Misión Suguru.

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Se remueve incómodo, tragando seco y cayendo en cuenta sobre la mucha sed que tenía. El uniforme le escuece, abre y cierra las manos mientras se estira un poco. ¿Qué hora era?

- ¡Satoru! - "Oh, ya veo que hora es" Piensa para sí mismo mientras intenta sentarse-.

- ¡Sí, ya escuché! -Responde de mala gana. Parpadea extrañado, sentía los ojos pegajosos- Ay no... -Se había quedado dormido así. No era su plan, la idea era meditar un poco qué hacer respecto a su nuevo "equipo"; sobretodo respecto a Suguru-.

- Bien, baja a desayunar ya mismo -Advierte Yaga a lo último, escuchando claramente las pisadas que indican poco a poco su lejanía-.

Revuelve sus cabellos con molestia. Agradecía tener otro uniforme, aunque no quería usar ese, se lamentaba mentalmente de no haberse puesto el pijama ni haberse ido a bañar al llegar la noche. Bueno, al cabo que le importa más sentirse bien que ir a desayunar cuando se lo piden.

• • •

El cuello aún le dolía incluso tras bañarse, ciñe con firmeza la toalla a su cadera y va secando sus cabellos mientras vuelve a la habitación. Quedándose de pie en seco al ver a dos intrusos en la misma.

- ¡¿Qué hacen ustedes aquí?! ¡Largo! -Espeta el de cabellos blancos, llevando las manos a sujetar con fuerza el costado que une la tela sobre su cadera, apenado de que lo vieran semidesnudo. La chica de cabellos cortos y lunar en su rostro ríe, sacando la paleta que lleva en su boca-.

- Lo siento, creo que me retiro... -La castaña mantiene su expresión divertida- Hasta luego Suguru... -La misma hace un pequeño ademán con su mano, cerrando la puerta tras de sí-.

Aquel mencionado estaba mirándose al espejo, pretendiendo no haber visto al dueño de la habitación. Se arregla un poco el fleco para luego ocultar las manos en los bolsillos de sus pantalones estilo dhoti.

- ¿No te vas a ir? -Pregunta nuevamente el peliblanco, claramente irritado de que el de moño se mantenga con esa tonta sonrisa socarrona sobre rostro. Lo estaba haciendo a propósito-.

- ...Ahí te dejamos el desayuno, insistí en que estuviera caliente, y lo está... -Dice con aquel tono característico de su persona- Hoy tenemos practica en la cancha... -Murmura, sin desaparecer la curva sobre sus finos labios-.

El de cabellos blacos había tomado asiento sobre su cama, procurando que no se vea absolutamente nada de sus muslos. Era molesto. Demasiado molesto.

Había estado solo todo su primer año en la escuela de hechicería, no tenía que compartir espacio con nadie, no debía hablar con nadie, y ahora de la nada aparecían esas dos personas y tenía que llevarse bien con ellas. Era demasiado. Ni siquiera cuando había sido niño tuvo que pasar por algo como ésto. No le gustaba conocer gente.

Y ahora estaba allí, dentro de su habitación, aquel chico de cabellos negros con aquella felina mirada insistente.

- Bien, gracias por lo del desayuno, si no te molesta- -Se queda corto, porque el otro chamán se gira y cruza los brazos sobre su pecho, ladeando leve su rostro y riendo por lo bajo. Aquello desconcierta al del vacío sin límites- ¿Qué?

- Nada, veo que ya no te sangra la nariz... Pero aún tienes marcas de mi puño en tu mejilla -Sus ojos eran inquietantes. ¿Cómo si acaso debía tomarse aquellas palabras?-.

- Yo también puedo ver aquella marca horrenda color morado en tu mejilla -Dice chasqueando la lengua el de ojos celeste, el pelinegro se gira extrañado a ver su reflejo nuevamente y haciendo que Satoru comience a reír a carcajadas-.

𝗜𝗻𝗲𝘅𝗼𝗿𝗮𝗯𝗹𝗲. 「 SATOSUGU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora