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Sadie

Christian vivió siempre del lado de las familias privilegiadas. Él no es capaz de comprender el que se siente ser una niña no deseada y por lo tanto no querer celebrar tu cumpleaños.Es decir, si ni siquiera tu propia madre te quería viva, ¿Cuál era el propósito?

He vivido estos meses en una comodidad que antes para mí hubiera sido impensable. Y es algo  para lo que le estaré eternamente agradecida, pero... No le entiendo el propósito a las fiestas de cumpleaños. Mucha gente, música, mucho ruido, mucha atención. No es lo mío, he de admitir. Y realmente cuando se inundó la cocina, creí que la fiesta se iría a cancelar. Pero la cosa continuó, y sinceramente solo quiero que él sea feliz, además, es solo un día, y un día sin Layla.

En la mañana en el hotel fue divertido. Christian me bajó a la recepción y me dejó escoger lo que yo quisiese para desayunar. Escogí una dona recubierta con chocolate y chispas de colores y un batido de fresas. Christian me admitió que no sabía cómo había gente que era capaz de comerse algo como eso para desayunar, que ra mucha azúcar, pero me dijo que me dejaba porque era un solo día.

Hoy no iba a comer una insípida avena. Me dejó comerla yo sola, y la verdad se sintió bien. Y por su fuera poco, olvidaba lo deliciosa que eran las malditas donas.

Layla estaba en otra habitación con su niñera, mientras que yo estaba con Christian.

Estos últimos días he dormido con él y he sentido una paz increíble, ¿Es psicológico ese sentimiento?

Al llegar a la habitación después de desayunar me sentó en la cama y me dijo que me tenía que dar unos regalos.

Yo me sonroje de inmediato, no estoy acostumbrada a tener este tipo de detalles y siempre tengo el mismo acto reflejo.

Pone dos paquetes y tres bolsas de regalo enfrente de mi y me anima a abrirlos. Creo que jamás le había visto tan feliz.

Tomo el primer paquete, el más pequeño y al abrirlo veo que son unos zapatos Converse de color naranja. Le doy las gracias con una sonrisa y abro el siguiente que es un juego de mesa llamado Candyland. No había escuchado de él en mi vida.

En las bolsas de regalo habían lazos para el pelo, un hermoso vestido con flores y una manta bordada con mi nombre. Sin duda el mejor regalo.

Le doy las gracias y le doy un abrazo.

—¿Si te gustó todo?—yo asiento y comienzo a ponerme los zapatos—¿Te ayudo?—yo asiento y el me toma de los pies con una delicadeza tremenda, la misma de siempre. Me acomoda los calcetines y me pone los zapatos. Me ata los cordones y me pide que camine para lucirlos. Me miro en el espejo de cuerpo entero del hotel y doy un salto de alegría. Cuando vuelvo a él, me carga en brazos y justo tocan a la puerta.

Él me observa y me deja encima de la cama y se agacha para estar a mi altura.

—No quiero que te asustes, pero invité a un amigo para juegue contigo y se conozcan un poco. ¿Qué te parece?

Yo comienzo a hiper ventilar. ¿Alguien nuevo? No me agrada esa idea.

Acto seguido de explicarme eso, se dirige a la puerta y la abre. Escucho que habla con otro hombre y le deja pasar.Yo estoy inmóvil en la cama y no es hasta que veo los zapatos de alguien que no conozco que levanto la mirada para encontrarme con un hombre alto y de cabello negro cargando a un niño como yo. Este es de tez morena y un cabello rizado. Este usa un body de color verde y se nota que debajo hay un pañal por la abultada forma que tiene.

—Hola Sadie—me saluda él de forma cortés y en un tono suave. Sin duda Christian habló con él—. Soy Marcos, un placer. Y este pequeño de acá es Michael.

Él, que no le había visto la cara porque la tenía escondida en el cuello del que ahora sé que es Marcos, se voltea a mirarme.

—Es como yo—dice de buenas a primeras.

Marcos se ríe y el niño se retuerce hasta tocar el suelo. Le digo niño, pero claramente somos contemporáneos en edad.

—¿Qué hemos hablado? Pedimos permiso para bajarnos de los brazos.

Él no le hace caso y se acerca a mi rápidamente. Tan rápido que me asusto y doy un saltito, Marcos se da cuenta y se acerca a Michael a detenerlo.

—Hay que ser delicados, ¿Vale?—el asiente ligeramente y no deja de mirarme, por mi parte, me cuesta hacer contacto visual, así que lo evito.

Lo sientan a mi lado y Marcos le entrega una bolsa de regalo y le indica que me la debe de dar. Él rechista un poco, pero me la da. Al abrirlo me encuentro un hermoso peluche de bailarina y un juego de cartas.

—Es mi juego de cartas favorito y pensé que podríamos jugarlo juntos.

Yo asiento y Christian me recuerda de mis modales. Así que tras sonrojarme y murmurar un gracias, empezamos a jugar. Rápidamente él me explica las reglas y empezamos el juego. Christian y Marcos estaban sentado en una mesa más lejos de nosotros, dándonos privacidad.

—¿Por qué no hablas?—pregunta para romper el silencio.
—Supongo que me da vergüenza.
—¿De qué?
—No sé, siempre he sido así.
—No deberías.

Él intenta que hablemos y yo también, es difícil, pero intento hablar con él, pero todo cambia cuando suelto mi última carta y él empieza respirar muy fuerte y me mira enojado.

—¡Eres una tramposa!—grita de la nada y yo me sobresalto y de la nada se me lanza encima y yo comienzo a gritar el nombre de Christian mientras evito sus manos y como intentan pegarme.

Ellos se acercan rápidamente y Marcos entre forcejeos y patadas de Michael, logra quitármelo de encima. Christian de inmediato y cuando ve la oportunidad de inmediato me sube a sus brazos para tranquilizarme. Marcos le pide unos momentos a solas con Michael, por lo que bajamos al lobby a dar una vuelta.

Al cabo de media hora volvemos y estaba Marcos esperando a que Michael saliese del baño.

Él se me acerca y de inmediato me pide perdón.

—He intentado trabajar con él, el aprender a perder. No lo lleva bien como comprenderás.

Yo me quedo callada y le pido a Christian que me cargue. Él se vuelve a disculpar con Christian y este le dice que no pasa nada, y que no se preocupe que no le guardamos ningún tipo de rencor, ni a él, ni a Michael.

Él sale del baño y de inmediato me estremezco.

—¿Algo que quieras decirle a Sadie?—dice con un tono fuerte y con claro enojo.

Al verlo lo noto con los ojos vidriosos y cabizbajo. Me pide perdón y así con eso ellos se despiden y se van.

Christian comienza a peinarme de nuevo y empezamos a hablar.

—Lo lamento, no esperaba que esto fuese así. Quería que tuvieras una linda experiencia.

Yo me quedo callada y solo oigo lo que tiene que decir. Y al estar ambos listos, nos vamos a casa de Mía a festejar mi cumpleaños.

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Holisss!!! Poco a poco nos acercamos a un parte muy importante, un beso gente que quiero <3

Pequeñas lecciones.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora