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Deja de atormentar te por Diana, amor mio, ella es un fantasma solo para ti

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Deja de atormentar te por Diana, amor mio, ella es un fantasma solo para ti. Yo pienso muy poco en ella y estoy seguro de que en su caso es lo mismo. No es el pasado, sino el presente, el que debería preocuparnos.

 No es el pasado, sino el presente, el que debería preocuparnos

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Sí, me acuerdo de todo. Me acuerdo de la vez que te pusiste a lloriquear porque Joel me había dado tus plátanos fritos, y no te callaste hasta que él y yo fuimos a la tienda a comprarte otros. Más tarde entraste a su habitación como si nada, y me diste una paleta de la rosa para aliviar tu culpa. Me acuerdo de que los sábados siempre te encontraba viendo la televisión de la sala a todo volumen, tirado en el suelo o en el sofá, rodeado de chucherías, en piyama aunque fuera más del medio dia, con el cabello rizado hecho un desastre.

Me acuerdo de la vez que llegué cuando Joel se estaba bañando, y tu madre me sugirió que fuera a ver la televisión contigo para que no me aburriera mientras lo esperaba. Le dije que sí por educación, todavía no te tenía la suficiente confianza como para llegar de la nada y sentarme contigo. Por lo que entré a la sala en silencio, y me senté en una silla que había en un rincón de cara a la pared. Saqué un libro, pero los fuertes ruidos del televisor no dejaron que me concentrara en la lectura. No te diste cuenta de que yo estaba ahí hasta pasada media hora, y eso porque tu madre llegó y me preguntó que hacía tan lejos. Levanté el rostro y la miré, ella te miró a ti entrecerrando los ojos, como si te culpara, tú la miraste confundido y después a mí. Dijiste «Hola» con una enorme sonrisa en los labios, y procediste a mover el revoltijo del sofá para hacerme espacio.

No me quedó más remedio que tomar mis cosas e irme a sentar junto a ti, con la única esperanza de que a Joel no le faltara mucho. Pero le faltaba, y mucho, nos dio tiempo de mirar la segunda mitad de Forest Gump. Por momentos te ponías a recitar los diálogos, que me dijiste sabías de memoria. Antes de que llegáramos a la parte en la que Buba le enumera a Forest los platillos que se pueden hacer con camarón mientras que lavan el piso con cepillos de dientes, me diste un codazo en el brazo diciendo emocionado:

—¡Me lo sé, escucha! —y te pusiste a recitar —El camarón es la fruta del mar... —con tal entonación que se sintió como si tu voz fuera parte de la película.

Érase una vez el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora