Segunda parte

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Tres meses, tres meses habían pasado del accidente de Izuku. Iba cada día que pasaba a ver a mi peliverde, con la esperanza de que un día llegara y me encontrara con mi pequeño novio despierto, sonriéndome y diciéndome lo mucho que me extrañó y que se arrepentía de haberse ido así, sin haberse puesto a pensar en lo que podía pasar. Mientras yo estaría ahí, disculpándome por haber desconfiado así de él, después de haberle dicho todas esas cosas horrendas y por casi haberlo lastimado. Suplicándole que por favor me perdonara, que no quería ser como mi padre.

Pero, eso era solo una estúpida fantasía, porque cada vez que llegaba al hospital, mi adorable Izuku seguía sin despertar ni mostrar signos de mejora.

Ese día llegué tan temprano como me lo permitía el horario de visitas del hospital. Hablé con el doctor como era de costumbre.

—El joven Midoriya hoy tampoco ha mostrado signos de despertar —explicó el doctor.— Me temo que hay que empezar a considerar lo peor

—¡No! —exclamé, claramente exaltado—. No pienso desconectar a mi novio

—Lo comprendo, joven, pero no puede estar así para siempre —dijo—. Además, las facturas no son nada económicas, en algún momento tendrá problemas para pagarlas

—Usted no se meta en cómo me las arreglaré para pagar los gastos médicos de mi pareja —dije más que molesto—. Solo preocúpese de hacer su trabajo y cuidar de él

El médico, estupefacto, no hizo más que disculparse y marcharse para dejarme a solas con Izuku.

Tras dicho confrontamiento con el doctor, me revolví el cabello y me di la vuelta para dirigirme a la camilla donde se encontraba mi novio.

Me senté a su lado y permanecí allí por varias horas, no sé cuánto tiempo pasé allí de no ser porque noté que el sol ya se estaba escondiendo. En eso llega una enfermera a decirme que ya se había terminado el horario de visitas y que me tenía que marchar, no sin antes animarme y decirme que podía volver mañana a la misma hora de siempre.

Con resignación tomé mis cosas y me levanté del asiento, no sin antes despedirme de mi amado y asegurarle que mañana también vendría a verlo.

Conduje hasta el que solía ser nuestro departamento. Al entrar, una vez más como cada vez que regresaba a nuestra casa, los recuerdos inundaban mi mente. Cuando hacíamos maratón de películas en el sillón mientras nos llenábamos de mimos. O cuando cocinábamos juntos en la cocina cada vez que nuestros días libres coincidían. O cuando estábamos en nuestra habitación teniendo una de nuestras tantas noches de intimidad.

Suspiré dejando las llaves encima de la mesa y me dirigí al dormitorio para cambiarme por unas prendas más cómodas. Sin embargo, no logré mi cometido al distraerme con una caja que sobresalía del fondo del clóset. ¿Cómo nunca antes la había visto?

La curiosidad me ganó y cogí la caja entre mis manos, me encaminé hasta la cama donde me senté. Allí me dispuse a abrirla, visualizando dentro de ella muchas cartas y objetos pequeños como collares, pulseras y otras chucherías.

Eran todas las cosas que le había regalado cuándo recién habíamos comenzado a salir.

Esbozé una sonrisa melancólica, recordando cada uno de esos momentos en que le di aquellos obsequios. Él había conservado cada uno de ellos y yo ni siquiera lo noté.

Estaba tan ensimismado en mis pensamientos que tardé en reaccionar al oír el timbre del apartamento. Extrañado, me dirigí hacia la puerta, no estaba esperando a nadie esa tarde.

El abrir la puerta me topo con Uraraka.

—Hola Todoroki —me saludó con una pequeña sonrisa—. Estaba sola en casa ya que Tenya tenía turno así que pensé en darme una pequeña vuelta por aquí, traje pastel

Perdón ➳ Tododeku (Two-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora