Capítulo 9

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VIOLETTA

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VIOLETTA

—Espera, Violetta, espera. —Me detiene cuando estoy quitándole el cinturón. Ya le quité la playera y él me ha quitado la chaqueta, creo que la tiró en alguna parte de la estancia.

—¿Qué pasa? —pregunto, agitada.

—No puedo. —Él respira igual de acelerado que yo. Intenta separarme pero yo me aferro a sus pantalones—. Me hicieron una orquiectomía.

—¿Y qué tiene eso? Ya lo sé, recuerda que tenemos dos amigas chismosas que son novias y se han encargado de contar nuestras intimidades, seguro ya sabes de mi lunar en la nalga izquierda en forma de mariposa. —Le quito el cinturón e intento besarlo pero se ríe de nervios y entonces caigo en cuenta de todo. Niego con la cabeza—. ¿Te incomoda eso?

Que se lo pregunte lo hace descolocarse y suelta otra risa nerviosa. Y yo no tengo idea de por qué no me está causando un cambio de opinión en general, ni siquiera el hecho de saber que esto está mal en muchos sentidos. Mis hormonas me juegan chueco ahora, y no pienso contradecirlas porque lo he hecho todo el día y eso ha dolido un poco. Que jueguen lo que quieran, ya estoy agotada de reprimir la necesidad que tengo de tener sexo.

—Es que siempre suelen hacerme preguntas raras, pero en sí no me incomoda a mí, ya lo superé, creo. ¿Te incomoda a ti?

Tomo aire y lo suelto. Esto no va a llegar a ningún lado.

—Eh… no. Y créeme que no planeaba hacerte preguntas de nada, solo quería... Lo siento, Dios, qué situación tan más loca, ni siquiera yo tengo claro lo que quiero que hagamos ahora. —Me cubro la cara.

Izan, para mi sorpresa, toma mis manos para separarlas de mi cara y besa una de ellas de las coyunturas. Mis ganas de ser tomada por él no se han ido y parece ser que no lo harán porque cada uno de sus movimientos las están intensificado.

—¿No te molesta eso a ti? —Parece avergonzado al preguntarlo de nuevo.

—Claro que no. —Estoy demasiado ansiosa, demasiado para mi gusto—. ¿Podemos dejarlo así? Creo que ya me estoy sintiendo apenada, quizás hacerlo sea una locura. Echémosle la culpa a tu amigo el impulso.

Es mi turno de soltar una risa nerviosa ante mi mal chiste. En realidad quiero seguir, pero no quiero que su complejo lo abrume, ante todo no quiero que piense que estoy siendo lo demasiado urgida como para que se sienta presionado y le exija que me posea a pesar de que él no quiera.

—Sí, es cierto, el impulso es el culpable. —No me suelta, más bien lo que hace es poner mi mano en su mejilla, la que le golpeé, y suspirar—. Ya me voy, ¿está bien?

—Sí, sí.

Pero no lo hace, y yo por supuesto no protesto ni cuando nos vamos ensamblando como rompecabezas, despacio, hasta terminar abrazados y con nuestros rostros demasiado unidos pero sin llegar a besarnos aún. Nuestras respiraciones se mezclan, no sé qué está pasando, pero me gusta, me agrada, me hace sentir tan bonito. Me hace sentir adorada, deseada, como si fuera lo más especial que hay en este momento para él. Como si esto fuera lo más esperado en mucho tiempo por ambos.

Desliz en camino© [Ya en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora