XVII: Las esposas

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En la mañana otra vez Zeth no estaba en el desayuno.

-Hade, ¿ya se ha levantado Zeth? - preguntó Anisa.

-No lo eh visto hoy señora- Contestó Hade.

-Con los vientos de hoy no creo que haya salido...- Comentó Anisa mirando por la ventana.

-Tampoco lo creo señora. Hoy la tormenta no deja ver nada.-

- ¿Se habrá ido a los establos a corroborar que los caballos estén bien? - Preguntó la mujer.

-Puede ser, pero no sabría decirle...- dijo la muchacha mientras terminaba de servir el café.

- ¿Nada lo detiene eh? Jeje- Mohamed rio recibiendo su taza de café de las manos de Hade.

-Es bastante inquieto, pero saltearse las comidas cuando tenemos invitados es una falta de respeto...- Comentó Anisa molesta.

-No te mortifiques Anisa, no queremos que ustedes estén pendientes de nosotros. – Dijo Latifa.

-No, ustedes no son molestia, son parte de nuestra familia, pero no me gusta que no esté en estos encuentros, son momentos para estar juntos...-

-Puedo ir hoy a los establos yo también papá? – preguntó Samir.

-No hijo, ¿no vez que afuera los vientos son muy fuertes? Mejor nos quedamos, podemos revisar la biblioteca, está lleno de libros y mapas muy interesantes, además deberías retomar tus estudios. -

- ¿Tienen una biblioteca? - preguntó Samira con interés.

-Si, ¿te gusta la lectura? -

- ¡Mucho! -

-En ese caso te gustará la nuestra, es bastante grande y hay libros muy variados. También los hay muy antiguos si te interesan los relatos de los tiempos prósperos.-

Samira pensó que de verdad la familia de los Kelubariz tenían un legado histórico, al no perder su nombre desde aquellos tiempos tan lejanos, que parecían leyendas, de cuando los continentes eran más cercanos y la tierra más húmeda y fértil, de cuando había tantas personas que no había empleo y los edificios en las ciudades se construían hacia el cielo, más cerca del sol. Todo aquello sonaba surrealista y imposible, el mundo había cambiado drásticamente desde aquel cataclismo que extendió los desiertos y separó aun más los continente, donde casi se extinguen los humanos y estos tuvieron que comenzar de nuevo. Había muchas teorías de los narradores al respecto de las eras prósperas, pero nada se  sabía a ciencia cierta. Lo cierto era que la humanidad había entendido tarde el gran daño que causaba a su mundo y tuvieron que volver a empezar.

A Samira le encantaba leer aquellas teoría, y también los poemas o memorias de los que conocen el mundo y lo recorren a diario. Pues su padre le había comentado que su amigo Zihad era un gran poeta y escribía sus memorias con una prosa privilegiada. 

Luego del desayuno, Hade quiso ayudar a Samira con sus vendajes por lo que la acompañó a su habitación.

- ¡Hoy están muchísimo mejor! – Exclamó con sorpresa Hade.

-Así es, anoche Zeth me dio esta loción y ungüento. La verdad que me han sentado de maravilla-

- ¿A ver? Oh claro se trata de aloe vera y llanten, es una hierba difícil de conseguir en los Oasis, solo la cultivan en una ciudad del oeste, bastante lejos de aquí, es muy efectiva ya lo veo, volveré a aplicarle como el le dijo. -

-Si... Hade, ¿crees que demorará mucho Zeth en volver? -

-Mnmn no lo sé. Si esta en los establos, tal vez si... les da muchos cuidados a los caballos, y tal vez esté asegurando que la tormenta los trate bien. Si quiere puedo avisarle que usted lo busca si lo veo-

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora