El cansancio y el sueño lo habían vencido apenas estuvo seguro de que Regina y sus hijas estaban bien. Los trasladaron a una habitación, avisándoles de que las niñas se quedarían unas horas en la incubadora por precaución, aunque asegurándoles que ninguna corría riesgo y que era simplemente por protocolo.
Y aún cuando sus fuerzas eran escasas, la felicidad que sentía era indescriptible y no se cambiaba por nadie. Ahora su familia había aumentado y volvía a ser padre, aunque en esa ocasión por partida doble y de dos niñas. Dos pequeñas que estaba seguro iban a ponerlo de cabeza, pero que amaba con toda su vida y a las que deseaba poder cargar, abrazar y hacer todas esas cosas que había imaginado desde el momento que supo que venían en camino.
—Alonso. Alonso, cariño, despierta —Sintió una mano en el hombro y el susurro de una voz femenina, obligándolo a abrir los ojos.
—¿Mamá? —La miró, restregándose los ojos un momento e incorporándose de inmediato preocupado. Miró a la cama donde descansaba su esposo y enseguida pensó en sus hijas—¿Qué pasa? ¿Sucedió algo con mis hijas?
—No, no. Tranquilo, cariño, que ambas están perfectamente —lo calmó, sentándose a su lado y ofreciéndole un vaso que supuso debía contener café—. Quería avisarte de que ya terminé mi turno y traerte algo para que tomes. Anoche no comiste nada, mi amor.
—Te lo agradezco, mamá —Tomó el vaso y dio un largo sorbo—. ¿Viste a las niñas?
—Me escapé hace un rato y estuve con ellas, sí. Son hermosas mis nietas, Alonso —dijo con orgullo, sacándole una sonrisa al ver cómo los ojos de su madre se iluminaban—. Hablé con su pediatra y me dijo que están sanas en todos los aspectos y que en un rato más las traerán para que Regina pueda alimentarlas.
—Está bien. ¿Jaime, Fer y Martina siguen ahí fuera?
—No, conseguí que Jaime las convenciera de llevarlas a casa para que duerman un poco y coman algo, pero no tardarán en regresar. Los tres están deseando conocerlas.
—No lo dudo —confirmó con una risita.
—Ahora descansa un poco más, mi amor, yo iré a casa a cambiarme y darme un baño para ir a tu casa y ver a mi nieto ¿de acuerdo?
—Sí. Te lo agradecería mucho, mamá, porque anoche Regina no dejaba de preguntar por él y seguramente querrá verlo.
—Lo traeré para que conozca a sus hermanas esta tarde y así vosotros podéis descansar un poco más —Asintió conforme y aceptó el beso que su madre dejó en su mejilla—. Nos vemos luego, cariño.
Le dedicó una sonrisa y la observó mirar un momento a su esposa antes de salir y dejarlos solos de nuevo. Intentó dormir un poco más, pero ya no logró conciliar el sueño. Aprovechando que su mujer aún descansaba, tomó la maleta que Jaime le había llevado la noche anterior y se aseó y cambió de ropa, encontrándola despierta cuando salió del baño.
—Buenos días, tesoro —la saludó, acercándose para besar su sien—. ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo?
—No, estoy bien, pero quiero saber de mi bebé. ¿Cómo está mi Puntito, Alonso? ¿Quién está con él?
—Mi padre y Emilia lo están cuidando, Regina, y ahora mi madre irá a casa también. No tienes que preocuparte por él.
—¿Cómo no quieres que me preocupe? Dejé a mi bebé triste y asustado, sin entender por qué teníamos que irnos sin él —sollozó, sacándole una leve sonrisa al darse cuenta que la sensibilidad que le provocaban las hormonas continuaba intacta—. Quiero ver a mi bebé, Alonso, y abrazarlo, llenarlo de besos y decirle lo mucho que lo amo.
ESTÁS LEYENDO
Eterna Tentación #BilogíaTentación
RomanceLuego de cerrar el caso que los unió, Regina y Alonso deciden instalarse en Ciudad de México para iniciar una nueva etapa en sus vidas. Felices, tranquilos y llenos de trabajo, disfrutan cada momento y cada día junto a su hijo. Ese pequeño que es el...