DIECISIETE | Alegría de vivir

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Tony y Effy.


- Effy ha mejorado notablemente.


Después de escuchar ésa frase solté un largo y pronunciado suspiro. Mamá me miró y esbozó una sonrisa.

Noté como lentamente el nudo que tenía en la garganta desde que había entrado por esa puerta se deshacía y la sala, que en un principio daba grima ahora me parecía mucho mas acogedora.


Mamá cogió mi mano derecha y la izquierda de Cook. La apretó fuertemente mientras mostraba una sonrisa a la vez que el doctor hablaba. Mamá no sonreía desde hacía mucho tiempo. Las pocas sonrisas que conseguía eran de Jeffrey, el cual dejó para poder estar mas con su familia. A su manera lo estaba haciendo bien pero también se estaba haciendo daño a ella misma.

A lo contrario de mamá, Cook con la mirada transparente fijada en algún punto de la sala. Desde que conozco a Cook, le cuesta encajar cada una de las noticias que van llegando de Effy.

Cook al principió me pareció un tipo duro marcado por el pasado, pero en realidad es mas blando que un osito de peluche.


- Las sesiones han ido avanzando notablemente. No sé exactamente qué o quién le habrá empujado a hacerlo pero a Effy hay que felicitarla. La dinámica de las sesiones han cambiado mucho.

- ¡Es un milagro! -Exclamó mamá.

- Desde luego que lo es, aun así hay que seguirla de cerca, pero debemos tratarla con normalidad y con mucho cariño aunque sí es cierto que a causa de lo ocurrido es mejor no tocarla demasiado, para ella puede resultarle como una agresión.

- ¿Qué hay de lo ocurrido? Ella no nos ha contado nada. -Contestó mamá con preocupación.

-En las últimas sesiones hemos trabajado en ello, y cuando esté lista lo hará. No es facil. Ha pasado por una experiencia muy traumática. Tenéis que estar preparados a lo que se avecina, puede soltarlo en cualquier momento y para ella no es fácil todo esto.

- ¿Algo mas que tengamos que objetar? -Dijo Cook.

- No hijo, ya lo he dicho todo. Ahora a cuidar de ella -Esbozó una sonrisa.




El naranja del sol se colaba por la persiana e inundaba la yema por toda la habitación. Era la mejor parte del día. Antes me tumbaba y me ponía a pensar, en mi vida, en lo sucedido, en lo no sucedido como los sueños, a cuestionarme absolutamente todo hasta crear mi propia filosofía. Estar aquí no solo ha sido para curar mi enfermedad sino para expandir las alas y ver mas allá de ti misma y de tu día a día, me ha hecho pensar en el futuro, mi vida siempre ha ido tan rápida y tan llena que nunca he llegado a pensar en él. Quizás eso es lo que le llaman hacerse mayor.


Mientras doblaba la ropa y la colocaba en la mochila de encima la cama pensaba en lo que estaba por venir...

-¡Elizabeth! -Exclamó una voz.

Era una voz que podía reconocerla allá donde iba, era la inconfundible Rita.

-¡Rita! -Nos hundimos en un abrazo, ella me llegaba por el pecho, era pequeñita.

Rita era lo mas genial de todo el hospital, y sin duda la iba a echar mucho de menos. Era bajita y delgada, con un tono moreno típico de la habana agrietado por arrugas de la edad. Todo iba acompañado de un pícaro acento cubano y una enorme cantidad de energía, ¿cómo podía caber tanta energía en ése cuerpecito?

-¡Ay mi pequeña, caramba! Elizabeth ahora estas fantástica, -Decía al observar mi cuerpo- yo cuando tenía tu edad también era tan diva...

Lo que nos une a Rita y a mí es mucho mas que palabras bonitas. Rita es una especie de animadora voluntaria en el hospital, su función es hacer feliz a los pacientes o al menos intentar hacerles ver que hay algo mas de su propio hoyo. Rita me ha explicado muchas anécdotas de su vida, sobretodo de su vida amorosa. Que tenía tantos amantes en La Habana, otros tantos en Roma, unos cuantos en Mallorca, en Londres, Brighton... no sé si son verdad, pero si te lo crees, todas eran historias fantásticas con la gracia que tenía Rita en explicar las historias, pero sobretodo me quedé con una: París.

