Capítulo 1

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Llegó el día.


La familia García se levantó a las cinco de la madrugada para preparar el viaje. El vuelo a Londres salía a las ocho y tenían que estar dos horas antes en el aeropuerto para facturar las maletas, etc.


Cuando sonó el despertador, Diana no se lo podía creer. No se lo quería creer. Solo deseaba que todo fuera un sueño y que pudiera continuar su vida en Madrid.


Pero no era así. La dura verdad era que ese mismo día iba a dejar toda su vida atrás, sus 17 años de vida se quedaban en España mientras ella viajaba a Londres para empezar de cero.


Cuando sus padres les comunicaron a ella y a su hermano que se mudarían a Londres a finales de verano por motivos de trabajo, los dos no pudieron evitar echarse a llorar. Pensar que tendrían que dejar todo lo que habían vivido, sus amigos, su familia, su hogar... y que probablemente no lo volverían a ver jamás...


Pero bueno, la vida es así. No todo puede ser perfecto y hay que ajustarse a la vida aunque no sea justa.


Así que, haciendo acopio de todo su valor, Diana se levantó de la cama dispuesta a prepararse y a sacar su mejor sonrisa aunque fuera solo por complacer a sus padres, quienes estaban muy ilusionados con el tema de la mudanza.


Cuando estaban a punto de salir, Diana gritó:


  - ¡Esperad! Se me olvida una cosa.


Corrió a su habitación y cogió del corcho que tenía colgado en la pared una foto. En ella salían todos sus amigos y amigas y ella en el medio, era una foto de grupo. Se la hicieron el día anterior, en la fiesta sorpresa de despedida que le prepararon sus amigos. Con el corazón en un puño, la guardó en su mochila y volvió con su familia.


Llegaron al aeropuerto, facturaron las maletas, desayunaron en un McDonald's y pasaron por el control.


Esperaron media hora hasta que pudieron entrar en el avión y sentarse en sus sitios correspondientes.


Diana sacó su iPod, se puso los cascos y se relajó. Cada canción le traía un recuerdo de su vida en España y no pudo evitar que una lágrima se resbalara por su mejilla. Así, escuchando canciones, acabó por dormirse.


Su hermano Adrián la despertó cuando era hora de bajarse del avión. Diana le miró a los ojos: también había estado llorando.


  - Ven aquí, canijo.- y le abrazó.

  - Diana no puedo, no puedo...

  - Escúchame. Sé lo duro que es para ti esto, estoy sintiendo lo mismo que tú. Pero debemos superarlo, cielo. No podemos estar así toda la vida, porque sabes que a partir de ahora nuestra casa está en Londres y no en Madrid. Así que sé fuerte pequeño, has estado en peores y las has superado. Esto no te va a costar, tampoco es tan malo. Además, me tienes a mí aquí a tu lado, para lo que quieras. Prométeme que vas a sonreír, a partir de ahora.

  - Hermanita, eres la mejor. Te lo prometo.


Un taxi les llevó a su nueva casa. Era un chalet enorme, con un jardín precioso y piscina incluida. Se repartieron las habitaciones y en seguida llegó el camión de mudanzas con un montón de muebles nuevos.


Mientras sus padres lo colocaban todo, Diana salió a explorar los alrededores. Eran las once y media de la mañana y había poca gente en la calle. A ella le encantaba improvisar, ver lugares nuevos. Empezó a andar y se dio cuenta de que era un barrio bueno, además de bonito.


Para pasar mejor el rato, se puso los cascos, siempre los llevaba consigo porque a veces la música era su único apoyo y la que mejor la comprendía, además de su hermano Adri, con quien mantenía una buena relación (de hermanos eh).


De repente, a lo lejos vio que se acercaba un grupo de chicos, eran cinco más o menos de su edad. La verdad es que no estaban nada mal, tenían esa belleza extranjera e inglesa típica: pelo rubio, ojos azules...


Pero el que más le llamó la atención fue un chico castaño de ojos verdes. Era realmente guapo. Cuando pasaron por su lado se quedaron mirándola como si fuera un monumento.


Diana, para hacerse la interesante, pasó de largo.


Cuando se hizo la hora de comer, volvió a su casa. Comieron y Diana les contó lo que había visto por el barrio. Pasaron el resto de la tarde colocando cosas en la nueva casa.


A eso de las seis de la tarde, llamaron a la puerta. Fue Diana a abrir y cuál fue su sorpresa al encontrarse al chico castaño de antes. El chico también se sorprendió, pero enseguida reaccionó:


  - Hola, me llamo Austin. Hemos visto que os habéis mudado hoy aquí y queremos daros la bienvenida. Mis padres y yo os invitamos a cenar a nuestra casa para conocernos, vivimos enfrente.

  - Encantada, yo soy Diana. Aceptamos agradecidos vuestra invitación. ¿A qué hora?

  - A las ocho, ¿os parece bien?

  - ¡Perfecto!

  - Pues allí nos vemos.- Austin le guiñó un ojo y se fue.


Diana anunció con una gran sonrisa:


  - Familia, hoy cenamos en casa de los vecinos.


A las ocho de la tarde, llamaron a la puerta de sus vecinos. Diana se había puesto muy guapa, quería impresionar al chico. Para ello, había elegido una falda de flores blanca y negra, un crop top negro, una chaqueta blanca y fina, y unas zapatillas blancas bajas. También se había maquillado.


La cena transcurrió perfectamente. Austin y Diana hablaron mucho y se hicieron amigos.  Adri conoció a la hermana de Austin, Jade, que también era muy guapa. Estuvo hablando con ella y le pareció muy  maja.


Volvieron a casa y Diana estaba muy contenta. Además de que su vecino era guapísimo, había conseguido su número de teléfono, se llevaba muy bien con él y habían quedado al día siguiente para ir juntos al instituto.


Si me dices que me quede.-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora