—¿Por qué tengo el presentimiento de que este año va a ser distinto?
El comedor de la cabaña más grande estaba lleno, pues había llegado la hora del almuerzo, y con solo ver la gran fila para cada uno tomar lo que quisiera, era claro que todos los adolescentes estaban hambrientos.
Los alfas, betas y omegas llevaban sus uniformes verdes; algunos solo la camisa blanca y unos otros simplemente con lo primero que vieron, pues el uniforme era opcional dentro del lugar.Había un gran bullicio en el lugar por las risas, charlas o personas que cantaban para matar el aburrimiento en lo que conocían sus nuevas amistades que lograron formar. Maxi había hecho amigos al instante; como Olivia, Santiago y Ava, los últimos siendo hermanos. Y claro, Cristiano junior, quién era un amigo de la familia y pudieron coincidir en el campamento (muy extraño por parte del portugués, pero seguro que su esposa quería que su hijo tuviera algo de conocimiento por el país de su origen).
Ahora mismo estaban tomando alguna fruta como aperitivo; desde manzanas, bananas hasta frutillas y mandarinas. Sin duda a Gladys, la encargada del lugar quién ya era un poco más adulta, amaba la última nombrada, y estaba ansiosa de degustarlas.
—¿No querés un poco?— preguntó, mirando al muchacho de hebras teñidas a su lado.
—No gracias, soy alérgico. — respondió Giovanni tomando una manzana antes de irse a buscar un lugar libre.
La anciana rió por la respuesta, debía suponerlo. Había leído un par de acotaciones sobre los adolescentes y en alguno de ellos leyó sobre esa alergia. Solo que claro, cuando observa a su otro costado, se encuentra con unos claros ojos de intenso celeste.
—¿No pensás que las frutillas son riquísimas?
—En realidad, soy alérgico a las frutillas.
—Ah, claro..¿No me habían dicho eso ya? — preguntó para sí misma volteando a ver donde el muchacho de seria apariencia ya no estaba, y luego volvió a mirar hacia el otro muchacho de aspecto simpático, y tampoco estaba allí. —La vejez me va a salir caro algún día.
Algo en particular por lo que los padres enviaban a sus hijos ahí, además de la inclusión que creaban con las castas, era sin duda la diversidad de talleres, juegos y secciones que el campamento tenía. Desde natación en el río, vóley en un gran espacio verde, hasta fútbol en una práctica cancha en el césped.
Giovanni no quería presumir, pero era bastante bueno en ese deporte. No sabía si porque su padre y Rodrigo; su tío, le enseñaban un poco los días que hacían asado. Sin duda, muchos opinaban que parecía que él nació para aquello; desde la iniciativa para quitar el balón, hasta incluso los tiros libres que le llevaban a siempre salir victoriosos, y eso no era sorpresa para la pequeña audiencia que veían sorprendidos los goles que anotó.
Y aunque era una simple tanda de penales contra Santiago, un muy buen portero, nadie parecía querer retarlo a jugar.
—Che, ¿Se puede unir uno más?
Al menos, hasta que el Dybala menor decidió que era hora de jugar.
Ninguno de los dos se había mirado más del tiempo necesario, pues Paredes traía una gorra que no permitía que lo vieran del todo, y el contrario estaba concentrado viendo a Olivia emocionada de ayudarle a colocarle los botines, aunque solo debía atarlos.
Giovanni frunció el ceño ante la seguridad con la que el más bajo se plantó frente a él con la pelota apoyada en su pie izquierdo.—Vos y yo, sin arquero ni nada. — declaró el chico, que a juzgar por su porte, parecía un alfa (aunque el aroma impregnado en él, le dejaba dudando).
—Dale, no tengo ni un problema.
Uno estaba frente al otro, y cuando oyeron el sonido que daba inicio al pequeño partido, empezaron a concentrarse en conseguir el balón, cueste lo que cueste.
Los amigos de ambos miraban asombrados como parecía ser un juego bastante sincronizado, pues el más alto sabía marcarlo muy bien e incluso rápido, y el de ojos celestes tenía una gran habilidad para desmarcarse, y además, una buena zurda; intenten negárselo al marcador que mostraba un "4-3" a favor del joven castaño.
Los dos se sentían frustrados por no tener un descanso en el juego, pues siempre conseguían arrebatarle la pelota al otro y no llegaban al arco como sucedía antes. Entonces, poco a poco empezaron a alejarse de la cancha, pues dejaban de querer anotar gol, si no, querían sentir el poder sobre el otro (típico de alfas adolescentes), para no dejar su ego herido. Giovanni se sentía victorioso, pues ahora él tenía la posesión de la pelota y solo debía distraerlo con un par de jueguitos.
O eso pensó.
Porque cuando menos esperó, el proveniente de Italia le hizo una barrida que provocó que Paredes cayera sobre un estanque con agua, mojándose por completo.
Maximiliano se levantó rápidamente al ver lo que hizo. Por eso, sosteniendo el balón entre su brazo y cadera, extendió una mano hacia el de hebras teñidas. —¡Perdóname! No fue a propósito.
Pero el alfa completamente empapado, no se sintió satisfecho con la disculpa, asique apenas sujetó la mano del muchacho, lo jaló con él hacia el pequeño estanque de agua. Este mismo soltó una carcajada al ver que cayó de cara, pero al menos sentía que estaban a mano.
Ambos se levantaron quedando de espaldas al otro; el primogénito Paredes se quitaba la gorra mojada para estrujarla, riéndose al escuchar un "re culiado" de parte del más bajo, quién se quitaba mechones castaños de su rostro.
—¡Lo mejor que ví!— halagó el rubio, que parecía hacer de árbitro en el juego. —Como este pibe fue el último en quedarse con la pelota, estoy orgulloso de decir que tenemos un nuevo campeón futbolero que viene de Roma, Italia; Maximiliano Dybala. ¡Ahora, estrechen sus manos, dale!
De mala gana se giraron, quizás por el incidente y luego venganza del contrario. Pero cuando los dos quedaron de frente, abrieron sus ojos (formando un curioso cruce de azul verdoso) sorprendidos por lo que veían; la misma expresión en sus rostros, la misma nariz, un lunar por la cara. Eran aterradoramente iguales. Demasiado extraño, pues tenían pequeñas diferencias que eran minúsculas, como el color de cabello, algún piercing o la piel ligeramente más bronceada del otro, pero aún así, era como verse en un espejo.
Las miradas de sus amigos se posaron en ellos, que parecían igual de sorprendidos que los protagonistas. Pero de cualquier modo, los gemelos se vieron obligados a estrechar sus manos, separándose casi al instante cuando sintieron una conexión sospechosamente familiar.
—¿Que miran estos logis? — preguntó Giovanni en un murmuro.
—¿Sos ciego o boludo? — inquirió el más bajo colocándose una vincha elástica que solía utilizar su madre para sostener su cabello. —¡Somos iguales!
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JUEGO DE GEMELOS.
Fiksi Penggemar• Mɑximiliɑno γ Giovɑnni son dos gemelos que ɑl nɑceɾ, fueɾon sepɑɾɑdos poɾ sus pɑdɾes. Mientɾɑs que uno vive con su pɑdɾe en Aɾgentinɑ, el otɾo pɑsɑ su vidɑ en Itɑliɑ. Poɾ eso, con miles de kilómetɾos sepɑɾɑ́ndolos, eɾɑ imposible que coincidieɾɑn...