XIX

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JunMyeon no dijo nada, ya que le parecía que no era el momento ni el lugar de iniciar una discusión. El juez Siwon los saludó con gran amabilidad. Toda su persona irradiaba honestidad y eso tocó algo en el interior de JunMyeon, haciendo que se estremeciera. ¿Cómo podía recibir una bendición civil si cualquier palabra que se dijera no tenía sentido ya para JunMyeon? ¿Cómo podía seguir negando que aún amaba a SeHun? ¿Sería de verdad tan estúpido darle otra oportunidad? Cuando SeHun introdujo un nuevo anillo de boda en el dedo de JunMyeon, este sintió un hormigueo de emoción en la garganta. Después de que acabara la ceremonia civil, JunMyeon ya no sabía qué pensar y ya no estaba tan seguro de seguir queriendo resistirse a SeHun.

SeHun lo condujo a otra habitación donde se había dispuesto una mesa con mantel de lino y cubertería de plata.

—¿Sólo para nosotros dos? —preguntó JunMyeon.

—Tres es multitud y te quiero para mí solo. —aseguro SeHun lamiéndose los labios.

—¿Y quién cocina? —JunMyeon se había decidido a no mostrar su sorpresa por los elaborados preparativos que SeHun se había tomado la molestia de organizar.

—Hice que un chef de París volase hacia acá. Esta vez quiero que todo salga perfecto conejito. —le dijo SeHun sin dudar un momento—. Te mereces lo mejor y yo como tu adorado esposo estoy dispuesto a dártelo.

Las velas fueron encendidas por un grupo de sirvientes tan discretos y silenciosos como las sombras. La comida estaba deliciosa. JunMyeon picoteó de los diferentes platos, mientras escuchaba las melodiosas subidas y bajadas de entonación en la sensual voz de SeHun, reconociendo que, después de todo, la compañía era inmejorable. De vez en cuando JunMyeon echaba un vistazo a los duros y bronceados rasgos de su cara, a sus hechizadores ojos o la hermosa forma de sus labios. El corazón de JunMyeon comenzaba a galopar y, entonces, centraba de nuevo la atención en la comida, lamentando el hecho de que, de cuando en cuando, se pusiera a fantasear como un adolescente.

Al poco, su atención se desviaba de nuevo y pasaba a centrarse en su nueva y reluciente alianza. Había sido un regalo muy tierno que JunMyeon apreciaba mucho, porque hacía mucho tiempo que JunMyeon había abandonado su anterior alianza. Al estudiar la delgada banda de platino del anillo, la máscara de cinismo de JunMyeon amenazó con venirse abajo y se preguntó si era posible que a un leopardo se le cayeran las manchas y se transformase en un marido fiel, dispuesto a abrazar un hogar y una familia.

—¿Hay suficiente comida? —preguntó SeHun.

JunMyeon asintió, con temor a que, si hablaba, el hechizo con que SeHun lo había encantado se rompería.

Levantándose de un salto, SeHun le tendió la mano. JunMyeon le dio la suya sin siquiera pensar en ello.

—Bailemos conejito. —dijo SeHun.

—¿Cómo vamos a bailar? —se rió JunMyeon mientras SeHun lo sacaba de la habitación.

Y entonces empezó a escuchar la música. JunMyeon se encontró con la jovial mirada de SeHun y le preguntó sorprendido:

—¿Hay músicos ahí arriba?

—Están tocando para nosotros conejito. —abrazándolo SeHun lo hizo girar sin dejar que tomase aire—. Hace siete años te negaste a bailar conmigo.

—Me daba mucha vergüenza bailar delante de tantos invitados. —contestó JunMyeon—. Pero tal vez si no me lo hubieras pedido tan sólo una vez...

—Me hacía el duro. No sabía qué otra cosa hacer. Todavía era un crío y mi orgullo estaba herido. —respondió SeHun— Tu abuelo había comprado un marido y todo el mundo lo sabía...

ENTRE DINASTIAS -SEHODonde viven las historias. Descúbrelo ahora