Capítulo XIV

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Observaba por la ventana con mirada perdida, sin ningún pensamiento en concreto vagando por su mente perturbada

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Observaba por la ventana con mirada perdida, sin ningún pensamiento en concreto vagando por su mente perturbada. Veía los coches pasar en la concurrida avenida y los rostros de cada hombre que se acercaba al edificio, esperando encontrarse con él.

Cada coche negro que aparcaba frente la calle le daba un pequeño escalofrío, sabía que Jason vendría por ella, hace una semana que lo había abandonado y aún no había tenido noticias de él, excepto por una furiosa llamada que Amanda contestó por ella.

Era inevitable que fuera al loft de Amanda, sabía dónde quedaba, conocía sus horarios y en cualquier momento aparecería, no era un hombre que se diera por vencido tan fácilmente y por su reciente comportamiento, era claro que su infierno no terminaría pronto.

Se estremeció al recordar el frío del sótano, sus pies descalzos contra el suelo y la oscuridad que nunca se marchaba. Estaba convencida de que ni siquiera años de terapia la ayudarían a superar esa horrible experiencia, sin embargo, no le importaba, igual dudaba que le quedaran muchos años que vivir.

Con cada día que pasaba más enferma se sentía. Su nariz podía sangrar por horas, sus extremidades tenían varios moretones que aparecieron sin motivo aparente y en ocasiones, sufría de leves fiebres y escalofríos. Amanda consultó con Félix ya que ella no tenía ánimos de hablar con nadie por los momentos.

El doctor le recomendó algunos antibióticos y otros medicamentos con nombres demasiado difíciles de pronunciar, le restó importancia a su condición alegando que podría ser una pequeña infección por su delicado sistema inmune. Su amiga estaba convencida de que, todos sus males fueron ocasionados por los tres días de tortura.

A Leslie por su parte poco le importaba el porqué de su malestar, ya que desde que se enteró de su diagnóstico, se esperaba todo tipo de dolencias y esto no era una sorpresa.

—Les, ¿para qué son estas pastillas? —la voz de Amanda la hizo dar un pequeño salto, ahora casi siempre permanecía en estado de alerta. Vio sobre su hombro a su amiga, quien mantenía un frasco naranja sin etiqueta en sus manos.

—Son mis vitaminas —la rubia arqueó una ceja, inspeccionando el frasco.

—No tienen etiqueta, ¿dónde las compraste?

—J-Jason —decir su nombre era difícil todavía—. Las hacen en su laboratorio, son muy costosas, pero él las consigue gratis. Según Félix y él, son lo último en vitaminas y gracias a ellas es que me mantengo de pie.

Se encogió de hombros, recordando ese pequeño detalle, cuando se le acabaran las vitaminas, no tendría ni idea de cómo conseguirlas. Suspiró, pensando en el montón de pastillas que tendría que comprar para reemplazar los componentes que ésta le brindaba.

—¿Te la tomaste hoy? —asintió con una sonrisa cansada, no solo se había tomado su vitamina, sino también los otros cinco medicamentos de la mañana. Se sentó en el sofá, extenuada a pesar de solo tener dos horas de haberse despertado—. Muy bien, hoy tengo que pasar un rato en la galería. ¿Estarás bien sola?

El ocaso entre nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora