariencia para llevar a cabo esta indulgencia con buenos resultados. Todavía soltera a los veinticinco años de edad, le habían hecho proposiciones más hombres de los que quería recordar. Si no confiaba en la gente en general, confiaba aún menos en los hombres y estos la fascinaban poco.
Esta incapacidad de sentir mucho amor por su prójimo fue más que compensada por su capacidad de sentir deseo y satisfacción sexual. Su primer encuentro sexual había tenido lugar en su vigésimo primer cumpleaños. Todavía vivía con su madre en ese momento y era mecanógrafa en las oficinas del consejo local.
Había persuadido a un colega de trabajo atractivo para que fuera a tomar una copa de cumpleaños con ella. Sin mentirle directamente, había engañado a la colega al hacerle creer que varias otras chicas también estarían allí. Resultó que Winter y su 'amiga' Karina bebieron solas en el pub hasta que Susan preguntó en voz alta qué estaba pasando.
"¿Pensé que dijiste que algunas de las otras chicas vendrían?"
"Dijeron que lo harían si pudieran hacerlo".
"Bueno, ahora no vendrán, ¿verdad? Son casi las nueve, le prometí a mi papá que estaría en casa a las diez y media".
"Oh, vamos Kari, ya tienes veintiún años, eres una adulta a los ojos de la ley, puedes hacer lo que quieras".
"Según mi papá, no, él dice que mientras viva bajo su techo, tengo que cumplir con sus reglas. Cree que ya debería estar casada y con hijos en camino. ¡Hombres! Lo tienen todo resuelto, ¿no? ellos, o eres la hija de un hombre o el esposo de otro hombre y te tiene que gustar o agruparlo".
