OO2. Road to utah || Joel Miller

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-¡Te vas a arrepentir! -Grité lo que más pude. Más el hombre que estaba del otro lado de la reja, sonrió burlón. -¡Idiota!

-Grita todo lo que quieras. Nadie te escuchará más que estas cuatro paredes. -Dijo y volvió a sonreír. Guiñó un ojo y se fue, dejándome entre las cuatro paredes que durante dos días, habían sido mi cobijo. Me senté en una esquina y comencé a pensar en cómo salir de ese lugar. Había dos personas esperando mi llegada al refugio que habíamos improvisado.

-Joel...Ellie. -Suspiré apesadumbrada. -Dios quiera que se encuentren bien. -Murmuré para mí. Y es que el último viaje que realizamos no había sido todo un éxito. Tras encontrar la facultad de ciencias donde Marlene nos había enviado para cuidar a la niña, todo había empeorado. Ellie era la razón por la que junto a Joel seguíamos en pie. Nos propusimos a ayudarle a encontrar aquel recinto con el fin de que "Las Luciernagas" pudiesen convertir la sangre de la niña en un antídoto para el inminente brote que sufrió el país luego de que un hongo se apoderara de todo ser humano y los volviera salvajes. Era un caos. Todo era un caos hace más de veinte años y Ellie, era la salida a toda esta locura.

Luego de dar con el paradero de Tommy, Joel decidió seguir el paso y cumplir con lo que Marlene le pidió. Ellie, después de todo, se había ganado el cariño de Joel y él, aunque no fuese muy expresivo, estaba dispuesto a ayudarla. También yo. La pequeña nos dio una razón para seguir, y ese era, un futuro mejor. Lejos de FREDA; lejos de mi padre.

El detalle de toda esta locura: Joel había sido herido por un saqueador. Y tanto Ellie como yo, no habíamos encontrado medicina hasta hace dos días atrás, cuando en mi incursión por salir por algo de comida, me encontré con un hombre que se decía llamar Davis, el Pastor.

Me levanté del suelo y proseguí observando alguna falla en la puerta de la reja frente a mí. Mi navaja y mochila habían sido requisadas luego de que me atraparan acechando entre la nieve. El dolor en mi frente me recordaba el culatazo que uno de sus hombres me había proporcionado desprevenida. Luego, la celda. Todo había sucedido muy rápido.

Proporcioné un par de patadas a la reja, con fuerzas, creyendo que esta por arte de magia se derribaría. Chillé ante el dolor que se alojó en mi rodilla. Sin embargo, la desesperación al ya no tener un plan de escape, me superó.

-¡Está bien! -Grité. -Conversemos. -Más solo sentí silencio. Nadie se hizo presente. -David, maldito hijo de...

La puerta se abrió.

-Cuida tus palabras. Dios lo escucha y ve todo. -Dijo. Escupí al suelo, en dirección a sus pies. -Me agradas, sabes. Creo, que tenemos muchas cosas en común.

-¿Aparte de matarnos el uno al otro? No, creo que nada más. -Bufé. -Déjalos en paz.

-Mató a uno de mis hombres, __________. -Me recordó David, con una sonrisa ladina. -Y los de allá afuera, me ha estado pidiendo tanto tu cabeza como la de tu compañera y tu hija.

Pedro Pascal - Joel Miller || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora