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Narrador Andy

¡Vaya situación en la que me he metido! No solo tengo a Amanda enseñándome a nadar, sino que ahora también Abigaíl se ha sumado a la aventura. Las dos chicas se miran con una sonrisa cómplice mientras yo trato de ocultar mi nerviosismo. ¿Qué más podría salir mal?

Abigaíl me gustaba en el pasado, pero nunca pensé que algo llegaría a pasar entre nosotros. No es que fuera de mi clase en mi anterior instituto; simplemente nos conocimos después. Creo que nos llevamos bien, pero después de eso no pasó nada. No teníamos tiempo ni para hablar, así que nunca reflexioné sobre si ella estaba también interesada en mí. Avancemos al presente.

Amanda intentó enseñarnos a nadar a mí y a Abigaíl, dándonos instrucciones uno por uno para que nos salváramos en caso de fallar en el aprendizaje y nos ahogáramos.

Primeras Lecciones

La verdad es que me fue bien. Ahora que tengo mejor estado físico que antes, no lo vi tan difícil, y lo mismo con Abigaíl; no tuvimos ningún problema. Pasamos a las maniobras de buceo y acabamos ese mismo día. Nuestra misión, o la ilusión de Amanda de verme buceando con ella viendo los peces en vivo, quedó ya para la práctica del siguiente día.

Esa noche, Amanda vino a mi camerino y me dijo:

—¿Quién es Abigaíl? —lo dijo de forma muy seria y directa.

—Solo éramos amigos en el otro lugar donde estudiaba —comenté mirándola—. Tampoco éramos tan amigos, a lo mucho, hablamos unas tres veces y nada más.

—¿Puedo dormir hoy contigo?

—¿Qué? ¿Para qué? No puedes —contesté exaltado.

—Tienes miedo al éxito —dijo ella en tono creído.

—Por mí no hay problema, si tú quieres eres bienvenida, pero mira, mi cama es pequeña.

—No quiero que otra chica se meta en tu cama, así que yo te cuidaré de ella.

—Pero te dije que fue casi qué casualidad haberme encontrado con Abigaíl aquí.

—Las casualidades no existen. Si estoy aquí es por ti.

—¿Por mí?

—Me dijiste que te gustaba por teléfono, y después de ello todo nos llevó a estar juntos.

—Sofía va a saber que vamos a dormir juntos.

—Obvio, ella me dijo que te iba a matar si me hacías algo.

—¿Uy, algo como qué a ver?

—Pues, algo como terminar conmigo, dijo que deberías contratar a tus mejores guardaespaldas a tiempo completo si me haces llorar.

—Te digo algo que me da mucha vergüenza.

—Dime.

—Normalmente, no me pasan cosas buenas, y que seas mi novia no me lo creo. Pensé que era el chico malo que no le daban nada en Navidad.

—¿Quieres un pellizco o un beso para regresarte a la realidad y con ello demostrarte que soy real?

—Si mañana morimos, habré muerto feliz porque logré conocerte y quererte.

—No digas eso, idiota, que me das miedo, y haces que me arrepienta de ir después.

Después de eso nos reímos, le di un beso y, como ella dijo, se acostó a mi lado y pasó la noche junto a mí. Toda esa noche estuve aguantando las flatulencias, pero ese era el precio que pagué por pasar esa linda noche.

Colegio de ricos, seguramente no te lo puedes permitirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora