Por fin.
Por fin tenía un rato a solas.
Era casi de madrugada, por fin estabábamos solos mi música, mi ordenador, mis grietas y yo.
No tenía ideas para algún nuevo capítulo, tenía tanto desorden en mi cabeza que no podía pensar con claridad precisamente en el libro.
Estaba odiando el momento, me estaba dando un fuerte bajón, odiaba eso, cuando de repente, me sentía en el punto más bajo de mi vida, sin sentido ni porqué.
Tenía ganas de llorar, pero no de tristeza, de rabia, y no sabía por qué. Quería explotar, gritar hasta quedarme sin garganta, llorar hasta que me salga sangre en los ojos, y sobretodo, autolesionarme.
Llevaba un día limpia, pero estaba sintiendo tantas cosas a la vez, y sobretodo, sin sentido alguno, era algo que detestaba con mi alma cuándo sucedía.
Empezaba a sentir que mis manos temblaban de rabia e impotencia por mis propias reacciones y emociones. Quería llorar, de verdad quería. Quería reventar de una vez por todas.
Era rutinario, no había noche que no sufriera, que no llorara, que no quisiera rendirme de una vez por todas.
─ No entiendo por qué me pasa esto... ─ susurré, en un sollozo, mientras las primeras lágrimas caían de mis ojos tristes ─... ¿por qué tengo que ser yo la que carga con todo?
Por primera vez, me atreví a decirlo en voz alta ─ no muy alta ─, siempre pensaba que eso era un simple pensamiento que sólo yo tenía, que no era cierto, pero empezaba a darme cuenta que sí. Y eso no era bueno. Siempre tenía que mantener en silencio y tragarme mis problemas y atender y solucionar los de otros, era irónico que fuera yo la que necesitaba salvar, pero en realidad necesitaba ser salvada. Siempre tenía que callarme y escuchar a los demás por miedo a que minimizasen mis problemas, por miedo al rechazo...
Tenía silencios enterrados tan profundamente que florecían cuando lloraba.
Desvié mi mirada a la funda de mi teléfono, dónde ahí guardaba mi cuchilla.
La miré fijamente por unos segundos, y depués, con las manos temblorosas, las acerqué lentamente al teléfono. No oía nada más que un pitido.
Desfundé el teléfono, la cuchilla cayó sobre la colcha blanca de la cama.
La tomé con mis manos, cuidadosamente y antes de pasarla por mi brazo de nuevo y recaer, la miré detalladamente.
Era pequeña, filosa, provocativa, con un círculo abierto en medio.
La llevé a mi brazo, el cuál ya no tenía pulseras ni sudaderas cubriéndolo, estaba extendido, exponiendo más detalladamente cada corte, esperando a ser satisfacido con más cortes. La punta de la cuchilla hizo contacto con un pequeño espacio que quedaba de mi fina y adolorida piel, me estremecí por el contacto.
Me limpié las lágrimas que tenía en los ojos y en las mejillas con la otra mano y volví a centrarme en la cuchilla sobre mi brazo.
Iba a pasar la cuchilla de manera brusca, cuando oí una voz, que hizo que volviese a la realidad.
─ ¿Farah...? ─ La voz quebrada de Fenna hizo que desviara la mirada y dejase de oír el pitido. ¿Qué hacía ella aquí?
─ ¿Qué...? ─ No pude hablar bien, aún estaba medio hipnotizada.
─ Vine a decirte que nos vamos a ir a una fiesta que ha organizado Conan, por si querías venir... ─ dedujo, con la mirada perdida en mi brazo. Los cortes anteriores ya estaban casi curados, pues los había tratado con agua oxígenada y funcionaba de maravilla ─... me ha abierto la madre de Isaac. ¿Te apetece? Quizá puedas... distraerte.
ESTÁS LEYENDO
El deseo de amar para siempre [TERMINADA ✔️]
Romance¡ESTE LIBRO ESTÁ EN PROCESO DE CORRECCIÓN! Farah; una chica, en el primer año de Universidad, se va de intercambio a Ámsterdam. Su ilusión y orgullo por cumplir sus sueños y nostalgia por su obsesión quinceañera con ese lugar la llenan plenamente de...