La apariencia de su rostro era de perturbación absoluta. Obito no estaba seguro de haber dormido bien las últimas noches; Pensando en pros y contras, dividiendo todo en A y B, en B y C y C y D.
O mejor dicho en M y P, H y M.
Después de tanto pensar, se diría así mismo: Mi mamá. Y dormiría tranquilo.
Obito no quería tomar un bando, pero si tenía que elegir se iría con su madre. No importaba qué no supiera cocinar. Podían contratar a alguien, además estaba aprendiendo. Madara era más estricto que Hashirama, pero era Madara quien siempre lo había cuidado. No es que Hashirama sea un padre ausente, es solo que Obito era un hijo de mamá.
Es así, siempre está el padre que irá por tu medicina mientras estás enfermo y el que se quedará contigo sin importar qué. Ahora que lo piensa, parecía que ya había tomado un bando desde hace mucho tiempo.
La cosa era que tampoco quería dejar a su padre. Pero no quería vivir en otro lugar donde no estuviera su madre como para vivir con su padre.
Quería que Hashirama cocinara todas las mañanas para ellos como siempre. Que mientras almuerza bese su frente como forma de saludo y después cargue a su hermano y haga lo mismo, antes de entregarle toda su atención a su madre y presionar sus labios con los contrarios. Obito siempre se volteaba en esta parte. Que lo llevara a la escuela y silenciara su teléfono porque no permitía que el trabajo interrumpa las conversaciones con su hijo.
Tener la certeza de que cuando Shisui llorara en las madrugadas su madre no estaría solo. Y que lo arropara cuando Madara estuviera ocupado o realmente cansado.
También peinaba a Madara por las mañanas y le daba un beso en la nariz. Ese era un hábito que Obito sabía que en un futuro compartiría con su compañero.
Y ahora que lo piensa, quizás fue esta acción quien sacudió todos sus sentidos. Hace una semana su padre había tenido que salir temprano; Su madre hizo el almuerzo —Obito prefería comer la papilla de Shisui, pero no pudo rechazar del todo lo que Madara había hecho, así que terminó comiendo— Obito no pensó en la ausencia de Hashirama el resto del día como un indicio de problemas, lo tomó como una emergencia. Los problemas vinieron cuando esa emergencia se extendió una semana, ¿por qué tenía que ser tan temprano? ¿Por qué Hashirama simplemente no lo posponía? Estaba tan molesto que descaradamente comenzó a llamarlo Hashirama.
Además, fuera de comer un terrible intento de Hot cakes que parecían hechos con vómito en lugar de masa, estaba molesto porque su madre no había tenido el beso en su nariz.
Y además de molesto, estaba triste, triste porque sabía que su madre estaba triste, cansado y además tenía que cocinar para ellos.
Obito no pudo evitar notar, ambos vivían en la misma casa y no parecían encontrarse. Hashirama estaba en su oficina y Madara algunas veces entraba para preguntarle si quería comer algo. Ese era su único contacto.
Obito no podía dejar solo a su madre, además, ahora necesitaba toda la ayuda que le brindaran, y él absolutamente no quería abandonarlo. Obito podía aprender a cambiar pañales, bañar un bebé y hasta cocinar. Se visualizaba, recibiendo dinero de su padre cada semana y siendo visitado por él algunas veces. Si estaba tan ocupado ahora que vivían juntos, no imaginaba como sería al estar separados.
Empujó la puerta principal, su madre fue lo primero que encontraron sus ojos. Estaba bostezando con un bulto de ropa que se dirigía a la lavandería.
Los ojos de Madara también se encontraron con su hijo mayor. Su rostro se suavizó.
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó inconscientemente. Cuando Obito se acercó a él, retrocedió—Báñate y cámbiate, tengo un bebé, recuérdalo.