Volvió a mirar de reojo a su izquierda cuando el auto se adentró en el recinto, ayudado por la seguridad para evitar la multitud que ya esperaba para entrar. Alonso seguía sin estar convencido de ir y le había costado varios días y algún que otro chantaje lograrlo, pero ahí estaba. Y le había tocado persuadirlo por una sola razón: sus pequeñas ya habían cumplido las 35 semanas y comenzaba la cuenta atrás para recibirlas. Pero ella se encontraba perfectamente, muy al contrario de lo que cualquiera pudiese imaginar, todavía tenía fuerzas y no pensaba perderse esa noche.
Habían pasado ya dos meses desde la reunión de Navidad y comenzaron el año despidiendo a su familia, quienes regresaron a México cuando ya no pudieron posponerlo más. Por suerte, el curso de repostería que le había regalado Alonso había sido la mejor distracción para no pensar en lo mucho que los echaba de menos. Ahora, desde hace unos días, su principal objetivo había sido ayudar a Jaime a organizar todo aquello para Fernanda.
—Al fin llegáis —dijo él, abriendo la puerta sin darle tiempo y ayudándola a bajar del coche. Nada más tomó su mano, pudo sentir cómo temblaba a causa de los nervios que no podía ocultar—. Pensé que no ibas a llegar, Regina.
—¿Cómo crees que iba a perdérmelo? Ni loca hubiera faltado —replicó, casi ofendida porque pensara así de ella—. Me costó convencer a tu amigo —Miró a su esposo, que solo suspiró mientras se encargaba de su hijo—, pero aquí estamos.
—Te costó convencerme porque en cualquier momento puedes ponerte de parto y estamos en un concierto —objetó, aunque sabía que ya no tenían vuelta atrás.
—Lo hacemos por Fer, amorcito, ¿acaso no merece algo grande para que Jaime se le declare?
—Lo merece y por eso estamos aquí —Alzó a Miguel y se aseguró de cerrar el coche—. ¿Vamos?
—¡Vamos! —exclamó emocionada, tomando del brazo a su amigo para caminar a su lado hacia el backstage.
Mateo los recibió personalmente, dedicándoles toda la atención que pudo antes de comenzar a prepararse. Cuando Jaime le pidió ayuda para hacer algo especial para Fernanda, no dudó en aceptar y eso fue lo primero que se le ocurrió. ¿Qué mejor regalo para su amiga que ayudar a su novio a declarársele frente a cientos de personas en el concierto de su artista favorito y con ellos de testigos?
Con el paso de los minutos, el momento se acercaba y ellos permanecían escondidos a un lado del escenario mientras Mateo daba inicio a su concierto y entonaba las primeras canciones. De haber podido, habría aceptado encantada subirse con él para interpretar la que le dedicaría a Fer.
—No consigo verlas, Regina, ¿estás segura de que llegaron? —cuestionó su amigo, cada vez más nervioso, tanto que su hijo estaba más quieto mientras bailaba y disfrutaba de la música que él—. Debían estar ahí, en primera fila.
—Están ahí —Señaló la primera fila, donde se encontraban Fernanda y Martina, su cuñada, que había sido su gran aliada para poder llevar a su mejor amiga al concierto sin que sospechara nada—. Es solo que estás muy nervioso. Tienes que tranquilizarte, Jaime.
—Es la siguiente canción —anunció en un susurro, dejando que ella le tomara las manos—. Todo tiene que salir bien, Regina.
—Claro que todo saldrá bien. Harás todo como lo acordamos y solo tienes que decirle lo que sientas en el momento, nada más. ¿Cierto, amorcito? —lo llamó, sonriendo al darse cuenta que estaba distraído cuidando de su Puntito y que también se divertía—. Amorcito.
—¿Eh? Perdona, tesoro —Agarró la mano de su hijo y se giró para mirarlos—, ¿qué me decías?
—Que me ayudes a tranquilizar a tu amigo, Alonso. Parece mentira que digan que lo son —Rodeó los ojos—. Míralo, parece gelatina de lo nervioso que está.
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Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomantikLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...