Corrían los años cincuenta. Ella era joven, un poco mas alta y delgada. Visitaba París, sola. Por aquellos tiempos, una mujer sola era un imán para los hombres, y a los hombres les ponía ver una mujer sola y autosuficiente.


>>Rita visitaba Camp-de-Mars, Rita estaba muy acalorada, era Julio y sentía que sus tacones se le clavaban como si calzara unos tornillos en los talones. La joven se sentó y se abanicaba con aquél abanico que Juan, un amante de España le regaló, lo agitaba mientras veía pasar a los transeúntes hasta que se le acercó un apuesto joven llamado Fabien. Era espléndido, rico, de ojos azules y moreno, con una sonrisa radiante y un mentón prominente. La invitó a cenar, sin conocerla de nada. Rita accedió. A partir de ahí Rita y Fabien pasaron un verano de lujo, se quitaban la noche y veían al sol nacer, andaban por cada rincón oscuro de París. Era una ciudad hecha para aquellos dos amantes de Mars.

>>Fabien nunca había conocido a una chica tan encantadora y misteriosa como Rita. Ella disfrutaba, pero creía que para Fabien era lo mismo para Rita: un amante. Pero el verano se acababa. Aquél joven Fabien quedó despechado tras la marcha de Rita, tan solo le dejó una carta de despedida. Al contemplar cómo Rita cambiaba de los dulces y cálidos paisajes de París a los fríos y grises de Reino Unido se daba cuenta de que Fabien le pertenecía y de que Rita le pertenecía a él. Él hico todo lo posible por Rita, la buscó, le pidió que se casara con ella... pero era demasiado tarde. Rita ya estaba casada, con un hombre excepcional... pero siempre quedaba Fabien. Hace unos meses ella viajó a París, a duras penas, con siete decenas de años a sus espaldas a su funeral. Rita agradece todo lo que hico Fabien por ella y arrepentimiento es una palabra que lleva una tras suya mas de cincuenta años.



- Ay muchacha, ¿se te ha comido la lengua el gato? -Reí, Rita fue sin duda la primera persona que hico reírme después de todo el percal.

-Así me gusta, que sonrías -Me acarició dulcemente la cara- Elizabeth tienes una sonrisa preciosa, deberías sonreír mas.

En aquel momento alguien picó a la puerta, se asomaba la cara de Cook.

-Effy, tenemos que irnos.

- Espera James, quiero despedirme. -Cook cerró la puerta de nuevo.

- Te voy a echar muchísimo de menos. Creo que incluso voy a echar de menos a todo éste hospital por tu culpa, has hecho que todo éste lugar sea mejor -Ella sonrió y me acarició las mejillas.

- Mija, que cosas tienes... ¿también hecharás de menos el control de las cuatro de la mañana o la comida de aquí? -Reí- Yo creo que no, cariño. Anda, coge la mochila, vete de aquí y no hagas esperar a tu Romeo. Nunca llegarás a saber lo arrepentida que estuve de no agarrar a Fabien, Tom era un buen chico... pero James seguro que es para ti el mejor tío del mundo -Me dio una cachetada en el culo, -¡Arreando!


Abrí la puerta y ahí estaba Cook, esperando apoyado en la pared. Estaba precioso cuando no le miraba.

-¡Ah, Effy! Déjame, ya llevo yo la mochila.

- Gracias Cook -Pasé la mano por el pelo de Cook y se lo despeiné.

- Ah, ¡Effy!

Pasó mi brazo alrededor de mis hombros, me giré para observar a Rita, apoyada en el marco de la puerta sonriéndome con los brazos cruzados.

Rita me guiña el ojo a modo de despido.



Skins: Esto aún no ha acabadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora