Jeady
Es temprano en la mañana, la hora de entrada a la hora de entrada ya pasó y Jason no está. Pensé que llegaría un poco tarde, pero ya son las 12:26 de la tarde y no está aquí. Sé que él no quiere verme, pero, ¿por qué no ha llegado? Dijo que pediría su cambio de ciudad, pero es extraño que no se haya presentado. No dejo de ver su escritorio, está justo como el día anterior. Aunque quiero concentrarme en mi trabajo, leyendo los casos y atendiendo llamadas, no puedo hacerlo. Sólo pienso en Jason. Levanto la vista una vez más y descubro a Kyle viéndome. Mi teléfono vibra y veo que tengo varios mensajes de él. Sólo me pregunta si estoy bien pues estoy distraída y me veo triste. Me invita a ir a la cafetería del edificio para relajarme. Yo acepto. Kyle se acerca a mi escritorio y nos vamos juntos.
Sentados uno frente al otro con un vaso de café en frente, Kyle decide preguntar directo.
—Hoy no te ves bien, como siempre alegre y emocionada. Dime, ¿algo pasa? No has dejado de ver al escritorio del zorro ese, ¿Acaso te hizo algo?
Yo niego forzando una sonrisa. Me es imposible. Kyle odia a los depredadores casi como todos en el despacho. Nunca aceptaron a Jason y menos cuando supieron que era el hijo de Gregory Warn. Cada uno tiene sus razones, pero todos siempre le negaban ayuda a Jason desde el primer día. Tenía un escritorio para él sólo porque era norma de la oficina y la corporación, aparte los derechos de los depredadores dictan que, negar beneficios o servicios a un depredador por su especie puede ser betado. Es eso a lo que le tienen miedo, no por el respeto. Paz es más abierta, Unida todavía está por detrás de todo.
Kyle por su parte, odia a los depredadores porque jura que uno de ellos asesinó a su abuelo cuando era un niño frente a sus ojos. Él jamás ha creído la historia de la droga salvaje, sólo son justificaciones para que estén libres entre nosotros. Pero Kyle tiene que aceptar que, aunque trataron de incitar a Jason para que se volviera salvaje, jamás lo hizo y no fue porque se reprimiera, es porque ninguno de nosotros tiene ya los impulsos primitivos. Pero son unos idiotas.
—Él no me hizo nada, —digo en voz baja. Kyle frunce el ceño— es sólo que... me preocupa que no haya llegado al trabajo hoy.
—¡Mejor! —exclama en voz alta mientras se recarga en el respaldo de la silla—. Con suerte y se convirtió en un loco. Ahora sabemos donde terminará.
—¡Kyle!
—Lo siento, Jeady, pero sabes lo que pienso de ellos. Nunca les tendré confianza ni compasión. Están locos y ahora que están sueltos nadie sabe de qué son capaces; además, si te preocupa, es probable que luego veas su nombre en los memoriales de las ciudades. No te asustes.
Veo el reloj en la pared, ya son la 1:34. Debemos regresar al trabajo. Me levanto, Kyle sabe que estoy molesta, pero no va a decir nada, no se va a disculpar tampoco. Creo que no tiene por qué si es lo que piensa. Me voy de vuelta a mi escritorio con el vaso de café en la mano. Kyle vuelve a su asiento minutos después y regresamos a nuestras labores. A las 2:04, la puerta del elevardo de abre. Volteó hacia la puerta dentada y veo a Jason. No está vestido de traje para el trabajo ni lleva su mochila o portafolios. Sólo unos shorts casuales y una camisa sin chiste. Pasa de largo frente a todos hasta ña oficina del jefe, toca dos veces y entra. A través de la ventana puedo ver que hablan, que el jefe, un rinoceronte poco discreto, no puede esconder su alegría. Jason le pidió su cambio y él no pudo haber sido más feliz. En cuestión de minutos el jefe le da unas hojas que firma, intercambian unas palabras y el jefe hace un además de despedida. Jason sólo da la vuelta y sale de la oficina directo al elevador. En ese momento yo me levanto y me apresuro para hablarle, le pido que vayamos afuera, pero que no vaya detrás de mí. Necesito hablar con él.
Salgo al balcón y poco tiempo después aparece Jason con las manos en los bolsillos. No dice nada, se recarga en la pared mientras yo veo la ciudad frente a mí.
—¿Me vas a decir algo? —pregunta serio.
—¿Pediste tu cambio? —hablo nerviosa y apresurada pues no quiero que el más mínimo retraso haga que se vaya.
—No, no lo hice.
—¿Y que...?
—¿Qué firmé? Bueno, en probable que hagan una fiesta por eso al rato. Renuncié.
Volteo a verlo atónita. Siento un vuelco al corazón y me quedo muda. Mi cuerpo entero se vuelve frío y no puedo articular palabra, pero me fuerzo a hacerlo.
—¿Renunciar? ¿Por qué? Jason...
—Bueno, mis padres ya son animales mayores y mi padre está muy enfermo. Alison y mi madre necesitan ayuda para cuidarlo. Ya sabes, su corazón. Voy a regresar a Paz para estar con ellos y, bueno, dudo regresar aquí.
—Jason, pero y...
—¿Qué? No hablaras de ti o de nosotros porque nunca hubo. Aparte, ¿en serio quieres hablar de eso frente a todos? Pensé que no querías que nadie se enterara.
Me quedo callada. Mis ojos se llenan de lágrimas. Él tiene razón.
—Jason, yo...
Jason suspira incorporandose para abrir la puerta del balcón y marcharse. Me apresuro a tomar su mano para evitar que se vaya, él no voltea a verme, sólo se tensa y noto que tiembla un poco.
—No hagas eso, Jeady, te van a ver y hablaran de ti.
Rápidamente lo suelto.
—Jason, te...
—¿Algún día tendrás el valor de decirlo? —escupe las palabras con odio y se va rápidamente hasta el elevador.
Me quedo sola en el balcón, me asomó a la calle y en cuestión de minutos veo a Jason alejarse entre el mar de animales hasta el subterráneo. Quisiera pedirle que regresara, que no se fuera, quisiera decirle cuanto... Ni siquiera puedo decírmelo a mí misma sin tener miedo, sin quedarme muda.
Jason desaparece en las escaleras que van abajo y en ese momento mí celular vibra. Lo saco y veo un mensaje de Kyle.¿Qué haces con ese maldito zorro?
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Las Cosas Serias
General FictionMuchos años después de la liberación de los depredadores y la destrucción de los Distritos, la vida en las ciudades del Esquema Amista cambió. Jason Warn, hijo de uno de los depredadores afectados por la temible Masacre de Amista, se va de la ciudad...