📖Levi's Memoirs📖

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Parte 4:

Pasaron los días y la cosa no mejoró con el ánimo de Ami, incluso se volvió más evidente para todos, puesto que si entraba al mismo sitio que ella, salía al instante llamando la atención del mundo. Hange, que era la nueva compañera de cuarto de Ami, se burlaba cada vez más por lo sucedido y me fastidiaba con el hecho de que ella si sabia a que se debía el enfado.

Así fue por una semana, hasta que un día antes de nuestro viaje a Marley, yo me encontraba dándole instrucciones a la chica del problema (de verdad que su nombre había desaparecido de mi memoria), instrucciones sobre que debían y que no debían hacer en la ausencia de la Legión. Estábamos en el área común, por lo que, inevitablemente, cuando Ami regresara de su revisión rutinaria en la ciudad, tendría que pasar por el lugar, no tenía de otra.

-Al menos podrías ir a la habitación de vez en cuando. - solté cuando al fin apareció y pasó a mi lado.

Estaba decidida a ignorar mi presencia, pero le sería difícil pues la chica presente la saludo con el respeto que su rango merece.

-Deja la habitación al menos una vez y quizá vaya. - me respondió sin darme la cara.

-Es mi habitación, ¿por qué haría eso?

Quizá no debí recordarle la propiedad en cuestión, pues al instante me volteo a ver, profundamente ofendida y amenazando con darme un golpe en cualquier momento. Di un paso atrás esperando lo peor.

-Tienes razón, es tuya, sacare mis cosas ahora mismo, ¿feliz? - se limitó a decir antes de marcharse.

-Para nada... - respondí, aunque ella no pareció escucharme.

Chasquee la lengua, me disculpe con la chica (pese a que ya le había dicho lo necesario) y seguí a Ami hasta la habitación. Una vez ahí:

-No necesito que me sigas para comprobar que me voy. - se quejo tomando una maleta.

Cerré la puerta detrás de mi y me quedé frente a ella a sabiendas de que para salir tendría que pasar sobre mi.

-No te seguí por eso. - le aclare.

-Ah, descuida tampoco me llevare nada tuyo.

-Tampoco es... - suspire. - ¿Podrías escucharme un segundo?

-¿Un segundo? - hizo una pausa mínima. - Listo.

-Ami...

-No, Levi, estoy cansada de ti, me largo.

-¿Cansada de mi? Tsk, ni siquiera se porque estas tan molesta conmigo.

-Que lo sepas o no, ya no importa. Me voy, dije.

Ya había comenzado a arrojar sus pertenencias dentro de la maleta, ni siquiera se preocupada por lo que hacía, pues parecía más concentrada en salir lo antes posible.

-No puedes irte, primero explicame que demonios sucede. ¿No crees que merezco una explicación? Somos familia, Ami.

Que yo dijera algo así, ya era el mayor nivel de desesperación que podía alcanzar, era mi último recurso pues sabía que ese tema tan delicado la haría recapacitar sus acciones.

-¿Familia? Yo no tengo familia, Ackerman, por si no lo recuerdas lo perdí todo en la ciudad Subterránea.

Me equivoque. Pero lo peor fue el golpe duro de la realidad que había dejado de lado por años.

-Y entonces, ¿qué se supone que soy para ti, Arai? - la cuestione un tanto ofendido.

Se detuvo un momento, pero prosiguió con su acción al instante; terminó de empacar y se aproximó a la puerta.

-Muévete. - me ordenó.

-No hasta que respondas.

-¡Ackerman, muévete! - repitió con mayor firmeza.

Nuevamente, el estúpido poder familiar me hizo obedecer la orden. Chasquee la lengua.

-Ami... - comencé a decirle cuando abrió la puerta.

-No me hagas ordenarte que te alejes de mi o que no me vuelvas a buscar por nada del mismo. - me interrumpió sin darme la cara.

-Esta bien, vete, pero al menos dime, ¿por qué? - insistí.

-Eso ya da igual.

Y se marchó. No entendía que sucedía y por lo mismo ni siquiera podía enfadarme con ella. Igual estaba frustrado por sus respuestas y, peor aún, pues no tenía ni idea de como refutarla, ya que evidentemente no éramos nada. Ojalá nada hubiera sido lo que sentí, en lugar de esa amargura y decepción.

Intente calmarme lo que quedaba del día, pero a falta de éxito termine en el mismo lugar de siempre, en aquella silla de madera, con la esperanza de que a media noche llegara Ami con lágrimas en los ojos porque volvió a tener esa pesadilla de la muerte de nuestra familia. No, no le deseaba que pasara una mala noche, solo pretendía que aquello fuera suficiente para volver las cosas a como estaban.

-¡Pequeñísimo Idiota! - me grito Hange a la mañana siguiente.

Eren, Mikasa, Armin, Jean, Connie, Sasha, Ami y Hange esperaban en el área común del edificio de la Legión, listos para ir al muelle donde ya nos debía de estar esperando Yelena para llevarnos a Marley.

-Tsk, no me fastidies o te arrojare del barco directo al mar. - me queje pasando a su lado.

Mi respuesta la hizo soltar una carcajada, aunque si lo pensaba bien, quizá se reía más por que creyó que no había notado el diminutivo que utilizo. Como fuese, no dijo más y sólo nos guió a todos a los caballos que usaríamos para llegar al muelle.

El camino fue más corto de lo que recordaba, tal vez porque últimamente era nuestra ruta predilecta y comenzaba a hacerla sin pensar. Como fuera, en lo que parecieron ser unos minutos llegamos al muelle que con tanto esfuerzo se había construido en pocos meses.

-Al fin llegan, ¿por qué tardaron tanto? - nos cuestionó Yelena.

-Ah, perdón, perdón. Tuvimos que dar instrucciones de último minuto. - se excuso Hange. - Además, el camino hasta acá es largo.

-Si, sería más rápido con el tren, pero tendrá que esperar ese proyecto. - concedió la marleyana rubia. - Como sea, creo que aun estábamos a buen tiempo para alcanzar al barco para turistas de los Azumabito...

El plan, como bien mencionaba Yelena era abordar uno de los barcos que nos indico Kiyomi Azumabito, el cual nos serviría de camuflaje para entrar a Marley. No era mal plan a mi parecer, más porque nos daría una excusa perfecta para revisar toda la ciudad sin que llamemos la atención.

-Bien, pues ¡Andando! - grito entusiasta Hange.

Tenía la impresión de que este viaje saldría mal, por muchas razones, una de ellas: una mujer demente y cuatro ojos llamada Hange Zöe.

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