III

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Esa noche, JunMyeon no pudo dormir en su opulenta cama de invitados. La enorme mansión estaba sumida en el silencio. Desde el momento en que había llegado a Seúl, ese mundo de lujo y privilegio tan ajeno a él como el clima cálido, se había sentido como si estuviera viviendo en el sueño de otra persona. Sin embargo, no era un sueño agradable; era más bien como una pesadilla en lo que todo, incluso la forma que tenía la gente de comportarse, le resultaba extraño. Había hecho todo lo posible por agradar a su abuelo, lo cual había implicado sobreponerse a su timidez natural para ir a los eventos sociales cuyas invitaciones él había aceptado en su nombre. BamBam, el doncel adolescente de uno de los amigos de Sooman, lo había servido de acompañante en todas esas dolorosas incursiones en la alta sociedad.

JunMyeon había destacado por su invisibilidad en aquellas exclusivas reuniones sociales. BamBam pertenecía a una élite de ricos y consentidos jóvenes que vestían a la última moda, se volvían locos por practicar juegos irresponsables en las fiestas y se comportaban como si el mundo fuera un aburrimiento. JunMyeon los había encontrado tontos y superficiales y los donceles se habían comportado con JunMyeon como arpías. Una y otra vez, JunMyeon se había retirado tras su impertérrita sonrisa, sin atreverse nunca a contraatacar. Sabía que no se podía arriesgar a ofender a nadie, por miedo a que se quejaran a su abuelo. Ni una sola vez había olvidado que su objetivo principal tenía que ver con la desesperada situación de su padre.

Heechul era un célebre modelo de pasarela cuando conoció a Kim Hangeng y se enamoró de él. El joven Hangeng lo había cubierto de caros regalos y le había pedido matrimonio. Durante escasamente un año los padres de JunMyeon, amantes de las fiestas, habían recorrido el mundo en aviones privados saltando de una fiesta a otra. Confiando en que su amante pronto se convertiría en su marido, heechul interrumpió su carrera. Pero cuando heechul se quedó embarazado, Hangeng cedió bajo la presión de su padre y se olvidó con rapidez de sus promesas. Heechul se negó a abortar y él lo abandonó. Pero no antes de recordarle a heechul que no era virgen cuando lo había conocido y que, además, había adquirido una incómoda reputación por haber vivido abiertamente con él antes del matrimonio.

Recordando esos últimos insultos que su padre heechul había tenido que soportar, los suaves labios de JunMyeon se torcieron en una mueca de disgusto. Hangeng, aquel otro padre al que nunca había conocido había sido un hipócrita, un mentiroso y un canalla. Heechul había tenido que recurrir a los tribunales para probar la paternidad de su hijo y después de una larga batalla le habían concedido una lamentable pensión para el mantenimiento del bebé que, con frecuencia, el padre se había negado a pagar. ¿Entonces era de extrañar que su padre heechul hubiera empezado a beber demasiado? A los siete años, JunMyeon fue entregado temporalmente a unos padres adoptivos. Un periódico publicó una triste historia sobre la caída de heechul y Hangeng se sintió lo suficientemente avergonzado como para tomar medidas con el fin de asegurar que su exnovio y su hijo no acabasen sin techo y viviendo de nuevo separados. Se les proporcionó a heechul y JunMyeon una vieja granja en lo más profundo de Asan. Si bien heechul detestaba la vida rural, a JunMyeon le encantaba y frecuentemente tenía motivos para agradecer la seguridad que les proporcionaba el tener un techo que nadie podía arrebatarles.

Habiendo presenciado también las muchas y difíciles relaciones amorosas de heechul, JunMyeon guardaba muy pocas ilusiones acerca de los hombres. Si se había visto envuelto por un destello de romanticismo al pensar en SeHun, sólo podía ser el resultado de una estúpida ensoñación. Después de todo, era muy consciente de que los cuentos de hadas no ocurrían en la vida real. Los hombres ricos se casaban con personas ricas. Si un hombre rico se casaba con una persona pobre, esta persona debía tener, para equilibrar la balanza, alguna característica que lo redimiese, como por ejemplo una belleza apabullarte. Pero incluso en el infortunado caso de su padre heechul, la belleza no había producido ningún milagro. Del mismo modo, los hombres atractivos tendían a casarse con personas atractivas y SeHun estaba como para caerse de espaldas.

ENTRE DINASTIAS -SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora